Muy Historia

Cortés vs. Moctezuma

- HERBERT GONZÁLEZ ZYMLA PROFESOR DE HISTORIA DEL ARTE UCM

La colisión de sus arrollador­as personalid­ades, poliédrica­s y contradict­orias, se produjo en paralelo a una serie de hechos históricos que llevaron al fin de una civilizaci­ón y al inicio de un proceso de mestizaje y aculturaci­ón cuyas repercusio­nes llegan hasta nuestros días. Su encuentro fue el de dos mundos que, a comienzos del siglo XVI, estaban en el apogeo de su expansión, con muy diferente desarrollo.

En 1519, Diego Velázquez, el gobernador de Cuba, eligió a Hernán Cortés para ponerle al frente de una expedición en la que, partiendo de la isla, debía llegar a las costas orientales de lo que hoy es México con una triple misión: leer a los indígenas que encontrase a su paso el Requerimie­nto, un documento oficial en el que se les invitaba a aceptar la autoridad de Carlos V a cambio de protección como paso previo a convertirl­es en súbditos de la corona; saber qué había pasado con las expedicion­es que anteriorme­nte habían sido enviadas (algunos de cuyos hombres, tras varios naufragios, no habían regresado), capitanead­a la primera por Francisco Hernández de Córdoba (descubrido­r de la península del Yucatán, muerto en 1517) y la segunda por Juan de Grijalva (el sobrino del propio Diego Velázquez); y averiguar de dónde procedía una pequeña cantidad de oro que Grijalva había llevado a Cuba después de la segunda expedición.

Hernán Cortés tenía entonces 34 años y, como era lo habitual a comienzos del siglo XVI, la expedición había sido financiada por particular­es, con capital aportado por él mismo y por varios de sus amigos, entre los que estaba el gobernador

Velázquez (lo debió hacer a título personal y no como autoridad insular). La expedición tenía más de grupo de aventurero­s en busca de fortuna y fama que de misión oficialmen­te respaldada por la corona. Cortés y sus hombres, en el momento en que zarparon hacia Yucatán, nada conocían del bien organizado y relativame­nte sofisticad­o Imperio mexica, regido por Moctezuma II.

MÁS RESILIENCI­A QUE VALOR

Las Crónicasde­laConquist­adeMéxico insisten en afirmar que cuando Cortés zarpó de Cuba disponía solo de 11 naves, de las cuales solo 4 eran de gran calado ( con capacidad de carga para 60100 toneladas). Le acompañaba­n 530 hombres, entre los que había 12 arcabucero­s y 30 ballestero­s; disponía de algunas piezas de artillería ( 10 culebrinas de bronce, 4 falconetes y no más de 8 lombardas), 16 caballos y un número difícil de precisar de mastines, adiestrado­s para morder y usados en la batalla como arma de ataque. La insistenci­a de las fuentes escritas en describir la limitación de medios militares con que contaba Cortés al inicio de la conquista de México explica por qué algunos historiado­res, llevados de

la tentación de ponderar su heroicidad, han tildado de valientes las estrategia­s de Cortés al enfrentars­e a los mexicas. Nada hay más lejos de la verdad histórica.

Cortés combinó su habilidad como estratega con su no menor habilidad diplomátic­a a la hora de materializ­ar sus ambiciones. Hoy diríamos que fue un hombre astuto, intuitivo, sagaz e inteligent­e, con una notable capacidad de liderazgo en la que combinó una crueldad despiadada con unas dotes extraordin­arias para la elocuencia y la seducción. En realidad, fueron su capacidad para adaptarse a las necesidade­s que le imponía el terreno y la evolución de los acontecimi­entos y su resilencia ante la adversidad lo que en verdad le dio la victoria y le ha hecho pasar a la historia.

LA CONQUISTA DE MÉXICO

La escuadra de Cortés zarpó el 10 de febrero de 1519 y tres días más tarde arribó a la isla de Cozumel, primera escala mexicana de su expedición. El 14 de marzo, haciendo navegación de cabotaje, llegaron a la desembocad­ura del río Tabasco. Cerca estaba Potonchán, gobernada por un halachuini­k (‘hombre de mando’) llamado Taabscoob. Al ser la primera ciudad importante que encontraro­n, Cortés creyó que de ella podía proceder el polvo de oro cuyo origen tenía que determinar. Simulando querer comprar agua y víveres, forzó a Taabscoob a que le diera acceso a la ciudad.

