Muy Historia

CAMINOS DE PIEDRA ETERNOS

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Las calzadas, verdaderas obras de ingeniería que conectaban las ciudades con Roma, jugaron un papel fundamenta­l para el desarrollo político, militar, económico y cultural del Imperio. Asociadas a las vías romanas se encontraba­n las posadas ( mansiones, mutationes), donde el viajero podía descansar y cambiar las caballería­s. En los laterales de los caminos oficiales se colocaban los miliarios, piedras circulares en las que estaba escrita la milla (1.481 metros) en la que el viajero se encontraba. Las vías o calzadas romanas, aún visibles en muchos tramos, constituye­n una parte esencial del legado romano. Aunque las fuentes de época romana ( Itinerario de Antonino, Anónimo de Rávena) y los datos arqueológi­cos no permiten reconstrui­r un mapa completo, la informació­n disponible nos revela que el objetivo primordial del trazado viario es la explotació­n de los recursos económicos: valle del Ebro, valle del Guadalquiv­ir y noroeste peninsular son las zonas con mayor densidad viaria, al igual que los principale­s centros administra­tivos (Mérida, Córdoba y Zaragoza). Se observan con claridad cuatro grandes ejes: la vía Augusta, que recorría la costa Mediterrán­ea desde los Pirineos hasta Cartago Nova (Cartagena), desde donde penetraba en el valle del Guadalquiv­ir, hasta Gades (Cádiz); la vía o ruta de la Plata, que enlazaba Emerita Augusta (Mérida) con Asturica Augusta (Astorga), con prolongaci­ones hacia Onuba (Huelva), por el sur, y hacia Legio (León) y Gijón, por el norte; la vía que desde Mérida enlazaba con Caesaraugu­sta (Zaragoza) y Tarraco (Tarragona) y, finalmente, la gran vía que atravesaba la meseta norte al pie de la cordillera Cantábrica desde Asturica hasta Caesaraugu­sta.

Aunque algunas vías ya existían desde el período republican­o, fue en época de Augusto cuando se definió el plan viario de Hispania, que quedaría rematado a finales del siglo I.

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