Muy Historia

La Noche Triste

Difícilmen­te un episodio de invasiones iba a tener un final pacífico, y mucho menos si esas dominacion­es estaban aliñadas de alianzas imposibles y odios heredados. Y así ocurrió con la conquista española del Imperio azteca: culminó con el triunfo de las t

- HENAR L. SENOVILLA PERIODISTA

El ocaso del imperio mexica o azteca, en 1521, está relacionad­o con varios de los episodios más cruentos de la conquista del Nuevo Mundo. Y con un nombre propio, más allá del de Hernán Cortés: Pedro de Alvarado. Alvarado, mano derecha del modesto hidalgo extremeño reconverti­do en uno de los principale­s descubrido­res españoles, era conocido por los indígenas como “el Sol”, Tonatiuh en náhuatl, debido a su peculiar cabello rubio, ondulado, y a su portentosa estatura, que les llevaba a tomarlo por un dios. Temido hasta por sus tropas, el también extremeño era valiente y un gran líder, aunque ambicioso, cruel y sanguinari­o. Y esa impronta marcaría el principio del fin del Imperio mexica, que llegaría de la mano de dos brutales matanzas, una por bando: la sangrienta masacre de indígenas de Tóxcatl y su respuesta, la funesta Noche Triste para las tropas españolas.

MOCTEZUMA ES ARRESTADO

Fue el 8 de noviembre de 1519 cuando Cortés, ya en la ciudad mexica, se encontró con Moctezuma. Por esos días llegaron cartas de la Villa Rica de la Vera Cruz informando de que Juan de Escalante

–capitán que Cortés dejó al mando de Veracruz– había muerto junto con seis capitanes a manos de los mexicas.

Seis días después de que los españoles llegaran a Tenochtitl­án, y con el pretexto de la muerte de sus hombres en Veracruz, hicieron prisionero a Moctezuma. Al amanecer, Cortés y cinco de sus capitanes (Pedro de Alvarado, Gonzalo de Sandoval, Juan Velázquez de León, Francisco de Lugo y Alonso de Ávila), junto a sus dos traductore­s, partieron armados al palacio del emperador. Cortés, por mediación de doña Marina, le narró los terribles hechos ocurridos en Cempoala y le pidió explicacio­nes por haber mandado atacar a unos aliados suyos. Y le dijo que por ello se lo llevaba al palacio de su padre, en donde los soldados le guardarían. Moctezuma gritó que él nunca había mandado tal cosa y que inmediatam­ente enviaría unos capitanes para averiguar qué habí a ocurrido exactament­e. Tras hablar con doña Marina y comprobar que le iban a detener de todas maneras, accedió a marchar con ellos. A Moctezuma le pusieron grilletes desde el primer día de su encarcelam­iento.

“Chimalpahi­n habla de prisión y aherrojami­ento. Apenas llegaron a México, a pesar de que no se les combatía, en seguida dispusiero­n que Moteuhczom­atzin fuera atado y encarcelad­o, encerrado en su casa por cárcel, y le pusieron unos hierros en los pies, y lo mismo fue hecho con su hermano Cacamatzin, el de Tezcuco, y con Itzcuauhtz­in, Tlacochcal­catl, regente mi

litar de Tlatilulco”. Tal acusación la hace fray Bartolomé de las Casas.

En el palacio no le faltó de nada al emperador: podía recibir visitas de sus súbditos y era atendido por sus criados y mujeres sin ningún problema ni oposición; pero esta maniobra de los españoles no habí a gustado nada a muchos militares y familiares del tlatoani. Moctezuma pedía a los suyos calma, ya que lo peor que le podía ocurrir era que se produjesen alborotos y levantamie­ntos en Tenochtitl­án en esos momentos. Pero todo se precipitar­ía unos meses después.

El 8 de noviembre de 1519, Hernán Cortés se vio por primera vez con el rey Moctezuma en la capital del Imperio azteca, Tenochtitl­án

LA TÓXCATL

Dentro del calendario indígena, una fecha tenía especial relevancia: la Tóxcatl o fiesta de la sequía. La Tóxcatl era considerad­a la celebració­n más importante del pueblo del Sol. Se desarrolla­ba entre mayo y junio y era la festividad en la que los mexicas loaban a sus dioses Huitzilopo­chtli, Tláloc y Tezcatlipo­ca con la intención de invocar las lluvias necesarias para fertilizar la tierra. Durante la Tóxcatl, las guerras estaban absolutame­nte prohibidas; antes al contrario: los nativos se centraban en honrar a sus dioses, mostrar sus mejores joyas y galas, cantar, tocar y bailar.

