Muy Historia

La historiado­ra británica analiza en su obra las trayectori­as vitales de cuatro reinas de la Inglaterra medieval que desafiaron la mentalidad y tradición patriarcal de la época para ejercer el poder.

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FERNANDO COHNEN PERIODISTA

¿ Por qué titula su libro Lobas, un concepto tan despectivo para las mujeres?

En una de sus obras, Shakespear­e pone en boca de Ricardo de Plantagene­t la descripció­n que hace de Margarita de Anjou, a quien describe como loba («loba de Francia, pero peor aún que los lobos de Francia, tu lengua envenena más que un colmillo de serpiente » ) . Es un término muy despectivo y muy crítico, pero me parece que captura algo muy importante sobre el poder femenino y sobre cómo era percibido en aquella época, como algo monstruoso. Las que llegaban a ejercer el poder siempre fueron vilipendia­das y señaladas como lobas. Ellos eran los que tenían que ejercer el poder, encabezar a sus huestes en la batalla, legislar y ser jueces, actividade­s que normalment­e no recaían en manos de las mujeres. Sin embargo, a pesar de la mentalidad imperante en la época, algunas reinas inglesas desafiaron a la sociedad ejerciendo el poder.

El agitador protestant­e John Knox fue uno de los que cargó con más fiereza contra las mujeres que pretendían gobernar. Decía que era repugnante que se promoviera el poder de las mujeres.

La denuncia explícita del derecho de las mujeres a gobernar apareció a mediados de 1550 y, en efecto, el caso más conocido fue el de Knox, que denunció a las tres mujeres católicas que pretendían frenar la Reforma religiosa (protestant­e) en la que él creía con fervor. En Escocia, la reina María de Guisa gobernaba la tierra natal de Knox; en los Países Bajos, María, reina de Hungría, actuaba como regente en nombre de su hermano, el emperador Carlos V, y en Inglaterra, María Tudor ocupaba el trono mientras trataba de restaurar la autoridad

Esta historiado­ra especializ­ada en la Inglaterra medieval, profesora y miembro del Sidney Sussex College de la Universida­d de Cambridge, ha estado nominada al premio Samuel Johnson de No Ficción y ha ganado el premio English Associatio­n´s Beatrice White, uno de los galardones más destacados de la literatura inglesa. Además de sus artículos y libros especializ­ados, Helen Castor ha presentado programas de radio y televisión, incluida una serie documental basada en el libro que ahora presenta en España. de Roma. Knox pensaba que el gobierno de las mujeres era algo antinatura­l, y publicó sus feroces críticas seis meses antes de que Isabel I llegara al trono. Curiosamen­te, cuando esta fue coronada, este agitador trató de limitar las consecuenc­ias que eso podría acarrearle, escribiend­o a la propia reina para explicarle que su crítica no la incluía a ella, dado que su poder se lo había otorgado Dios y por tanto era legítimo. Pero Isabel no se dejó impresiona­r.

Imagino que estas críticas también las sufrieron otras reinas de la Antigüedad como Cleopatra o las romanas Livia y Mesalina, que fueron tratadas brutalment­e por los cronistas de la época por el simple hecho de ser mujeres.

En el caso de Knox, sus críticas se inspiraban en ideas y conceptos de la Biblia, como el que afirmaba que las mujeres eran la causa de la ruina de los hombres. Pero sí hay ciertos elementos comunes en las críticas a las mujeres del medievo y de otras etapas históricas, que se centraban en aspectos como su percibida fragilidad, su menor racionalid­ad con respecto a los hombres, su inutilidad en el campo de batalla, su naturaleza débil o su supuesta tendencia a la promiscuid­ad.

Las vidas de las cuatro protagonis­tas de su libro parecen el guión de un folletín televisivo. Están cargadas de complots, violencia, traiciones, sexo...

Por eso me gustan tanto sus vidas [ risas]. Hay una enorme cantidad de drama en las historias de los reinos medievales. En aquella época, el poder real y el gobierno estaban muy relacionad­os con el ámbito personal. De hecho, si he elegido las historias de estas cuatro reinas [ n el libro, la autora también analiza los reinados de María Tudor e Isabel I] es porque eran muy intensas y muy dramáticas. Al ser las monarquías hereditari­as, el drama dinástico aparecía constantem­ente.

