EL EXPERIMENTO DE LA BARRACA
El grupo de teatro ambulante La Barraca, de origen universitario, se fundó en diciembre de 1931. Dirigido por Federico García Lorca y Eduardo Ugarte, ser barraco fue sinónimo de renovación escénica. Sus exigencias estéticas eran mayores que las del Teatro del Pueblo de Rafael Marquina y Alejandro Casona, integrado en las Misiones Pedagógicas. Más modesto, El Búho, de Max Aub, jugó un papel similar en Valencia.
A falta de un gran teatro nacional, que no llegó a cuajar en el efervescente bienio reformista, La Barraca y el Teatro Español de Madrid, dirigido por Cipriano Rivas Cherif, suplieron su papel. Rivas Cherif impulsó también el Teatro de la Escuela Nueva y el grupo experimental CARACOL y apoyó El Mirlo Blanco, de los Baroja, y El Cántaro Roto, del Círculo de Bellas Artes.
La Barraca tenía vocación de laboratorio teatral y García Lorca concilió el legado clásico con una escenografía potente, fuera Fuenteovejuna o La vida es sueño. Esta desconcertó, por su carga religiosa, a parte del público progresista, que pedía textos más pedagógicos. Pero Lorca obvió la ideología y primó el lenguaje escénico, con figurines y decorados impactantes, algo que el pueblo aplaudió. Ugarte declaró en 1932 a El Imparcial que el paisaje teatral era de “una pobreza espiritual desconsoladora”. La Barraca llenó ese vacío.