En mayo de 1520, en plena preparació­n de la Tóxcatl de ese año, Hernán Cortés tuvo que ausentarse de Tenochtitl­án, la ciudad-isla capital del Imperio azteca, para ir al encuentro de Pánfilo de Narváez, otro descubrido­r que había sido enviado a México con el objetivo de capturar al extremeño y poner orden en sus ínfulas invasoras. La persecució­n de Cortés se debía a que el expedicion­ario había hecho caso omiso de las órdenes del gobernador de Cuba y adelantado de la isla, Diego Velázquez, a la sazón responsabl­e de su misión en tierras centroamer­icanas, y en lugar de dedicarse a la exploració­n inicial encomendad­a estaba invadiendo pueblos por doquier.

Sin Cortés en Tenochtitl­án, la representa­ción española quedó bajo el mandato del capitán Pedro de Alvarado. Alvarado tenía dos encargos claros: por una parte, vigilar a Moctezuma II, el emperador azteca, que desde casi la llegada de los españoles se encontraba confinado, de forma presuntame­nte amistosa, en el palacio de su padre, Axayácatl, reconverti­do en cuartel español. Por otra, mantener la calma entre los mexicas, muy inquietos al no entender si la relación entre los españoles y ellos se orientaba hacia la alianza o hacia la dominación, y temerosos de lo segundo.

Pero, por motivos para los que hay diversas teorías, Alvarado decidió atacar a los indígenas en plena celebració­n de su fiesta principal y perpetrar una cruel masacre de la nobleza azteca allí congregada y, de paso, de todos cuantos se encontraba­n en el festejo.

Según afirma en sus memorias de guerra el compañero de tropa de Alvarado e historiado­r Bernal Díaz del Castillo, los tlaxcaltec­as y totonacas, aliados de los españoles y enemigos de los aztecas, habían informado a Alvarado de una supuesta rebelión de los fieles a Moctezuma aprovechan­do el ambiente relajado de la fiesta, la concentrac­ión de las primeras figuras indígenas y la ausencia de Cortés.

Por el lado de la historiogr­afía indígena, fuentes como el CódiceRamí­rez, el CódiceAubi­n o

la XIII Relación de Fernando de Alva Ixtlilxóch­itl culpan del sanguinari­o ataque a la simple codicia de las tropas españolas, su oscuro deseo de enriquecer­se robando las joyas y el oro a los centroamer­icanos, que lo tenían en abundancia. Un tercer motivo pudo ser el factor religioso. La Tóxcatl era una fiesta pagana, lo que implicaba hacer convivir en el Templo Mayor algunas figuras cristianas con los símbolos y ornamentos con los que los mexicas loaban a sus principale­s dioses, y ello contravení­a la expansión del cristianis­mo que supuestame­nte presidía todas las conquistas del Nuevo Mundo.

MATANZA EN EL TEMPLO MAYOR

Sea como fuere, cuando ya se había iniciado la fiesta y el gran patio del Templo Mayor se encontraba lleno de indígenas bailando y cantando, los españoles, con sus aliados totonacas y tlaxcaltec­as, se lanzaron sobre ellos, espada en mano. Hombres, mujeres y niños perecieron. Todos fueron asesinados. El patio se inundó de sangre mientras Alvarado y sus huestes robaban las joyas a los cadáveres de los danzantes.

La barbarie quedó bien descrita en los códices mexicas: “A algunos les acometiero­n por detrás; inmediatam­ente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraro­n la cabeza... y había algunos que en vano corrían: iban arrastrand­o los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos”; “Comenzaron a alancear y a herir cruelmente a aquella pobre gente. Lo primero que hicieron fue cortar las manos y las cabezas a los tañedores, y luego comenzaron a cortar sin ninguna piedad cabezas. Otros cortados por medio, otros atravesado­s y barrenados por los costados; unos caían luego muertos, otros llevaban las tripas arrastrand­o huyendo hasta caer”; “Cuando la (carnicería) acabó, los españoles tuvieron tiempo y sangre fría para entregarse al despojo de los cadáveres, entre los que había no pocos de mujeres y niños”. La terrible matanza causó conmoción e indignació­n entre los mexicas, especialme­nte por la alevosía con la que fue cometida, y encendió la mecha de una rebelión sin vuelta atrás.

En el patio del Templo Mayor, los españoles y sus aliados se lanzaron sobre los mexicas que cantaban y bailaban

LEVANTAMIE­NTO EN AUSENCIA DE CORTÉS

Frente al horror de aquella masacre, los aztecas tomaron sus armas y, por primera vez desde la llegada de los españoles, combatiero­n a los soldados de Carlos V y a sus aliados nativos. La lucha fue encarnizad­a y obligó a los hispanos a replegarse en el palacio- cuartel en el que permanecía retenido Moctezuma II mientras mandaban aviso a Cortés para que volviera de Veracruz y tomara el mando de la situación.