¿ Cuál de todas estas mujeres le ha fascinado más?

Me gustan todas, aunque de diferentes maneras. Pero debo reconocer que la vida de Leonor de Aquitania me resulta especialme­nte fascinante. Tuvo una vida muy larga. Murió a los ochenta años, lo que no era común en aquella época. Y en ese período de tiempo tuvo todo tipo de experienci­as. Se casó con el rey de Francia Luis VII, le acompañó en la Segunda Cruzada, permanecie­ndo en la corte de su tío Raimundo de Poitiers, con el que mantuvo

relaciones íntimas, según decían los rumores. Años después, logró la anulación de su matrimonio con Luis VII y se casó con Enrique II de Inglaterra. En parte gracias a ella, en 1167 buena parte de Normandía e Inglaterra formaban un solo imperio.

Leonor de Aquitania fue una mujer cultísima e inteligent­e, aunque muy criticada en su época. Algunos cronistas la retrataron como una especie de prostituta de lujo.

Como usted dice, Leonor fue una mujer muy cultivada que impulsó las artes y reunió en su corte a grandes trovadores. Los cronistas de la época eran monjes sujetos a la disciplina de la Iglesia y, para ellos, aquella reina era una mujer pecadora. Esos cronistas no podían entender la vida independie­nte de Leonor, sus relaciones íntimas con su tío y con otros hombres o su apoyo a los trovadores. Era una mujer que estaba fuera de los parámetros de su época. Su conducta, en opinión de sus críticos, iba en contra del orden natural de las cosas.

Otra protagonis­ta de su libro es Isabel de Francia, que contrajo matrimonio en 1308 con Eduardo II de Inglaterra ( nieto de Leonor de

Uno de los preferidos de Eduardo II fue Pedro Gaveston de Gascuña, quien ocupó el lugar del rey tanto en asuntos privados como públicos. Su influencia en la corte era tan grande que los nobles comprendie­ron que el rey era incapaz de gobernar por sí mismo. Fue incapaz de evitar la guerra civil a la que se enfrentó su reino. Isabel se convirtió en la consejera de su marido, pero la llegada de un nuevo favorito, Hugo Despenser, empeoró la situación de la corona. Isabel unió sus fuerzas con las de su supuesto amante Roger Mortimer para dirigirlas contra su marido

Eduardo, al que derrocó. Demostró que una mujer podía gobernar legítimame­nte un país.

La cuarta mujer de la que usted habla en su libro es Margarita de Anjou. ¿Qué singularid­ad presenta esta reina, a su juicio?

Pues que no estaba llamada a ser reina y finalmente reinó durante un tiempo en lugar de su marido, el rey Enrique VI de Inglaterra, un hombre depresivo que entró en estado catatónico cuando perdió el dominio de Gascuña. Margarita siempre estuvo rodeada de enemigos que trataban de eliminarla, pero ella nunca se rindió. Fue una mujer fuerte que luchó contra todos los que se enfrentaro­n a ella. Una vez falleció su marido, se retiró al castillo de Dampierre, donde murió en 1482.

Su libro se ha convertido en una serie documental de Netflix. ¿La televisión es un buen medio para divulgar la historia?

La televisión es un u medio estupendo para divulgar la historia. h Yo trato de ofrecer la realida realidad del pasado utilizando todas las f fuentes documental­es disponible­s, a así como los escenarios reales donde trascurrie­ron esos hechos histórico históricos. Pero siempre hay ciertas limitacio limitacion­es cuando centramos nuestro trabajo trab en el medievo, ya que no hay d demasiada informació­n, ni muchos documentos de la época a los que acudir. Las fuentes son escasas, no tenemos cartas ni diarios que nos d den informació­n sobre cómo viviero vivieron en realidad. Tampoco hay pintur pinturas ni retratos fidedignos de los personajes per que presentamo­s, aunque sí magníficos dibujos de caballeros y reyes en antiguos códices realizados realizado por monjes.

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