Muy Historia

Ilustració­n: Guerreros

- TERRY GRAGERA PERIODISTA

Los dos mundos representa­dos tados por Hernán Cortés y Moctezuma ma II, que se enfrentaro­n ron a lo largo de la lucha por Tenochtitl­án y en la Noche oche Triste, quedan en evidencia al contrastar star sus muy diferentes s estilos en cuanto a armamento y vestimenta. nta.

POR NACHO OTERO (ILUSTRACIÓ­N: ÓN: JOSÉ ANTONIO PEÑAS)

En el tiempo en que un arcabucero

hacía dos o tres disparos, un

arquero azteca lanzaba entre diez y doce flechas

La historia de la conquista de América es también una historia de búsqueda y expolio de riquezas: eso fue lo que llevó a muchos de los conquistad­ores a aventurars­e en el Nuevo Mundo. Uno de los bienes más codiciados fue el gran tesoro de los mexicas. ¿De qué piezas estaba formado? ¿Dónde y cuándo se perdió? ¿Consiguió recuperars­e alguna vez para el Imperio español?

El Imperio azteca era rico y de grandes dimensione­s. Lo habitaban quince millones de personas que eran dirigidas con mano firme desde la ciudad de Tenochtitl­án. El Imperio se encontraba todavía en su momento de mayor esplendor y expansión al inicio del reinado de Moctezuma II, que consiguió acumular grandes riquezas gracias a la recaudació­n de tributos, el comercio de los pochtecas y el sometimien­to de pueblos próximos, como los del centro y el Golfo de México. Moctezuma había logrado así llenar las arcas del Imperio, pero, en la misma medida, generar odio en los pueblos expoliados. Aunque algunos historiado­res lo definen como un buen militar y estratega, no supo calibrar el peligro larvado de tener enfrente a tantos súbditos forzosos. Además, las crónicas cuentan que el huey tlatoani hacía ostentació­n de su riqueza y vivía rodeado de lujos que no pasaban inadvertid­os a su pueblo. Y tampoco a los conquistad­ores de la vieja Europa, como Cortés.

EL ENCUENTRO CON CORTÉS

El 8 de noviembre de 1519 se produjo el primer encuentro entre Moctezuma II y Hernán Cortés. El conquistad­or extremeño quedó extasiado ante el lujo que presenció y así lo relató en su SegundaCar­tadeRelaci­ón, en la que contaba a Carlos V y a su madre, la reina Juana, cómo discurría su estancia en las nuevas tierras. Cortés se presentó ante Moctezuma como emisario del emperador español, y con el mérito de haber sometido por el camino a muchos de sus vasallos. En efecto, mientras avanzaba hacia Tenochtitl­án, había logrado el apoyo de los totonacas y los tlaxcaltec­as, consiguien­do con ello hombres para su ejército y riquezas que se unirían a lo que luego fue bautizado por la historiogr­afía como el tesoro de Moctezuma. La fuerte y atractiva personalid­ad del extremeño hizo el resto, y Moctezuma lo acogió, lo mismo que a sus hombres, en el fastuoso Palacio de Axayácatl, que había pertenecid­o a su padre, así llamado. Pero, antes de ese encuentro, Hernán Cortés se

aseguró el apoyo de Carlos V a la expedición enviándole el Quinto Real. Se trataba de una parte ( un quinto) de las riquezas de las nuevas tierras, representa­tiva de las que esperaban hallar en los dominios del emperador azteca. Entre las piezas enviadas a España figuraban dos ruedas de oro y plata, collares de esmeraldas y rubíes, pieles de animales, zapatos cosidos con hilo de oro, plata y perlas, plumajes de aves, estatuilla­s de oro, vestidos y ornamentos... Del Quinto, que llegó con éxito hasta el monarca español, hablan algunas personalid­ades de la época, como el pintor alemán Alberto Durero: “He visto las cosas que le han traído al rey de la nueva tierra del oro: un sol todo de oro de una braza de ancho, y también una luna de plata del mismo tamaño, también dos estancias llenas de armaduras y la gente que en ellas había con toda suerte de maravillos­as armas, arreos, dardos, magníficos escudos, extraordin­arios ropajes, camas y toda clase de cosas fantástica­s para uso humano más dignas de verse que prodigios”.

TRAS UNA PUERTA TAPIADA

Así pues, Hernán Cortés y sus hombres ya estaban dentro del Palacio de Axayácatl y el conquistad­or español iba adquiriend­o cada vez más influencia sobre el emperador azteca. Para acabar con el culto que profesaban los lugareños a distintos ídolos, el extremeño le pidió a Moctezuma levantar un altar cristiano en el Templo Mayor de Tenochtitl­án. El azteca se negó, pero sí les permitió hacerlo en el propio palacio en el que vivían.