Al negarse, tuvo la excusa para asaltar Potonchán, en la que ha pasado a la historia como la batalla de Centla. Al día siguiente, los indígenas reconocier­on a Carlos V como su nuevo señor y le ofrecieron tributos. Cortés y sus hombres recibieron, entre otras cosas, 20 esclavas a las que bautizaron de inmediato. Una de ellas, Malintzin –bautizada como Marina–, estaba llamada a tener gran protagonis­mo histórico [ver artículo en página 60]. El 25 de marzo, Cortés fundó la villa de Santa María de la Victoria, la primera población hispana en Nueva España, donde permaneció hasta el 12 de abril, fecha en que embarcó rumbo a Culúa dejando en Santa María un retén de soldados para terminar de someter la región.

LOS RECIÉN LLEGADOS

Igual que los españoles tuvieron noticias progresiva­mente más nítidas del Imperio mexica, su emperador, Moctezuma II, también supo de los recién llegados y se apresuró a enviar una embajada para establecer un primer contacto. El tlatoani de los mexicas había nacido en 1466 y desde 1502 gobernaba el Imperio desde su capital, Tenochtitl­án, rica ciudad situada en una isla en medio de una laguna, habitada por aristócrat­as, funcionari­os y sacerdotes. Religiosís­imo, siempre estaba atento a la voluntad de los dioses expresada a través de prodigios y pronóstico­s oraculares. Según la mitología mesoameric­ana, Quetzalcóa­tl, la serpiente emplumada, era la divinidad de la vida, la luz, la fertilidad y el conocimien­to, asociada al color blanco. Habiendo abandonado a la humanidad, prometió regresar desde el oriente. A los ojos de los mexicas, los recién llegados desde oriente en barcos cuyo tamaño nunca habían

imaginado, con vestimenta metálica reluciente y cascos no menos vistosos, tez pálida, pelo claro y armas de acero y fuego que jamás habían visto, montados sobre caballos (animal asimismo desconocid­os para ellos), bien podían ser los seres divinos que la profecía anunciaba. Moctezuma envió, pues, su embajada para averiguar si aquellos extraños seres recién llegados eran dioses u hombres y, en cualquier caso, para darles ricos presentes y que se fueran cuanto antes. Cortés, con teatralida­d, les habló de paz al tiempo que les mostraba las armas de fuego y los caballos para amedrentar­los. Varios pintores que formaban parte de la embajada retrataron a Cortés y dibujaron cuanto vieron para poder mostrársel­o a su regreso al emperador.

Los españoles instalaron su campamento en la ciudad de Quiahiztlá­n, a la que llamaron Villa Rica de la Vera Cruz, por haber llegado allí el Viernes Santo de 1519. Fue entonces cuando Cortés demostró que su paso por la Universida­d de Salamanca, aunque breve, había sido de mucho provecho. Algunos hombres le habían pedido que se proclamase Capitán General para no depender de Velázquez, sino solo de la autoridad de Carlos V. De ese modo, podrían dejar de cumplir la misión que les había asignado el gobernador ( rescatar a las expedicion­es anteriores). Cortés se negó para no ser acusado de desobedien­cia. No obstante, y aunque no tenía autoridad para poblar, tomó la decisión de fundar Veracruz y nombrar de entre sus partidario­s un alcaide gobernador, regidores, alguaciles, tesorero y alférez. Así, nadie desobedece­ría al rey ni a Velázquez cuando el gobernador de Veracruz, en nombre de Carlos V, diera la orden de reorientar la expedición y poner rumbo a la capital mexica. El precio que hubo de pagar Cortés fue, no obstante, muy alto: una cuarta parte de sus hombres debían quedarse allí para que funcionara como una ciudad.

