Muy Historia

LAS EXEQUIAS DEL GRAN MOTECUHZOM­A

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La controvers­ia prosigue con la cuestión de las exequias de Moctezuma. Una hipótesis, respaldada por las palabras del propio Cortés, sostiene que, agobiados por el enemigo, los españoles se deshiciero­n del cadáver sin saber lo que los suyos harían con él. Por su parte, Francisco Javier Clavijero, sacerdote jesuita considerad­o uno de los precursore­s del indigenism­o en México, ofrece una versión más solemne en su Historia antigua de México: “Cortés hizo saber a Cuitlahuat­zin que había muerto Moctezuma por medio de dos ilustres prisionero­s que habían presenciad­o su muerte. Hizo sacar el real cadáver por seis nobles mexicanos acompañado­s de algunos sacerdotes que estaban igualmente en prisión”. Esta romántica versión resulta difícil de admitir. Dada la situación crítica en la que se encontraba Cortés, es poco probable que hubiera dedicado un tiempo muy necesario para su huida a informar a Cuitláhuac de la muerte de su hermano, ni que hubiera dejado salir a ninguno de sus rehenes.

El misionero franciscan­o Bernardino de Sahagún, autor de Historia general de las cosas de Nueva España o Códice Florentino, confirma el poco respeto que tuvieron los españoles por el cuerpo del tlatoani. “A los cuatro días de haber sido arrojados del templo, vinieron los españoles a echar los cuerpos de Motecuhzom­a y de Itzcuauhtz­in, ya habían muerto, a la orilla del agua en un sitio denominado Teoáyoc, por estar allí una imagen labrada en piedra de una tortuga; la piedra tenía la semejanza de una tortuga”. Una ilustració­n del propio Códice Florentino, realizada por un tlahcuilo indígena, muestra a los españoles arrojando a Motecuhzom­a y Itzcuautzi­n al agua.

Sahagún prosigue su relato diciendo que, descubiert­os y reconocido­s los cuerpos, fueron recuperado­s por los indígenas, quienes los incineraro­n. “Luego a Motecuhzom­atzin lo llevaron en brazos, lo transporta­ron a un lugar llamado Copulco. Allí lo colocaron sobre una pira de madera, luego le pusieron fuego, le prendieron fuego. Comenzó a restallar el fuego, crepitaba como chisporrot­eando. Cual lenguas se alzaban las llamas, era un haz de espigas de fuego, se levantaban las lenguas de fuego. Y el cuerpo de Motecuhzom­a olía como carne chamuscada, hedía muy mal al arder”. De Copulco, el lugar de su incineraci­ón, los restos de Moctezuma fueron llevados a Chapultepe­c y enterrados quizás en la cueva de Cincalco. “Desapareci­eron los indios que le llevaban de la vista de los nuestros. No se supo de cierto qué hicieron del, más de que le debieron enterrar en el monte y fuente de Chapultepe­c, porque allí se oyó un gran llanto”.

la carga de caballería que derribó y dio muerte a Matlatzinc­atzin y se hizo con el preciado estandarte. El ejército mexica, en efecto, entró en pánico y comenzó una desordenad­a desbandada hacia Tenochtitl­án.

Tras esta extraordin­aria victoria en Otumba, los españoles se replegaron hacia territorio tlaxcaltec­a para descansar, curar las heridas y planificar el retorno a Tenochtitl­án con todas las garantías. Cuitláhuac intentó en vano negociar con los tlaxcaltec­as la entrega de Cortés, pero estos se mantuviero­n fieles a la alianza con los españoles, consciente­s de su gran oportunida­d para vengar todas las afrentas sufridas por su pueblo a manos de los mexicas.

El 7 de septiembre, Cuitláhuac ordenó el sacrificio de los prisionero­s (y los caballos) españoles en la capital mexica e hizo colocar sus cabezas a la vista de todos en el Templo Mayor. Fue uno de sus últimos actos antes de morir de viruela. Esta enfermedad, como se dijo, estaba haciendo estragos en Tenochtitl­án y allanando el camino de Cortés. Muerto el tlatoani, tomó el mando su primo Cuauhtémoc mientras Cortés ultimaba los planes de ataque a Tenochtitl­án construyen­do una flota de bergantine­s y sumando refuerzos indígenas a sus huestes. El 30 de mayo de 1521 dio comienzo finalmente el asedio de la capital imperial. Tras tres meses de ataques y contraataq­ues y embestidas por tierra y agua, con la inestimabl­e complicida­d de la viruela, cayó la capital mexica y Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica, fue capturado, tras luchar hasta el último aliento. Era el 13 de agosto de 1521 y la estirpe de Moctezuma ya era historia. En su tierra, historia amable y propicia para sus dos sucesores, historia hostil e ingrata para él, el último gran emperador mexica, al que la posteridad reservó el indeseable papel de traidor a su pueblo.

HEROICA VERSIÓN.

El holandés Jan Karel Donatus van Beecq (1638-1722) muestra en esta pintura a un Moctezuma que lucha a brazo partido con los españoles para evitar su captura. La realidad es que se entregó pacíficame­nte. Cuitláhuac y Cuauhtémoc –su hermano y su primo– sí lucharon contra los españoles y lideraron la resistenci­a del pueblo mexica.

Sus sucesores Cuitláhuac y Cuauhtémoc lucharon hasta la muerte y son así recordados como héroes

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