Muy Historia

EL GRAN ALICIENTE

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Para Bernal Díaz del Castillo, participan­te en la conquista de México y cronista de aquellos hechos, los conquistad­ores iban a América “por servir a Dios, a su Majestad y dar luz a los que estaban en tinieblas, y también por haber riquezas, que todos los hombres comúnmente buscamos”. No hay duda de que la codicia por las riquezas fue un gran aliciente para superar peligros y adversidad­es. No tanto como un fin en sí mismo, sino como un medio para conseguir poder, prestigio y bienestar. Aunque el oro no siempre se lograba, ni compensaba los esfuerzos, las riquezas obtenidas por Cortés tras la conquista del Imperio azteca confirmaro­n las expectativ­as de los españoles de encontrar oro. Con ese acicate, a partir de la tercera década del siglo XVI los conquistad­ores se jugaron la vida en arriesgada­s conquistas.

En 1522, Gil González Dávila realizó la primera expedición por la Mar del Sur desde Tierra Firme, alcanzando territorio­s costarrice­nses y nicaragüen­ses; en 1523 inició la conquista de Nicaragua; y en marzo de 1524 desembarcó en Honduras, con una orden de poblamient­o. Por su parte, Pedro de Alvarado llegó a Guatemala a principios de 1524 al mando de una fuerza mixta (conquistad­ores españoles y aliados nativos). La conquista de El Salvador comenzó en 1524 con la incursión infructuos­a de Pedro de Alvarado al señorío de Cuzcatlán y terminó en la década de 1540 con la total conquista y pacificaci­ón del señorío poton o de lencas salvadoreñ­os. Las noticias sobre las grandes riquezas del Perú le llevaron en 1526 hasta Ecuador. En 1535, Diego de Almagro, veterano de la conquista del Perú, partió de Cuzco y llegó a la ciudad de Tupiza, en la actual Bolivia, desde la que dio el salto a Chile al frente de 500 hombres. Llegaron al valle del Aconcagua, para descubrir que era terreno yermo.

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