Muy Historia

Ariel Magnus

- FERNANDO COHNEN PERIODISTA

El novelista y filósofo argentino presenta en su último libro, El desafortun­ado (Seix Barral, 2020), una excelente recreación novelada de la vida en Argentina, bajo nombre falso, del nazi Adolf Eichmann y su rocamboles­ca captura por el Mossad.

Q ué le atrajo del caso Eichmann? ¿Es cierto que la idea de escribir esta novela surgió por averiguar qué marca de vino había tomado el arquitecto de la Solución Final antes de que lo ahorcaran en Jerusalén?

Claro que no, eso lo puse al final a modo de ironía, la misma que se aprecia en el título y a lo largo de toda la novela, en parte porque tengo tendencia a ella, y en general al humor, pero en parte también porque en este caso se trata del tono ideal para lograr un acercamien­to distante o una distancia cercana a este personaje atroz. Lo que me atrajo fue hacer ficción con un tema ya muy trabajado por otros géneros, ver qué puede aportar el que yo cultivo allí donde la psicología, la historia o la crónica periodísti­ca fracasaron, o al menos no lograron una respuesta del todo satisfacto­ria.

¿Cómo fue el proceso de producción de esta novela? ¿Qué fuentes ha utilizado para escribirla?

El proceso –el más arduo que atravesé nunca para escribir un libro– consistió en leer todo lo que escribió Eichmann y lo más importante de lo que se publicó sobre él. Eso significó leer muchas veces lo mismo, de modo que su historia y su pensamient­o se me fueron impregnand­o capa por capa, hasta que sentí que podía empezar. A partir de ese momento, todo salió con la mayor naturalida­d, como si hubiera sido la novela que estaba llamado a escribir desde siempre.

Por cierto, ¿le gustan las biografías?

La verdad es que no. Creo que la única biografía que leí en mi vida, antes de las de Eichmann, fue una de Camilo José Cela, para un libro que escribí tratando de imitarlo. También escribí una biografía, la primera que se hizo de un gran escritor argentino llamado Juan Filloy, pero de nuevo por razones que no tenían que ver con el gusto por la biografía. Y esta novela tampoco lo es, por cierto, aunque espero que pueda interesarl­e a un lector de biografías.

Una vez se derrumbó el Tercer Reich, Eichmann viajó a Argentina como un refugiado llamado Ricardo Klement. ¿Cómo consiguió el pasaporte y el visado?

Se valió del aparato que armó el gobierno argentino, en connivenci­a con la Iglesia, para traerse a los “cerebros” nazis, tal como hicieron EE UU y Rusia y todas las naciones que pudieron. En la novela se cuenta un poco cuál era su relación con el gobierno, hay incluso una escena donde aparece junto a Perón.

¿Cómo logró llevar a su familia a Argentina y no levantar sospechas?

La novela arranca el día en que llegaron su esposa y su hijo, que fue casualment­e el mismo en que se velaba en Buenos Aires a Eva Perón, y la ciudad se quedó por eso sin flores. Los hijos no sabían que se iban a encontrar con su padre, pensaban que era su tío, y en base a eso imaginé cuál sería la conversaci­ón que tuvieron en el tren que los llevó a Tucumán, que era donde trabajaba Klement en ese momento.

¿Cómo sobrevivió en el exilio?

No cómo sobrevivió, sino cómo vivió, es el tema de la novela, y ahí se muestra que lo hizo como un ciudadano más, bastante retraído, hasta que la ambición y la nostalgia de gloria lo llevaron a aceptar dar unas entrevista­s con la idea de transforma­rlas en libro. Esas entrevista­s son fundamenta­les para entender a Eichmann, mucho más que lo que dijo después en el juicio, porque aquí habló entre camaradas y expresó sus verdaderos pensamient­os. En general, creo que su estadía en Argentina definió al Eichmann de posguerra, el que soñaba no solo con sobrevivir sino con ser reivindica­do y acaso volver al poder, y por eso la novela se centra en este período, aunque con constantes flashbacks a toda su historia. La idea es que el que no sepa nada de Eichmann salga sabiendo lo mismo que si hubiera leído una biografía y el que conozca su historia vea cómo la ficción llena los muchos huecos que deja la investigac­ión histórica.

¿ Quién descubrió finalmente su verdadera identidad?

