LOS BARCA, LA FAMILIA QUE DOMINÓ HISPANIA
La familia bárquida fue una de las más importantes en la historia antigua de Hispania. La caracterización de esta familia es que fueron auténticos príncipes hispanos con un alto grado de fidelidad por parte de sus tropas, ya que fue un clan cuya base fundamental y modelo socioeconómico eran la milicia y la guerra. Uno de los comandantes más importantes que tuvo esta familia fue Aníbal, nacido en Cartago en el año 247 a.C. Contaba con apenas veinticinco años cuando su cuñado Asdrúbal murió y las tropas cartaginesas lo eligieron general. Haciendo gala de su gran espíritu militar y gran conocedor de las tácticas de combate, llegó a convertirse en el más temible enemigo de Roma. Gran conocedor de las tácticas militares helenísticas, Alejandro Magno fue su modelo a seguir, el más alto ejemplo de líder militar y político con un carisma personal capaz de afrontar los más graves peligros y vencer a los más terribles enemigos, sobrepasando cualquier barrera geográfica. Y así fue: hasta la aparición de Aníbal, la guerra en el Mediterráneo occidental se solventaba según las tradiciones o los patrones territoriales y los conflictos armados eran solucionados mediante confrontamientos terrestres en torno a una determinada ciudad o un punto estratégico, pero Aníbal rompió todos los esquemas conocidos con el manejo de tácticas militares complejas. Los Barca inventaron, en definitiva, una forma de guerra moderna con la ejecución de proyectos estatales a gran escala, que exigía diversas fórmulas de acción y relación con los pueblos afectados.
Si seguimos el relato de Tito Livio, cuenta que, iniciado el camino de Aníbal y sus tropas hacia la península itálica, a la altura del Ebro tuvo un sueño famoso ( Livio, XXI, 22, 5- 9), fruto sin duda alguna de la propaganda agitada por su círculo más cercano para, de esta forma, quedar asociado el propio Aníbal a los dioses y situar la guerra contra Roma bajo la legitimación de un mandato divino.
fueron continuas (incluso las propias disputas entre los romanos, en el seno de las guerras civiles entre políticos y militares de la República, se produjeron en tierras peninsulares). Durante el gobierno de Octavio Augusto se producen los enfrentamientos más cruentos y feroces contra los pueblos cántabros y astures. Finalmente, Roma impone su victoria sobre todo el territorio en el año 19 a. C., terminando con ello largos años de guerras y conquistas.
Las claves del éxito de Roma estuvieron en liderar y aprovechar los organismos políticos y culturales capturados, integrándolos con mil recursos a su poderoso Imperio; una complicada integración o digestión basada en un equilibrio entre continuidad de las realidades indígenas heredadas y los cambios que fueron progresivamente imponiéndose para sustentar el perfecto equilibrio de la enorme maquinaria imperial. Esto es lo que tradicionalmente ha venido a llamarse la “romanización”, y que sabemos hoy en día que no supuso una ruptura drástica de las realidades culturales y políticas provinciales.
Tras la conquista definitiva del territorio peninsular, Roma obtuvo, además de los recursos minerales, lo que ellos consideraban las mejores tierras de labor de todo el Imperio. Una vez las tierras eran conquistadas, estas eran repartidas entre los nuevos colonos, organizándose los terrenos a través de centuriaciones: lotes de tierra de dimensiones determinadas e igualitarias. La conquista de la península hizo que grandes extensiones de territorio pasaran a ser propiedad del Estado romano ( agerpublicus). En ellas se explotaba principalmente cereal y olivar, produciéndose un comercio importante de trigo o harina y aceite. Existe en Roma una colina conocida como el Monte Testaccio que se originó como consecuencia de los vertidos de ánforas –procedentes en su gran mayoría de la provincia hispánica de la Bética– que servían para transportar y contener aceite de oliva. Se puede deducir por tanto la gran magnitud del comercio generado por el cultivo del olivo en Hispania, que llegó a ser el producto estrella que más abundaba y que durante un tiempo más prolongado se impuso en nuestro territorio; producto que sigue siendo hoy en día un recurso importante para gran parte del sur de España, después de 2.000 años.
CARTAGO ES DESTRUIDA.
Fue en el año 146 a.C., cuando las tropas romanas al mando de Escipión el Joven asaltaron, incendiaron y arrasaron la gran ciudad púnica.