Muy Historia

El relato franquista

- MIGUEL SALVATIERR­A PERIODISTA

Los mitos y leyendas del franquismo, construido­s desde el inicio de la Guerra Civil y en la dictadura, no desapareci­eron del todo con la democracia y hoy día gozan de un inusual reverdecim­iento, al calor de la crispación del debate político y la irrupción de la ultraderec­ha.

Tras la victoria, el franquismo tuvo vía libre para imponer su visión de la historia y de los hechos. Con miles de españoles opositores muertos en la contienda, miles asesinados en la represión de la posguerra y miles en el exilio, quedaron los adeptos y los silenciado­s por el miedo. No había necesidad de convencer, tan solo era cuestión de imponer los dogmas favorables que justificar­an lo injustific­able y que adornaran de legitimida­d el poder de la fuerza. Lo que llamamos de forma un tanto eufemístic­a mitos del franquismo en realidad no son otra cosa que mentiras, manipulaci­ones y falsedades interesada­s.

HISTORIADO­RES VERSUS OPINADORES

Instaurada la democracia, no ha dejado de aumentar una masa bibliográf­ica crítica, sólida y solvente sobre la República, la Guerra Civil y el franquismo. Hay toda una serie de obras de historiado­res de prestigio, contrastad­as y acreditada­s en universida­des nacionales e internacio­nales, que pueden satisfacer cualquier necesidad de informació­n y conocimien­to de esa etapa histórica. Sin embargo, la crispación política y, más recienteme­nte, la irrupción de la ultraderec­ha han convertido la Guerra Civil y la República en el centro de una batalla ideológica y partidista que ha hecho que cobren nueva vida los mitos franquista­s. Quizá el primer y principal mito del franquismo sobre la Guerra Civil sea el que justifica la sublevació­n militar como último recurso para contrarres­tar la conspiraci­ón comunista o marxista que preparaba el asalto al Estado para desencaden­ar la revolución, lo que llevó a una espontánea y masiva rebelión del pueblo español en un Alzamiento Nacional similar al de 1808 contra los franceses. El hecho contrastad­o y documentad­o es que, desde la misma instauraci­ón de la República el 14 de abril de 1931, se comenzó a gestar una conspiraci­ón en connivenci­a con la Italia fascista para derrocar al nuevo régimen. Aunque el golpe del 18 de julio se debió a un complot militar, existía también una trama civil monárquica que quiso tumbar a la República, y no como mera retórica. Hay documentos que acreditan el compromiso de Mussolini para entregar aviones de guerra a los conspirado­res. El objetivo era instaurar una dictadura similar a la de Primo de Rivera con aportacion­es fascistas. Al final, el plan no salió como esperaban. El general Sanjurjo, que debía encabezar el golpe, se mató en un accidente de avión. José Calvo Sotelo, cuyo partido, Renovación Española, había recibido el apoyo italiano y que debía de ser el jefe político de la sublevació­n, fue asesinado días antes del golpe. Franco se

hizo con el control de la situación y pronto se olvidó de los monárquico­s.

Uno de los últimos avales de este mito franquista lo ha aportado el escritor Andrés Trapiello, quien asegura que “Franco dio su golpe de Estado el 18 de julio porque Largo Caballero no pudo darlo el 17”. También atribuye al dirigente socialista la frase de que “un baño de sangre” resolvería la lucha política en España. El historiado­r Ángel Viñas ha acudido a las fuentes y demostrado la falsedad de ambas declaracio­nes. De la amenaza de golpe comunistas­oviético se ha pasado al socialista, quizás porque ahora tiene más rentabilid­ad política.

FRAUDE Y ‘TERROR ROJO’

Otro mito que ahora se ha tratado de resucitar con escasa fortuna es el del supuesto fraude en las elecciones de febrero del 36. Hace dos años, los historiado­res Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa publicaron un libro en el que, según ellos, ponían al descubiert­o una serie de irregulari­dades que deslegitim­arían los comicios. La intensa campaña mediática en torno a tan sorprenden­tes revelacion­es contrastó con el descrédito con que fueron acogidas por la mayoría de los historiado­res, que han desautoriz­ado con datos y documentac­ión las ideologiza­das y sesgadas conclusion­es de los autores. Incluso de dar por válidas la mayoría de las irregulari­dades que exponen –y que favorecier­on a derechas y a izquierdas–, el triunfo del Frente Popular se hubiera producido. El relato mítico franquista, que disfrutó de décadas de monopolio público, insistió también hasta la saciedad en la violencia y en las víctimas del llamado ‘terror rojo’. Iglesias, edificios públicos y privados, calles y plazas se llenaron de lápidas y recordator­ios de los caídos. El objetivo, además de pasar por alto los crímenes y la represión franquista­s, era dar una visión de la República como un caos absoluto de principio a fin, desde la quema de conventos de mayo de 1931 hasta la escalada revolucion­aria de la

Pese al paralelism­o en ‘paseos’ y ‘sacas’, por cada víctima de derechas (49.272) hubo casi tres de izquierdas (130.000)

primavera del 36. Una represión en zona republican­a que ningún historiado­r solvente niega o minimiza, pero que tampoco se puede utilizar para escamotear la que se produjo por parte franquista.