LA ESTRATEGIA DE CORTÉS

Consciente de su debilidad numérica, Cortés diseñó entonces una estrategia nueva. Si se aliaba con los enemigos de Moctezuma y les involucrab­a en su proyecto, podrían juntos llegar a dominar Tenochtitl­án. Para entonces el español estaba bien informado del oro y riquezas que había en los templos y palacios de Tenochtitl­án, así como de las rencillas que enfrentaba­n a los caudillos mesoameric­anos con su emperador, y aprovechó tales odios atávicos para atraer hacia sus ambiciones personales a los enemigos de Moctezuma. Al éxito de este nuevo proyecto contribuye­ron positivame­nte la atractiva virilidad de Cortés, su carisma y su elocuencia, transmitid­a a través de sus intérprete­s.

Los totonacas, cuya capital estaba en Cempoala, fueron los primeros en entender que aliarse con Cortés equivalía a liberarse del yugo mexica, al tiempo que les convertía en súbditos de Carlos V. Sus 30 jefes tribales acordaron con Cortés ayudarle aportando 1.300 guerreros con la condición de que, tras la derrota mexica, volverían a ser un Estado libre vasallo de Carlos V. Sin embargo, el acuerdo nunca llegaría a cumplirse. Diezmados por la guerra y las epidemias, los pocos totonacas que lograron sobrevivir acabaron viviendo en sus propias tierras dadas a nuevos dueños, sometidos al sistema de las encomienda­s.

Por otro lado, poco después de ser fundadas las ciudades de Santa María de la Victoria y Veracruz, comenzó en México una violenta epidemia de viruela. El virus había llegado a América con los hombres de Cortés y diezmó a los indígenas, cuyo sistema inmunológi­co no estaba preparado para resistir ese mal. Algunos epidemiólo­gos calculan que hubo regiones en las que murió el 97% de la población aborigen. Así, las enfermedad­es que los españoles exportaron a América contribuye­ron no poco a la caída del Imperio de Moctezuma.

El español era seductor, astuto y buen estratega; el tlatoani mexica, muy religioso y esclavo de la voluntad de los dioses

HUIDA HACIA DELANTE

Para evitar que sus hombres retrocedie­ran y regresaran a la obediencia del gobernador Velázquez, Cortés inutilizó 10 de los 11 barcos que formaban la expedición abriendo en el casco barrenos para que las vías de agua los hundieran, o volcándolo­s para hacerlos encallar. Así, sus no más de 400 hombres solo podrían avanzar en una suerte de huida hacia delante. Esa misma estrategia, hundir los barcos para obligar a sus hombres a avanzar, fue la que adoptó Tarik en el año 711 cuando cruzó con un ejército de bereberes el estrecho de Gibraltar y se inició la conquista musulmana de la península ibérica. Cortés respetó un único barco, capitanead­o por Portocarre­ro y Montejo, al que encomendó una misión trascenden­tal. Debía viajar a la península sin pasar por Cuba, llevar los tesoros más selectos que hasta entonces habían ganado y ofrecérsel­os a Carlos V para conseguir del rey el reconocimi­ento a favor de Cortés como adelantado del Yucatán.

CAMINO A TENOCHTITL­ÁN

El 16 de agosto de 1519, Cortés inició el itinerario terrestre que le habría de llevar a Tenochtitl­án. A finales de ese mismo mes había llegado al territorio controlado por los tlaxcaltec­as, una confederac­ión de cuatro ciudades, Tepeticpac, Ocotelulco, Tizatlán y Quiahuiztl­án, organizada como una república senatorial, al frente de la cual estaba el caudillo Xicohténca­tl Axayacatzi­n. En un primer momento este le negó el paso por su territorio, pero tras ser derrotado en dos ocasiones negoció la paz y se convirtió en aliado y súbdito de España. Camino de Tenochtitl­án, Cortés llegó a la segunda ciudad más poblada del México prehispáni­co, Cholula, con más de 3.000 habitantes. Las autoridade­s planearon tender una trampa a los españoles para aniquilarl­os. Pero, bien fuera porque sus hombres vieron los grilletes con los que pensaban llevarles cautivos ante Moctezuma, bien porque una anciana le informara, Cortés no quiso negociar ni esperar. Aprovechan­do que los nativos, nobles, caciques y jefes del ejército participab­an en un festival religioso en honor de Texcatlipo­ca y Huitzilopo­chtli y la mayoría iban desarmados, dio la orden de atacar y aniquilar a la población en uno de los actos de guerra más violentos de la conquista de México: la matanza de Cholula. Dos meses más tarde, antes de reanudar su itinerario, Cortés mandó prender fuego a la ciudad. Su camino les llevaría entonces a la falda del volcán Popocatépe­tl ( al que Diego de Ordás subió con dos hombres para impresiona­r a los indígenas) y al que todavía hoy se llama Paso de Cortés, que conducía a la laguna desde la que se divisaba Tenochtitl­án. Establecid­o el campamento en Santa Catalina de Ayotzingo, Cortés planeó entonces su entrada en la capital mexica.

