LAS CHINAMPAS: INGENIERÍA REVOLUCIONARIA
Una de las grandes proezas que consiguieron los aztecas fue transformar el terreno pantanoso y totalmente improductivo sobre el que se asentaba Tenochtitlán en una tierra fértil para el cultivo del maíz, el frijol y el tomate, entre otros productos. Y lo lograron gracias a un revolucionario sistema inventado por ellos mismos: la chinampa (en náhuatl, la lengua azteca, “cerca de las cañas”).
Las chinampas eran pequeñas islas artificiales, una especie de jardines flotantes sobre el lago. Las construían con un machihembrado de varas sobre el que se apilaban ramas y que se tapaba con lodo extraído del fondo lacustre. Si en tierra firme no era posible cultivar más de tres cosechas al año, con las chinampas podían alcanzarse hasta siete. Esta extraordinaria fertilidad, junto con la abundancia de agua y de mano de obra, las convirtió en un sistema de producción intensiva único en el mundo.
Gracias a dicho invento convirtieron los terrenos pantanosos en feraces campos de cultivo, obteniendo con ello una producción de alimentos suficiente para abastecer a la creciente población civil y también a los soldados, indispensables para continuar ampliando las fronteras del Imperio. Además de para asegurar su subsistencia, las chinampas sirvieron para que dejaran de ser un pueblo nómada y consolidaran Tenochtitlán como una ciudad-Estado.