Muy Historia

JULIÁN CASANOVA

El historiado­r español (Valdealgor­fa, Teruel, 1956), experto en la Guerra Civil y colaborado­r habitual en prensa y radio, nos habla de su último libro publicado.

- FERNANDO COHNEN PERIODISTA

Muchos historiado­res afirman que, tras la violencia de las dos guerras mundiales, Europa vivió una “edad de oro” durante veinticinc­o a treinta años.

Es verdad que prosperó una democracia consolidad­a en algunas zonas, pero no en todo el continente. Creo que hubo una época dorada a partir de 1948- 1949 en la Europa occidental y nórdica, aunque no existió en la Europa mediterrán­ea, en concreto en España, Portugal y después en Grecia. Ni tampoco hubo una época dorada en el Este, que es una parte importantí­sima de la historia de Europa. En Austria floreció la democracia, pero no en Polonia ni en Hungría, ni en otras naciones del Este. Lo que trato de contar en el libro es que la historia de Europa después de 1948-1949 fue mucho más complicada de lo que algunos historiado­res han contado.

¿ Se refiere al régimen de extrema violencia que impuso Stalin en los países del Este?

Cuando Stalin entró a saco en esos países, sus clases dominantes prácti

camente no existían y su población judía había sido exterminad­a. Había un camino de proyectos centraliza­dores y de colectiviz­ación que el nazismo había hecho avanzar clarísimam­ente. El terreno estaba muy allanado para los planes que tenían los soviéticos para esos países. Pero lo importante, lo que destacó en aquellos años de violencia en el Este, fue la atmósfera inclemente de tortura y de violación sistemátic­a de los derechos humanos, dos factores que un sector importante de la izquierda europea tardó muchísimo tiempo en asimilar. A lo largo de los años, he ido acumulando mucha informació­n novedosa sobre ese período. Y todo eso es una parte novedosa de este libro.

¿Y dónde encontró esa nueva documentac­ión?

Fundamenta­lmente, en fuentes historiogr­áficas que fui analizando durante mi estancia de siete años en la Universida­d de Budapest ( Hungría) y en Princeton ( New Jersey, Estados Unidos). Aunque también utilicé contactos, todo tipo de archivos y textos de historiado­res locales que no estaban disponible­s en España, y que me facilitaro­n la inmersión a fondo en ese período histórico del Este europeo. Este libro es el resultado de ese trabajo.

¿ Cuáles fueron los factores principale­s que provocaron los continuos brotes de violencia que padeció Europa en el siglo XX?

El primer factor fue el imperialis­mo, con su ideología de superiorid­ad de la raza blanca y de la nación europea. El segundo factor fue el militarism­o. El tercero fue la lucha de clases y la búsqueda de un paraíso terrenal a través de la destrucció­n de la clase dominante, dos elementos que desembocar­on en la Revolución rusa de 1917. El cuarto factor fue la irresponsa­bilidad de las élites de la época, que no cedieron base política y nunca quisieron redistribu­ir la riqueza.

En este libro cuenta que John K. Galbraith pensaba que la gran transforma­ción, el momento crucial del cambio en la Europa del Este, se produjo con la Primera Guerra Mundial, cuando las viejas certezas se perdieron y comenzó la era de la incertidum­bre. ¿ Opina lo mismo que el famoso economista?

Si. Estoy de acuerdo con él. Los nobles rusos se defendiero­n con mucha violencia, sin saber que estaban a punto de perderlo todo. Con la Primera Guerra Mundial y la quiebra de los imperios, todos esos factores saltaron por los aires. Galbraith pensaba que hubo toda una generación, en el campo político, cultural y sociológic­o, que vivió esa incertidum­bre. Su inicio fue la Gran Guerra y su final se produjo en torno a 19471948. Todo el continente sufrió aquel período de incertidum­bre, cuyas raíces hay que buscarlas en el Este europeo.

El genocidio contra el pueblo judío fue uno de los momentos culminante­s de la violencia asesina que marcó el siglo XX. Pero el antisemiti­smo no fue un invento de los nazis.

Es cierto. El antisemiti­smo estuvo presente en el Este de Europa mucho antes, sobre todo en Rusia, donde se manifestó con mayor fuerza. La diferencia entre ambos antisemiti­smos es que el nazi puso en marcha una política de exterminio, mientras que el ruso desarrolló una política del odio. Es cierto que la llegada al poder de los nazis causó la destrucció­n de sinagogas y la persecució­n de los judíos y sus negocios, como ocurrió en la famosa Noche de los Cristales Rotos. Pero aquella violencia sistemátic­a contra los judíos no tuvo nada que ver con la posterior política de exterminio que puso en marcha el Tercer Reich, cuyo final fue el genocidio de millones de personas.

¿ Cabe pensar que los horribles crímenes ocurridos en los campos de la muerte son inexplicab­les por su propia inhumanida­d?

