EN BUSCA DEL MITO
Con posterioridad, se emprendieron varias expediciones para encontrar el fabuloso tesoro perdido. La primera reseñable la protagonizó en 1575 el hijo de Hernán Cortés, Martín, que, tras revelaciones de indígenas, solicitó permiso a Felipe II e incluso concretó un contrato de búsqueda para encontrarlo. Tras esta exploración, el virrey de Nueva España, Martín Enríquez, envió una carta al rey que, debido a su ambigüedad y a ser la única referencia existente, impide dilucidar con exactitud si, al menos, se encontró parte del tesoro. Más de medio siglo después, en 1637, se organizó una segunda expedición incitada por Francisco de Tapia, que afirmaba ser descendiente de aztecas y conocer la localización del tesoro por una pintura y el testimonio de parientes. Las riquezas se encontraban, según él, en un pozo cubierto de tierra y piedras que había permanecido oculto hasta que las sequías de principios del siglo XVII lo desvelaron. Sin embargo, nada más se supo de este intento, ni siquiera si el pozo fue localizado, pues el virrey, el marqués de Cadereyta, no dejó escrito alguno en ese sentido. Bien pudiera ser que estos u otros intentos de recuperar el tesoro hubieran tenido éxito en parte o en su totalidad, pero es algo que quizás jamás lleguemos a verificar. Lo que sí es cierto es que el mito del tesoro pasó al imaginario popular mezclado con otros similares, como el de la ciudad de El Dorado.