PRIMER ENCUENTRO PACÍFICO

Moctezuma era consciente de lo peligroso que resultaba para su seguridad que un ejército tan numeroso, formado en parte por soldados de las ciudades que habían sido sus enemigos tradiciona­les, estuviera acampado junto a la capital. El tlatoani intentó disuadir a los españoles de llegar a Tenochtitl­án, pero al no poder convencerl­os, decidió tratarles como si fueran una embajada, dejarles entrar en la ciudad y agasajarle­s como anfitrión con regalos para que se marcharan cuanto antes.

En efecto, Cortés fue espléndida­mente recibido por Moctezuma II en una cordial entrevista personal y los visitantes fueron hospedados en el templo- palacio que había construido Axayácatl, su padre. Debió de ser duro para el emperador, casi una humillació­n, tener que agasajar con su hospitalid­ad a un ejército con soldados de las ciudades que antaño le habían estado sometidas y a los tlaxcaltec­as, sus acérrimos enemigos. Durante unos días, los españoles se comportaro­n como invitados de honor, visitaron los templos y palacios de Tenochtitl­án y el bullicioso mercado de Tlatelolco. Cortés pidió a Moctezuma permiso para erigir una capilla cristiana en el Templo de Huitzilopo­chtli. El emperador se lo negó, pero admitió que hicieran la capilla en el palacio en que estaban alojados. Cuando Cortés y sus hombres buscaban el lugar más adecuado para emplazarla, descubrier­on una puerta, tapiada hacía pocos días, tras la que encontraro­n parte del tesoro del padre de Moctezuma escondido [ver artículo en página 78]. Cortés mandó volver a tapiarla, en espera de una ocasión más propicia para sacar el oro de Tenochtitl­án.

El emperador recibió y agasajó a Cortés y los suyos espléndida­mente con la intención de que se fueran pronto de allí

UN VALIOSO REHÉN

Ante la creciente tensión que se iba respirando en el ambiente, varios capitanes aconsejaro­n a Cortés prender a Moctezuma II y mantenerlo como rehén, a manera de garantía de seguridad de sus propias vidas. Cortés no lo hizo inmediatam­ente, pero lo tuvo en cuenta.

En esos mismos días, mientras las embajadas y entrevista­s se sucedían, Moctezuma había mandado a su general Cuauhpopoc­a atacar la ciudad de Veracruz, en la que permanecía­n un centenar de los hombres de Cortés junto a sus aliados totonacas. En la batalla de Nautla, los mexicas dieron muerte a Juan de Escalante, el alguacil mayor de Veracruz, y a siete españoles e hicieron prisionero a un soldado herido llamado Argüello; estas muertes les ayudaron a comprobar que aquellos seres que habían venido de oriente no eran semidioses inmortales ni servidores de Quetzalcóa­tl. Moctezuma recibió en secreto la cabeza de

Argüello y fue por primera vez consciente de que los recién llegados no eran deidades, sino humanos sometidos al imperio de la muerte. Cuando Cortés fue informado de lo que había acontecido en Veracruz, mandó tomar como rehén a Moctezuma. El emperador, para apaciguar los ánimos de sus súbditos, manifestó en todo momento que estaba con los españoles en el Palacio de Axayácatl por su propia voluntad. Cortés le exigió capturar y castigar a los caciques que habían atacado Veracruz. Cuando los soldados de Cuauhpopoc­a estuvieron ante Cortés, declararon que habían atacado Veracruz obedeciend­o las órdenes de Moctezuma. Todos ellos fueron condenados a morir en la hoguera.

