Plenamente romana.
AURORA ESTEBAN HISTORIADORA
BATALLA DE FARSALIA.
Librada el 9 de agosto de 48 a.C. entre Cayo Julio César y sus aliados y el ejército republicano bajo el mando de Cneo Pompeyo Magno, esta batalla suele considerarse decisiva para el fin de la República y el comienzo del Imperio. Aquí la vemos recreada en un grabado de 1866 (con Pompeyo en primer término), y en la página 69, en una miniatura medieval francesa.
LECCIONES DE UN GRAN ESTRATEGA.
Sertorio explicó a las tropas lusitanas las ventajas de la guerra de guerrillas con el famoso “ejemplo de los dos caballos” (abajo, en un grabado). Hizo que un hombre robusto tirara de la cola de un caballo flaco y viejo como para arrancarla y que un hombre menudo fuera arrancando una a una las cerdas de la cola de otro caballo fuerte y lozano: el primero no logró nada mientras que el segundo dejó la cola limpia de cerdas.
Afines del siglo II a. C., la grave crisis de la República romana afectaba a todos los frentes. El Senado veía el predominio de sus miembros más conservadoramente reaccionarios, la corrupción era general en la administración, las capas populares habían perdido todos los beneficios conseguidos en la etapa de los Gracos y el ejército se hallaba desmoralizado. Además, grandes contingentes de bárbaros ( cimbrios y teutones) amenazaban las fronteras del noroeste, y Roma no conseguía dar fin a las guerras norteafricanas contra Yugurta. Aprovechando esta coyuntura, se sucedían las rebeliones de celtíberos y lusitanos, controladas in extremis por los ejércitos romanos. De las campañas de Cayo Valerio Flaco se recuerda la matanza de hasta 20.000 celtíberos, la destrucción de varias ciudades y la venta de poblaciones completas como esclavos.
Los indígenas que no conseguían tierras en los repartos no veían más salida que trabajar en las explotaciones mineras para los publicanos ( arrendadores) romanos, o integrarse en el ejército romano como unidades auxiliares. Durante el siglo I a. C., Hispania se vio envuelta en los conflictos civiles del fin de la República, pues no fue ajena a las disputas políticas y militares desatadas en el Senado. Cuando, en el año 83 a. C., Quinto Sertorio se enfrentó al partido de los optimates o aristócratas encabezado por Lucio Cornelio Sila, su futuro político quedó sellado definitivamente.
Al dirigirse a la Hispania Citerior – donde ya había servido como tribuno militar entre los años 97 y 93 a.C.– como nuevo gobernador, Sila había nombrado a otro en su lugar. Desde Cartagena, Sertorio se dirigió a Mauritania y, gracias a sus contactos, consiguió apoyos y seguidores para su lucha en Hispania. En el año 80 a. C., con el apoyo incondicional de los lusitanos, algunos pueblos celtíberos y otras comunidades –además de todos los que huían de las proscripciones silanas–, encabezó las llamadas Guerras Sertorianas ( 82- 72 a. C.).
SERTORIO Y PERPENNA
A sus conocimientos como estratega romano unió su práctica en la guerra de guerrillas, poniendo en jaque de este modo a los ejércitos de Quinto Cecilio Metelo Pío, el gobernador de la Ulterior. Pero Sertorio no se limitó tan solo a enfrentarse a Roma en una guerra civil, sino que organizó el territorio hispano como una provincia independiente, estableciendo todo un sistema de gobierno con capital en Osca ( Huesca). Sertorio contaba con la devoción de los hispanos, que le veían como el protegido de los dioses – sobre todo cuando aparecía acompañado de una cierva blanca amaestrada–, y él les trataba de modo afa
Sertorio combinó sus conocimientos como estratega con su práctica en la guerra de guerrillas