EL PENACHO DE MOCTEZUMA, SÍMBOLO DE RIQUEZA Y PODER
Cuando Hernán Cortés se encontró por primera vez con Moctezuma, este le regaló un penacho como presente de bienvenida. Se trata de un tocado de plumas de quetzal con incrustaciones de oro, plata y cobre. Es uno de los pocos ejemplares de arte plumario prehispánico que se conservan en nuestros días, y por eso los mexicanos reclaman desde hace muchos años su vuelta al país.
En la actualidad, se exhibe en el Museo Etnológico de Viena, sin que se sepa muy bien cómo llegó hasta allí tras ser enviado por Hernán Cortés a España para agasajar al emperador Carlos V. El bellísimo penacho es un símbolo de riqueza, ostentación y poder que representa a la perfección el esplendor de ese tesoro perdido de Moctezuma.
más dramático cuando Alvarado ordenó ir contra los convocados en el Templo Mayor, reunidos en la fiesta del Toxcátl. Hubo muchos muertos y la situación se volvió insostenible. Cortés tuvo que regresar apresuradamente, y pidió a Moctezuma que hablase a su pueblo para calmarlo. Pero la tensión era irreductible y, cuando Moctezuma se dirigía a la multitud, recibió una lluvia de piedras que lo hirió mortalmente, según las fuentes españolas [ver siguiente artículo]. Tres días después fallecía y el pueblo se levantaba contra los españoles.
LA PÉRDIDA DEL TESORO
La situación era tan extrema en Tenochtitlán, con el pueblo azteca en pie de guerra contra los hombres de Hernán Cortés, que este decidió huir de la ciudad el 30 de junio de 1520 amparado en la noche, según le aconsejaron sus capitanes. Salir así de la ciudad, empero, suponía tener que renunciar a la mayor parte del gran tesoro de Moctezuma, excepto a la fracción del mismo que pudieran llevar encima sus hombres en la huida. “Los soldados que quisieron sacar dello, desde aquí se lo doy, como se ha de quedar aquí perdido entre estos perros”, fueron sus hoscas palabras.
Así, muchos soldados españoles se hicieron con parte de aquella riqueza y se la llevaron a cuestas mientras abandonaban la ciudad en secreto en mitad de la noche, y se decidió también ‘salvar’ el oro que pertenecía por derecho a Carlos V.
Muchos soldados españoles se llevaron a cuestas parte de las riquezas del tesoro de Moctezuma, pero las perdieron en la huida
Siete caballos y una yegua fueron cargados con ese oro, que debían guardar Juan Velázquez de León y otros durante la escapada. Pero esta fue tan desastrosa [ver artículo anterior] que gran parte del botín acabó en tierra o en las aguas de la laguna. Capturados tiempo después Cuauhtémoc y el señor de Tlacopán, ambos serían torturados quemándoles los pies con aceite hirviendo para intentar sonsacarles sobre el destino del tesoro perdido. Dijeron haber arrojado a la laguna todo lo dejado atrás por los españoles: oro, plata, joyas, artillería, armas... En el lugar indicado no se halló nada. Tras nuevas torturas, Cuauhtémoc señaló un emplazamiento distinto en la laguna, pero tampoco allí fue hallado el grueso del tesoro.
NACE LA LEYENDA
Nacía así la leyenda del gran tesoro de Moctezuma. El pirata francés Jean Fleury o Juan Florín [ ver recuadro en página 79] consiguió apresar dos de las tres embarcaciones que cargaban lo expoliado por los españoles en las cercanías de las Azores, lo que constituyó el primer asalto pirata de gran magnitud a una embarcación cargada con riquezas americanas y permitió que Francisco I, el monarca francés, se apoderara de la mayor parte del botín que correspondía a Carlos V. No obstante, este conseguiría, tras el atraque de la Santa María de la Rábida, nada menos que 16.250 pesos de oro fundido, rodelas de oro y 239 pesos de oro bajo.