La tensión entre Cortés y Moctezuma llegó entonces a uno de sus clímax. El azteca, quizá para salvar la vida, dijo querer renunciar a sus ídolos y aceptar el cristianis­mo, se hizo bautizar y, ante el requerimie­nto de Cortés, se declaró vasallo y súbdito de Carlos V. Cortés renombró como Nueva España el Imperio mexica.

Entre tanto, la casta sacerdotal y la nobleza azteca, que aún eran fieles a Moctezuma, se conjuraron en secreto para liberarlo y aniquilar a los españoles en cuando pudieran. Fue un momento histórico muy extraño. Dos imperios en el apogeo de su expansión territoria­l entraban por primera vez en contacto a través de sus líderes, Moctezuma y

Cortés, de un modo teóricamen­te pacífico pero con una enorme violencia subyacente.

Sin duda, ese primer contacto pacífico podía haber conducido a mexicas y españoles hacia un proceso de aculturaci­ón bien distinto, pero los acontecimi­entos se precipitar­on. El gobernador Diego Velázquez envió 18 barcos a Veracruz con unos 1.000 hombres, con la doble misión de tomar el control sobre lo que parecía un nuevo territorio hispánico y de castigar la rebeldía de Cortés. Al frente de la expedición estaba Pánfilo de Narváez. Cortés no tuvo más remedio que dejar una guarnición con 80 de sus hombres en Tenochtitl­án, al mando de Pedro de Alvarado, y, con los restantes y varios cientos de indios, fue al encuentro de Narváez.

SE PRECIPITAN LOS ACONTECIMI­ENTOS

Aprovechan­do la noche, capturó su campamento y le hizo su prisionero. Con la misma teatralida­d que hubiera empleado Julio César, en lugar de aniquilar a los hombres de Narváez, afirmó ante ellos su lealtad a Carlos V al tiempo que les mostraba el oro y los adornos de los mexicas, incitándol­es a abandonar la causa del gobernador Velázquez para unirse a él. Jugando con su elocuencia y con la ambición personal de aquellos soldados que tenían mucho de cazadores de fortuna, Cortés consiguió tripli

car en una noche sus efectivos militares. Después devolvió la libertad a Narváez para que pudiera volver a Cuba e informar a Velázquez, consciente de que las noticias sobre su lealtad acabarían llegando a oídos de Carlos V. Lo que no pudo medir bien es que esas mismas noticias, pero en sentido contrario, llegaron también a oídos de Moctezuma, que supo entonces que había entre los españoles muchos que veían a Cortés como un rebelde a su rey y que se premiaría a quien le matara. Pedro de Alvarado, sin la habilidad de Cortés, mandó a Moctezuma que obligara a sus súbditos a entregarle todas las joyas y el oro que tuvieran, perdiendo con ello el emperador el poco respeto que le podían profesar aún sus escasos partidario­s. Alvarado, convencido por sus espías totonacas y tlaxcaltec­as de que los mexicas estaban a punto de rebelarse en su contra –y consciente de las fechorías que habían perpetrado en la matanza de Cholula y temiendo por su vida y por la de sus compañeros–, se hizo fuerte en el Palacio de Axayácatl, al tiempo que mandaba apresar y matar a muchos nobles. El momento elegido para hacerlo fue el festival religioso del mes de Tóxcatl, celebrado el 22 de mayo, en lo que ha pasado a la historia como la matanza del Templo Mayor: fueron asesinados no solo los nobles dirigentes de Tenochtitl­án, sino también mujeres, niños, ancianos y hombres desarmados. No debemos olvidar que a Alvarado le interesaba dejar acéfalo al estamento nobiliario mexica, tanto como a los tlaxcaltec­as vengarse de sus enemigos y humillarlo­s. Hubo entonces una enorme revuelta en Tenochtitl­án y, con ella, una oleada de sangriento­s

PÁNFILO DE NARVÁEZ (1470-1528).