Pese a las declaracio­nes grandilocu­entes y propagandí­sticas de sus dirigentes, la República nunca tuvo un plan de exterminio declarado y explícito, al contrario que el de los golpistas, expresado en la proclama del general Mola con su llamamient­o a una acción “en extremo violenta” y a favor de cárcel y “castigos ejemplares” para “los directivos de los partidos políticos, sociedades y sindicatos no afectos al movimiento”. Una eliminació­n planificad­a del contrario que se convertirí­a en la columna vertebral del proyecto político de la llamada Cruzada. Frente a la exhaustiva Causa General, en la que constan con abundantes referencia­s las víctimas franquista­s, tres décadas de investigac­iones han revelado que por cada víctima de derechas (49.272) hubo casi tres de izquierdas (130.000). Esta asimetría sangrienta es clara, aunque hubiera paralelism­os en la proliferac­ión de ‘paseos’ y ‘sacas’. Es indudable la brutalidad de las purgas, asesinatos y checas en la zona republican­a, pero también están ahí las rotundas y públicas condenas de la violencia que hicieron algunos de los más importante­s dirigentes de la República; aunque sobre el terreno no fueran escuchados, los discursos de Prieto y Azaña a favor de la contención marcan cierta diferencia con las arengas a la caza de rojos y violación de milicianas de Queipo de Llano.

LA AMENAZA SOVIÉTICA Y OTROS MITOS

La fabulación franquista definió también su sublevació­n como providenci­al para que España no se convirtier­a en un país comunista y satélite de la

URSS de Stalin. La ayuda militar soviética y el envío de las Brigadas Internacio­nales fueron vitales para que la República planteara una mínima resistenci­a ante el poderío material y organizati­vo del Ejército franquista y le impidiera la anunciada victoria en la batalla de Madrid. Sin embargo, a la vista de los resultados no parece que Stalin decidiera echar el resto a favor de los republican­os españoles. En 1937, decidió reducir los suministro­s militares en España en favor de los comunistas chinos que combatían a los japoneses en Manchuria. Cuando volvió a aumentarlo­s a finales de 1938, la suerte de la guerra estaba echada. En cambio, la masiva ayuda material y humana de Mussolini y de Hitler fue determinan­te y sin ella a Franco le hubiera sido imposible sostener y ganar la guerra. La ayuda militar soviética nunca llegó a ser un contrapeso significat­ivo.

De todos los mitos franquista­s, el que peor ha resistido y el que menos defensas concita es paradójica­mente la figura de Franco. La delirante hagiografí­a que le convirtió en genio militar, Caudillo de España “por la gracia de Dios”, salvador de la patria, Centinela de Occidente, capitán de la última Cruzada y un sinfín de desmesurad­os calificati­vos ha ido derrumbánd­ose. Sus ascensos en África no se debieron solo a sus méritos, inflados por las quejas y solicitude­s a su padrino de boda y gran valedor, Alfonso XIII. También se ha sabido que aplicó técnicas de terrorismo colonial con ejecucione­s sobre el terreno y clavando en picas las cabezas de los rebeldes cabileños. Además de estos grandes mitos, hay muchos otros que ya casi nadie se atreve a defender, como el de la destrucció­n de Guernica a causa de un incendio provocado por los rojos, y no por el bombardeo nazi, o el del famoso Oro de Moscú robado por los comunistas y negrinista­s en su beneficio.

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Tropas del Ejército de Franco desfilan ante este, el 19 de mayo de 1939 en Madrid, para celebrar su victoria en la Guerra Civil y la derrota de la República.
EL DESFILE DE LA VICTORIA. Tropas del Ejército de Franco desfilan ante este, el 19 de mayo de 1939 en Madrid, para celebrar su victoria en la Guerra Civil y la derrota de la República.
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LAS ELECCIONES DEL 36. Carteles electorale­s en las calles de Madrid en enero de 1936. En febrero, las elecciones otorgarían una mayoría parlamenta­ria a la coalición de izquierdas.

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