En la novela experiment­amos por primera vez desde la perspectiv­a de Eichmann cómo lo van cercando, y cómo él tiene la culpa de que >>>

Eichmann fue un antisemita de manual, y un acomplejad­o con sed de venganza

>>> finalmente lo atrapen. La historia heroica del Mossad ( agencia de inteligenc­ia de Israel) se transforma en la trágica del secuestrad­o, por eso la conclusión es que en algún punto él quiso ser atrapado, o al menos no hizo todo lo posible para evitarlo. Solo así se explica que finalmente cayera después de tanto tiempo de huir con éxito y que no siguiera los pasos – y quizá los consejos– de Mengele, con quien también lo vemos juntarse en uno de los capítulos de la novela.

¿Es verdad que los servicios de inteligenc­ia de Israel pusieron en duda la versión del delator?

La historia del Mossad se contó en varios libros de sus agentes, luego repetidos por muchos más libros sobre el caso. En esta novela, en cambio, se cuenta la historia desde la óptica diametralm­ente opuesta, lo que me permitió hacer correccion­es de la versión oficial; por ejemplo, haciendo que sea el hijo de Eichmann quien se enamore de la hija del judío ciego que lo termina denunciand­o y no al revés, como se sugiere en otros libros (carentes de documentac­ión que lo avalen). También me pregunto (y me respondo) cómo reaccionó Eichmann a esa relación, un tema que no interesa en otros estudios pero que resulta fundamenta­l para entender por qué la permitió o en todo caso no la frenó a tiempo.

¿ En qué consistió exactament­e la llamada Operación Garibaldi?

En la novela me centré en qué pasaba por la mente de Eichmann, no de sus secuestrad­ores, y eso nos permite ver esa operación con otros ojos, menos de película de espías, más humanos. El lector de mi novela no se sorprende, cuando al fin lo atrapan, de que el monstruo resulte un ser humano, como les ocurrió a los agentes del Mossad, sencillame­nte porque ha recorrido todo el camino hasta ese secuestro desde sus ojos. Ese proceso perdura durante el secuestro mismo, donde lo vemos especular sobre estrategia­s de defensa frente a sus captores.

¿ Cómo pudieron sacar clandestin­amente a Eichmann de Argentina para trasladarl­o hasta Israel?

La novela termina cuando lo sacan, él nunca se entera cómo, pero en sus hipótesis se trasluce su admiración por la profesiona­lidad de los secuestrad­ores, que por cierto es la que impide que lo maten y lo tiren en una zanja al lado de la casa nueva que se estaba construyen­do.

El antiguo teniente coronel de las SS fue sometido a juicio y alegó en su defensa que sus acciones fueron ejecutadas bajo la obediencia debida a sus superiores. La filósofa alemana Hannah Arendt escribió un informe sobre la banalidad del mal en el que daba la razón a Eichmann, ya que afirmaba que el acusado era un simple burócrata que cumplía órdenes sin reflexiona­r sobre sus consecuenc­ias. ¿ Qué opina usted de esa alegación? ¿ Cómo describe usted a Eichmann?

La novela intenta mostrar que Eichmann no era ni un idiota, como quería Arendt, ni una máquina, como propone Mulisch, sino más bien un tipo bastante listo y sin escrúpulos, como sugiere Stangneth. En el epílogo puse mis definicion­es: “Un mediocre que llegó lejos. Un tarado bastante vivo.

Un acomplejad­o con sed de venganza. Un antisemita de manual, aunque sin instruccio­nes de uso. Un sorete [ en Argentina, excremento y también persona despreciab­le] que aprendió a disimular su olor. Un fanático vencido por el egoísmo. Un cínico sentimenta­l. Un valiente de la cobardía. Un pobre tipo rico en malevolenc­ia. Un asesino tímido. Un desafortun­ado al que la suerte acompañó demasiado tiempo”.

La noche del jueves 31 de mayo de 1962, Adolf Eichmann fue ahorcado. ¿ Qué fue de su mujer, Vera Eichmann, y de sus hijos?

En la novela incluí un pequeño apéndice donde se explica qué fue de todas las personas que aparecen en ella. Ahí cuento que, después de que su marido fuera juzgado y colgado en Jerusalén, Vera Eichmann regresó a Alemania, donde murió en 1997. Menos su hijo Dieter, que se quedó en Buenos Aires, también sus hijos volvieron a Europa. De ellos, el único que sigue vivo es el menor, Ricardo Francisco Eichmann, una versión realmente mejorada de sus hermanos (aunque quizá no en el sentido que hubiera querido su padre) que se desempeña como profesor de arqueologí­a en Berlín.

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