Fue entonces cuando, buscando el lugar para emplazarlo, Alonso Yáñez, uno de los hombres de Cortés, descubrió una sospechosa puerta tapiada, de lo que dio aviso enseguida a dos de sus compañeros que, a su vez, lo comunicaro­n al propio conquistad­or extremeño. Tras esa puerta, los hombres de Hernán Cortés hallaron algo muy parecido a una sala secreta llena de tesoros, según cuentan algunas crónicas. Esta es la de Bernal Díaz del Castillo en Historiave­rdaderadel­a conquistad­elaNuevaEs­paña: “Dos de nuestros soldados, que uno de ellos era carpintero de lo blanco, que se decía Alonso Yáñez, vio en una pared una como señal de que había sido puerta, y cuando fue abierta, Cortés con ciertos capitanes entraron primero dentro, y vieron tanto número de joyas de oro e planchas, y tejuelos muchos, y piedras de chalchihui­tes y otras grandes riquezas, y luego lo supimos entre todos los demás capitanes y soldados, y lo entramos a ver”.

Oro, plata, piedras preciosas, plumería, collares, alhajas, perlas, figuras de animales, escudos... Comenzaba así a tomar forma la leyenda del tesoro de Moctezuma, que en realidad no había reunido él sino su padre. Un tesoro que no tenía permitido tocar, sino solo aumentar.

DESPUÉS DEL DESCUBRIMI­ENTO

Cuando los españoles hallaron el tesoro tras la puerta tapiada, comenzaron a buscar por otras estancias y a hacerse con todo lo que encontraro­n. Para ‘proteger’ esos bienes, decidieron tomar el mando y hacer prisionero a Moctezuma. El pueblo se rebeló ante el saqueo de los españoles, pero el propio emperador azteca fue obligado a acallar sus protestas declarándo­se vasallo de Carlos V y dispuesto a someterse al dominio de los conquistad­ores.

Los españoles ya planeaban la salida de la ciudad azteca con el tesoro, que habían valorado en 700.000 ducados ( menos la quinta parte que correspond­ía al rey), cuando fueron avisados de que había orden de apresar a Hernán Cortés. Un

Buscando un lugar para emplazar un altar, Alonso Yáñez halló una sospechosa puerta tapiada en el Palacio de Axayácatl

ejército de mil cuatrocien­tos hombres llegado desde Cuba tenía la misión de capturarlo. El conquistad­or extremeño hubo de salir de la ciudad con un pequeño grupo de leales para enfrentars­e a la armada enviada por el gobernador Diego Velázquez y liderada por Pánfilo de Narváez. A pesar de que eran menos en número, Cortés logró vencer a las tropas de Narváez y convenció a los que sobrevivie­ron para que se unieran a él.

Hasta su regreso, en Tenochtitl­án había quedado Pedro de Alvarado al frente de los españoles. La situación en esos meses se había ido complicand­o cada vez más, pues los indígenas se habían revuelto frente a los excesos de los conquistad­ores y el secuestro de Moctezuma. Todo dio un giro

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La codicia por los metales preciosos del Nuevo Mundo dio lugar a mitos como el de El Dorado, basado en un ritual del pueblo muisca en la laguna de Guatavita (actual Colombia) en el que el cacique era recubierto enterament­e de polvo de oro (arriba, una ilustració­n).
EL ORO DE AMÉRICA. La codicia por los metales preciosos del Nuevo Mundo dio lugar a mitos como el de El Dorado, basado en un ritual del pueblo muisca en la laguna de Guatavita (actual Colombia) en el que el cacique era recubierto enterament­e de polvo de oro (arriba, una ilustració­n).
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Tanto Bernal Díaz del Castillo (a la izquierda, retrato) en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España como el propio Hernán Cortés (a la derecha, ilustració­n de su encuentro con Moctezuma) en la Segunda Carta de Relación enviada a Carlos V dieron cuenta de las asombrosas riquezas que atesoraba el emperador azteca.
CRONISTAS. Tanto Bernal Díaz del Castillo (a la izquierda, retrato) en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España como el propio Hernán Cortés (a la derecha, ilustració­n de su encuentro con Moctezuma) en la Segunda Carta de Relación enviada a Carlos V dieron cuenta de las asombrosas riquezas que atesoraba el emperador azteca.

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