Tras los funerales de la nobleza asesinada durante la fiesta, de hecho, los mexicas trataron incluso de incendiar el acuartelam­iento de los españoles, pese a encontrars­e dentro su emperador, que ya poco les importaba. También lo cuenta Bernal Díaz del Castillo en sus escritos: “Y desde que amaneció, vienen muchos más escuadrone­s de guerreros, y vienen muy de hecho y nos cercan por todas partes los aposentos, y si mucha piedra y flecha tiraban antes, muchas más espesas y con mayores alaridos y silbos vinieron este día”.

A su regreso a Tenochtitl­án, Cortés pidió a Moctezuma II que pacificara a su pueblo, pero no contaba con que el emperador ya no era una autoridad a ojos del mismo, que lo considerab­a un traidor por la ambigua relación que había establecid­o con el jefe de los españoles y sus tropas, hasta tal punto que les daba igual que muriera.

LA MUERTE DE MOCTEZUMA II

Si múltiples son las teorías para explicar los motivos que llevaron a Alvarado a perpetrar los asesinatos de la Tóxcatl, no menos variadas son las que dan razón de la muerte de Moctezuma II. Las crónicas españolas afirman que el emperador, tras solicitarl­e Cortés que intercedie­ra por las tropas hispanas y en un intento de calmar los ánimos, se asomó a la azotea del palacio instando a sus seguidores a retirarse. La muchedumbr­e lo inter

 ??  ??
 ??  ?? DESOLACIÓN. El cuadro de Manuel Ramírez Ibáñez La noche triste de Hernán Cortés (1890) recrea la versión clásica de las fuentes españolas sobre este episodio luctuoso, con el extremeño llorando abatido tras su huida de Tenochtitl­án y la Malinche intentando consolarlo.
DESOLACIÓN. El cuadro de Manuel Ramírez Ibáñez La noche triste de Hernán Cortés (1890) recrea la versión clásica de las fuentes españolas sobre este episodio luctuoso, con el extremeño llorando abatido tras su huida de Tenochtitl­án y la Malinche intentando consolarlo.
 ??  ?? CAMBIO DE RUMBO.
Pese a que el encuentro inicial de Cortés y el tlatoani (abajo, ilustració­n) fue amigable, las cosas se torcieron en torno a la fiesta de la sequía o Tóxcatl, que se celebraba entre mayo y junio (a la derecha, su símbolo en un calendario azteca del Códice Tovar).
CAMBIO DE RUMBO. Pese a que el encuentro inicial de Cortés y el tlatoani (abajo, ilustració­n) fue amigable, las cosas se torcieron en torno a la fiesta de la sequía o Tóxcatl, que se celebraba entre mayo y junio (a la derecha, su símbolo en un calendario azteca del Códice Tovar).
 ??  ??
 ??  ?? DIOS DE PIES DE BARRO.
Los mexicas llamaban “el Sol” al cruel Pedro de Alvarado (1485-1541; arriba, retratado por Tomás Povedano) por su inusualmen­te elevada estatura y su cabello rubio y ondulado.
DIOS DE PIES DE BARRO. Los mexicas llamaban “el Sol” al cruel Pedro de Alvarado (1485-1541; arriba, retratado por Tomás Povedano) por su inusualmen­te elevada estatura y su cabello rubio y ondulado.
 ??  ?? UNA SITUACIÓN INSOSTENIB­LE.
Tras la matanza de las élites aztecas y de ancianos, mujeres y niños ordenada y ejecutada por Alvarado en el Templo Mayor, era cuestión de tiempo que llegara la venganza contra los españoles, y llegó en la Noche Triste (xilografía coloreada, s. XIX).
UNA SITUACIÓN INSOSTENIB­LE. Tras la matanza de las élites aztecas y de ancianos, mujeres y niños ordenada y ejecutada por Alvarado en el Templo Mayor, era cuestión de tiempo que llegara la venganza contra los españoles, y llegó en la Noche Triste (xilografía coloreada, s. XIX).
 ??  ?? REY MUERTO, REY PUESTO.
En el grabado coloreado de la izquierda, Moctezuma cae abatido en la terraza de palacio por las pedradas de sus propios súbditos. Le sucedió su hermano Cuitláhuac, retratado en el grabado que aquí vemos.
REY MUERTO, REY PUESTO. En el grabado coloreado de la izquierda, Moctezuma cae abatido en la terraza de palacio por las pedradas de sus propios súbditos. Le sucedió su hermano Cuitláhuac, retratado en el grabado que aquí vemos.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain