1961: LA GALERNA MÁS EXTENSA
La previsión meteorológica para el miércoles 12 de julio de 1961 se quedó corta. No pudo prever la ciclogénesis explosiva que se iba a desencadenar de madrugada y que afectaría a una gran extensión de costa.
La mala mar se llevó la vida de 83 pescadores desde Finisterre, en Galicia, hasta el cabo Higuer, en Hondarribia, Gipuzkoa. Los vientos alcanzaron súbitamente los 150 kilómetros por hora, el mercurio bajó 9 grados de temperatura y los barómetros se volvieron locos. Se dieron olas de más de 10 metros, vientos de hasta 150 kilómetros por hora y condiciones extremas que se prolongaron cerca de tres días. El resultado, estremecedor: más de 21 pesqueros hundidos.
El desastre golpeó con especial ferocidad a Galicia ( 34 muertos) y Asturias ( 23). Euskadi registró 15 arrantzales fallecidos y Cantabria 11 pescadores muertos. Dejaron en total 53 viudas y 126 huérfanos.
Juan Manuel Wes, exdirector de La Voz de Avilés y uno de los mayores expertos asturianos en materia de pesca, explica que la alta siniestralidad hizo que los ingenieros navales replantearan sus diseños. « Se erradicaron los barcos con máquinas de vapor en el Cantábrico y esto provocó que las autoridades públicas españolas de la época se tomaran más en serio las predicciones meteorológicas » .
UN BALANCE DE VÍCTIMAS DESALENTADOR
Volvamos a aquel fatídico 12 de agosto. Durante toda la noche, la gente se agolpó en los muelles de los puertos en busca de noticias. Hubo también quien se acercó a acantilados como el de la Talaia, en Bermeo, para ver si atisbaba luces entre la densa neblina que cubría el horizonte del Cantábrico. A oscuras, ojeando la mar encrespada, las mujeres tenían la esperanza de ver las lanchas de sus maridos regresando a casa. Otras, resignándose a aceptar que tendrían que criar a sus hijos solas, corrieron por el pueblo dando gritos desesperados y rotas de dolor.
Al día siguiente, la prensa vizcaína y guipuzcoana hacía referencia a « vidas y embarcaciones inmoladas » y a « escenas de desesperación y de locura » . El periódico ElLiberal, al cierre de su edición, decía así: « Otra vez la galerna maldita ha inmolado la sangre de los pobres pescadores de Bermeo » . Nada se sabía de otros pueblos.
Se suspendieron las fiestas patronales programadas para esa semana, y el color negro se apoderó de las calles y de las prendas de los vecinos en señal de duelo.
Faltaban embarcaciones de las que no se tenía noticia desde el día anterior y, desesperados, los alcaldes y las autoridades locales de los pueblos que se vieron sacudidos por la tragedia enviaron telégrafos intercambiando los nombres de los desaparecidos.
El resultado final fue dramático: habían perecido 143 marineros. De los pescadores fallecidos, 16 procedían de Lekeitio, 8 de Elantxobe y 3 más de Ondarroa.
La galerna asoló especialmente Bermeo, que perdía a 116 hombres, más de un 1% de la población total del municipio en aquel momento.
HOMENAJE A LOS QUE NO PUDIERON VOLVER.
Cada 12 de agosto, los familiares de Juan Daniel Eskurza rinden homenaje a los náufragos lanzando una rosa a las aguas del Cantábrico. De izquierda a derecha, Mariasun Eskurza, Joseba Salinas y Aurora Eskurza.
La artista plástica y escritora Margarita Gil Roësset (Madrid, 1908-1932) fue de una modernidad y precocidad abrumadoras. Perteneciente a la alta burguesía, recibió una educación exquisita bien alejada de la habitual en las mujeres de la época: música, idiomas, escultura, dibujo, pintura, física, matemáticas y viajes por Europa. Destaca sobre todo en la escultura: fue una de las primeras mujeres en esculpir en piedra, donde proyecta su mayor expresividad adaptándose a los parámetros centroeuropeos del realismo cercano al expresionismo. En la actualidad quedan 16 esculturas y 80 dibujos suyos. Su obra Adán y Eva fue aceptada en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes en 1930, donde volvería a exponer en 1932. Ese mismo año, conoce a Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez (este y el padre de Marga habían compartido clínica en el llamado ‘Sanatorio del Retraído’, una residencia para personas afectadas de trastornos nerviosos). Marga admira a Zenobia, traductora de Rabindranat Tagore, y ambas inician una gran amistad (casi veinte años después de la muerte de la artista, una foto cuelga encima del escritorio de Zenobia en Maryland: Marga). Mientras Zenobia posa para la escultora, conversan sobre sus intereses estéticos. Juan Ramón quiere ayudarla en su formación artística y deviene además su interlocutor poético. En 1932, Marga lo visita en su casa (poco sabemos de ese encuentro), le entrega su diario y se dirige a un hotel propiedad de sus tíos en Las Rozas, donde se dispara un tiro en la cabeza.
En 2015 se publica Marga, el libro que fija la imagen más conocida de la escultora, compilado y corregido por Juan Ramón. Este incluye las 68 páginas del diario de la artista (en que confiesa su amor imposible por Juan Ramón), fotos y dibujos de ella agregados por el poeta y sus propios poemas, con los que le rinde homenaje. Una mujer que se suicida por un amor no correspondido: sí, la artista declara en ellos su voluntad de morir por amor. Obligada a una vida estricta, insegura, sin confianza en sí misma, se aferra al amor por el poeta, convertido en un mito, ideal, símbolo de otra realidad que permite el gran deseo: proveer de libertad y mayoría de edad a la mujer, condenada a ser siempre de alguien, para alguien, y realizarse en el matrimonio.
LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL
Aquí entra el valioso libro de Begoña Méndez Heridasabiertas, un ensayo sobre los diarios íntimos de diez autoras: Marga no fue heroína romántica, sino artista y poeta. Una mujer que debe ser “desenterrada”, porque el gran dolor en sus cuadernos nace mucho antes de conocer a Juan Ramón. Sus palabras resultan de la educación sentimental, de la sujeción de las mujeres al mundo de las emociones. Amor idealizado por obligación, frente al malestar vital de no poder elegir ni hacer. La interpretación del diario como una carta de culpa y amor al poeta es romántica e insuficiente: « porque es la muerte, y no el amor, el gran tema de este diario», es decir, el lugar último de búsqueda de libertad. O, como Marga señaló en una entrevista en la revista Crónica, la voluntad definitiva de aproximarse al ideal y a lo simbólico, fuera de la realidad, pero lugar posible para la realización de los deseos de la mujer. « Yo intento siempre operar sobre mis esculturas de dentro a afuera. Es decir, trato de esculpir más las ideas que las personas. Mis trabajos, en cuanto a la forma, podrán no ser muy clásicos; pero por lo menos llevan el esfuerzo de querer manifestar su interior».