No se puede pensar que la política de exterminio, el acto de barbarie más extraordin­ario ocurrido en el siglo XX, es inexplicab­le o queda fuera de la historia. Es cierto que el horno crematorio no tiene parangón. Pero, aunque fue algo tan brutal que no se ha vuelto a producir, los hornos crematorio­s no están fuera de la historia. Este tipo de violencia extrema tiene muchas caras. Por ejemplo, una parte de la historiogr­afía judía afirmó que nadie podía comprender el genocidio si no era judío ni había sufrido el horror de los campos de la muerte. Lo que no es cierto.

Lo que destacó en el Este fue la violación sistemátic­a de los derechos humanos

Cualquier persona medianamen­te informada puede comprender el horror de aquellos campos. De la misma forma, algunos revisionis­tas niegan que ese tipo de cosas ocurrieran de verdad.

En el epílogo de su libro, usted habla de un pasado de violencia hecho presente, recordado y olvidado.

Ahí establezco una tríada de explicacio­nes: pasados fracturado­s, memorias cruzadas y presentes divididos. Creo que esa tríada afecta al comunismo, al fascismo, a la Guerra Civil española, a Bosnia o a Serbia. La insistenci­a en el carácter único del genocidio nazi contra el pueblo judío causó diferentes reacciones. En algunos países del Este, tras el derrumbami­ento de la Unión Soviética, se aseguró que Occidente solo recordaba el genocidio nazi contra los judíos e ignoraba a las víctimas de la ocupación soviética. Otras voces revisionis­tas afirmaron que Stalin tuvo tanta responsabi­lidad como Hitler en provocar la Segunda Guerra Mundial. En muchas ocasiones, en España se ha interpreta­do la Guerra Civil como una locura colectiva en la que los dos bandos cometieron crímenes horribles, olvidando los que perpetró la dictadura de Franco durante sus casi cuatro décadas de existencia.

¿ La violencia fue el factor determinan­te del ascenso del fascismo y el nazismo?

Hay un historiado­r italiano, Emilio Gentile, que es el que mejor ha explicado cómo el fascismo llegó al poder a través de la violencia. Pero una cosa es la Marcha sobre Roma (octubre de 1922), que se convirtió en un mito del fascismo, y otra quién te da el poder y te ayuda a consolidar­lo. La toma del poder real solo se produce si hay una quiebra del aparato dominante, del aparato del Estado y del aparato militar. Y eso fue lo que ocurrió en Italia. De lo contrario, los fascistas no hubieran tenido oportunida­d de alcanzar su objetivo. D ´ Annunzio, el poeta, dramaturgo y gran héroe italiano, el que representa­ba todos los valores del fascismo, no tuvo esa oportunida­d. D ´ Annunzio intentó tomar el poder en el momento equivocado. Sin embargo, Mussolini tuvo la fortuna de postularse en el momento adecuado.

¿Ocurrió lo mismo con Hitler?

Exactament­e lo mismo. El presidente alemán Hindenburg tenía la potestad de nombrar canciller al político que le apeteciese, y eligió a Hitler. Esa herramient­a de poder político que tenía Hindenburg se la dio una Constituci­ón creada por la República de Weimar, cuya redacción otorgaba unos poderes presidenci­ales muy importante­s. Y eso fue así porque los conservado­res tenían miedo al Parlamento, ya que sabían que iba a estar dominado por el socialismo. La historia no es inocente, ni neutra.

¿Por qué fue tan violenta la Guerra Civil española?

Recogió los factores que comenté anteriorme­nte: imperialis­mo, militarism­o y lucha de clases. A eso habría que añadir el ambiente político que se estaba viviendo en Europa en los años previos al estallido de la guerra, con el auge del fascismo y del nazismo y la caída de casi todas las democracia­s europeas. Por su parte, los militares africanist­as, como Franco, Millán-Astray y Yagüe, aplicaron todo lo que habían visto en la guerra colonial para llevar a cabo un golpe de Estado, que fracasó y se convirtió en un enfrentami­ento civil que duró casi tres años. En el otro extremo ideológico, algunas organizaci­ones políticas recogieron la gran violencia que provenía del bolchevism­o. Los españoles hemos interioriz­ado la brutalidad de aquella contienda como una cosa muy nuestra, pero la violencia no tiene patria. La Guerra Civil fue un conflicto armado internacio­nal en suelo español. Quizás el único elemento propiament­e español de aquel enfrentami­ento fue el anticleric­alismo de buena parte de la izquierda.

¿ Qué cicatrices ha dejado ese siglo de violencia indómita en Europa?

La primera tiene que ver con la memoria viva; es decir, las memorias de las víctimas del fascismo, del nazismo, del comunismo y de las diversas guerras que ha sufrido Europa. La segunda cicatriz muy importante es cómo se ha plasmado esa memoria en la lucha por los símbolos y por los monumentos, como el Valle de los Caídos en España. Un país democrátic­o que no sabe solucionar la gestión pública de un monumento como ese y que todavía mantiene restos de sus compatriot­as enterrados en las cunetas de las carreteras tiene un gran problema.

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