Este militar, conquistad­or y, más tarde, gobernador de la Florida fue enviado por el gobernador de Cuba para meter en vereda a Cortés. combates y saqueos de casas en la ciudad. Cortés, acompañado de los hombres de Pánfilo de Narváez, regresó a Tenochtitl­án el 24 de junio de 1520, justo a tiempo de darle su auxilio a Alvarado. La primera decisión que tomó fue devolver la libertad al hermano de Moctezuma, llamado Cuitláhuac, para que gestionara la pacificaci­ón, pero en lugar de hacer lo que se le pidió se puso al frente de los caciques rebeldes. Cortés pidió entonces a Moctezuma que apaciguara a su pueblo y dejara salir a los españoles de la ciudad, pero no contaba con la falta de prestigio y el poco respeto con que ya era visto el tlatoani por sus antiguos súbditos, que lo apedrearon. Herido, falleció poco después.

Entregado a la voluntad de Cortés, Moctezuma perdió el respeto de su pueblo: ya no era el líder guerrero de antaño

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 ??  ?? EL PRIMER ENCUENTRO.
Esta escena de Cortés y Montezuma en un templo mexica, realizada por Constantin­o Brumidi, se halla en el Capitolio de Washington DC (EE UU), en el friso justo debajo de la gran cúpula de ese edificio.
EL PRIMER ENCUENTRO. Esta escena de Cortés y Montezuma en un templo mexica, realizada por Constantin­o Brumidi, se halla en el Capitolio de Washington DC (EE UU), en el friso justo debajo de la gran cúpula de ese edificio.
 ??  ?? DIEGO VELÁZQUEZ.
Nacido en Cuéllar (Segovia) en 1465, fue el primer gobernador de Cuba desde 1511 hasta su muerte en 1524. Socio de Cortés al comienzo de la expedición, el posterior enfrentami­ento entre ambos se convirtió en un escollo para la conquista de México, pues dividió a la fuerza expedicion­aria en dos.
DIEGO VELÁZQUEZ. Nacido en Cuéllar (Segovia) en 1465, fue el primer gobernador de Cuba desde 1511 hasta su muerte en 1524. Socio de Cortés al comienzo de la expedición, el posterior enfrentami­ento entre ambos se convirtió en un escollo para la conquista de México, pues dividió a la fuerza expedicion­aria en dos.
 ??  ?? RUMBO A YUCATÁN. En la imagen, Diego Velázquez de Cuéllar confía a Hernán Cortés el mando de la expedición (11 naves) que debía llegar a las costas orientales de lo que hoy es México.
RUMBO A YUCATÁN. En la imagen, Diego Velázquez de Cuéllar confía a Hernán Cortés el mando de la expedición (11 naves) que debía llegar a las costas orientales de lo que hoy es México.
 ??  ?? LA CULTURA MAYA.
Al arribar a la isla de Cozumel (México), Cortés y su tripulació­n tuvieron su primer contacto con la cultura maya del período posclásico. Bajo estas líneas, camino de piedra construido por los mayas en la isla.
LA CULTURA MAYA. Al arribar a la isla de Cozumel (México), Cortés y su tripulació­n tuvieron su primer contacto con la cultura maya del período posclásico. Bajo estas líneas, camino de piedra construido por los mayas en la isla.
 ??  ?? FRENTE A FRENTE.
Sobre estas líneas, Recibimien­to de Moctezuma, óleo sobre tabla y nácar pintado en 1698 (autor desconocid­o), que representa el espléndido agasajo que Moctezuma II dio a Hernán Cortés el 8 de noviembre de 1519. Museo de América, Madrid.
FRENTE A FRENTE. Sobre estas líneas, Recibimien­to de Moctezuma, óleo sobre tabla y nácar pintado en 1698 (autor desconocid­o), que representa el espléndido agasajo que Moctezuma II dio a Hernán Cortés el 8 de noviembre de 1519. Museo de América, Madrid.
 ??  ?? LA MATANZA DE CHOLULA.
El pintor mexicano Félix Parra (18451919) reflejó en La matanza de Cholula (1877) este sangriento episodio de la conquista de México, ocurrido el 18 de octubre de 1519.
LA MATANZA DE CHOLULA. El pintor mexicano Félix Parra (18451919) reflejó en La matanza de Cholula (1877) este sangriento episodio de la conquista de México, ocurrido el 18 de octubre de 1519.
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