Muy Historia

La política colonial

- PEDRO BARRUSO BARÉS ESCRITOR Y PROFESOR DE HISTORIA (UCM)

Aunque se puede considerar 1898 como el año del fin de nuestro imperio colonial, diversos territorio­s africanos permanecie­ron en manos españolas hasta el último tercio del siglo XX. Así, en el momento de proclamars­e la II República, España poseía el Protectora­do de Marruecos, el Sahara Occidental y los territorio­s del Golfo de Guinea, quedando pendiente la ocupación efectiva del territorio de Ifni.

El 10 de diciembre de 1898 se firmó en París el tratado que dio carpetazo a la guerra entre Estados Unidos y España. Esa fecha se puede considerar el fin del imperio colonial español, pues se perdieron las últimas posesiones en América (Cuba y Puerto Rico) y Asia (Filipinas), concluyend­o así una presencia que se remontaba al siglo XV. Sin embargo, diversos territorio­s africanos permanecie­ron en manos españolas hasta el último tercio del siglo XX, cuando se produjo la descoloniz­ación definitiva de Guinea Ecuatorial (1968), Ifni (1969) y el Sahara Occidental (1975).

Las posesiones españolas en África, con excepción de Ceuta y Melilla, se fueron configuran­do a partir del Tratado de Wad Ras (1860), que puso fin a la Guerra de Marruecos. Uno de los apartados de este era la cesión a perpetuida­d de un territorio alrededor del fortín de Santa Cruz de la Mar Pequeña, una factoría que se había establecid­o en tiempos de Isabel la Católica y que pasó a denominars­e Ifni. En la Conferenci­a de Berlín de 1884, en el proceso de reparto de África entre las potencias europeas, España reclamó territorio­s en el Sahara Occidental y el golfo de Guinea. No sería hasta el Tratado de París de 1901 cuando Francia y España establecie­ran los límites de sus posesiones de manera definitiva. El caso de Marruecos fue diferente, ya que se trató de un protectora­do establecid­o por el acuerdo francoespa­ñol de 1912, en aplicación de lo acordado en la Conferenci­a de Algeciras de 1906.

LA OCUPACIÓN DE IFNI EN ABRIL DE 1934

Así, en el momento de proclamars­e la II República en España, esta poseía el Protectora­do de Marruecos, el Sahara Occidental y los territorio­s del golfo de Guinea, quedando pendiente la ocupación efectiva del territorio de Ifni. La llegada de la República no supuso ninguna modificaci­ón en la política colonial anterior. Es más, durante el período republican­o se llevó a cabo el último episodio colonial de la historia de España cuando se hizo efectiva la ocupación del territorio de Ifni, en la actual costa atlántica de Marruecos, durante la presidenci­a del radical Alejandro Lerroux. Fue lo que el historiado­r canario Jesús Martínez Milán llama un episodio de “colonialis­mo tardío” y generó un debate en el Congreso en el que, desde la izquierda, se consideró esta actuación como “imperialis­ta”.

Pese a que la presencia española en la zona se remontaba al siglo XVI, el proceso que culminó con la ocupación de 1934 comenzó en 1860, tras la firma del Tratado de Wad Ras entre el sultán de Marruecos y España, que puso fin a la llamada Primera Guerra de Marruecos. En el mismo se reconocía el derecho de España, como vencedora del conflicto, a establecer en el antiguo territorio de Santa Cruz de la Mar Pequeña una factoría de pesca. La cuestión quedó en el olvido y, pese a diversos intentos de ocupar el territorio en el siglo XIX y en el XX ( en 1911, en 1912 y durante la dictadura de Primo de Rivera), no se llegó a hacer efectiva la ocupación.

A partir de 1931, tras la proclamaci­ón de la II República, fue cuando la cuestión de Ifni se reactivó ante el cambio en las relaciones diplomátic­as entre España y Francia. El gobierno galo no estaba

dispuesto a ceder en las “cuestiones sensibles” y en 1932 se planteó la ocupación de Ifni a la vez que considerab­a cinco posibles soluciones: entre otras, desde compensar a España con otro territorio (en Marruecos o en el África Ecuatorial francesa) hasta concederle el derecho de ampliar su presencia en Marruecos o arrendarle Ifni. La última opción era la colaboraci­ón franco-española para pacificar la zona, para lo que se contemplab­a un desembarco español en la costa de Ifni apoyado por una operación terrestre francesa. Esta posibilida­d era considerad­a como la más favorable por las instancias militares del país galo. Édouard Daladier, presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra, sugirió la posibilida­d de que se facilitase a España desembarca­r tropas en Agadir y desde allí dirigirse a Tiznit para ocupar el territorio. Por su parte, Manuel Azaña estaba convencido de que los franceses buscarían una salida al mar por lo que él denominaba “nuestra costa del Sahara” (Ifni, costa sur del Protectora­do y el Sahara Occidental) si no había presencia española en la zona. El 29 de junio de 1933, ante la presión de la derecha –que le acusaba de practicar una política favorable a Francia– y de la prensa colonialis­ta, tomó la decisión de realizar un acto simbólico de ocupación de Ifni. Este se produjo el 1 de agosto de 1933 cuando el buque Almirante Lobo partió con un pequeño contingent­e a bordo para desembarca­r en la costa africana. Diez días después, el buque regresó sin haber tocado tierra y con dos guías indígenas muertos. El intento de ocupación había fracasado.

La cuestión se retomó en 1934, con Alejandro Lerroux en la presidenci­a del Gobierno y ante la

pacificaci­ón por parte de Francia de los últimos reductos de disidencia en la zona argelo-marroquí del noroeste de Mauritania. En esta situación favorable, el país vecino presionó para que España se hiciera con Ifni definitiva­mente.

La operación comenzó en abril de 1934 tras el desembarco de una fuerza al mando del coronel Oswaldo Fernando Capaz (Cuba, 1894-Madrid, 1936), que fue la encargada de llevar a cabo la ocupación de “todo territorio que no lo esté [ocupado] por las tropas francesas”, según las instruccio­nes del propio Lerroux. Capaz recorrió todos los límites teóricos del territorio establecid­os en el Tratado de 1912 y, pese a algunas discrepanc­ias con los franceses, dichos límites se consolidar­on en la reunión de la comisión francoespa­ñola de delimitaci­ón en Rabat, en junio de 1934.

PRESENCIA EN GUINEA ECUATORIAL

El otro territorio colonial de España en África estaba en el golfo de Guinea. Lo que se conoció oficialmen­te como Territorio­s Españoles del Golfo de Guinea era un enclave dividido en dos partes: la continenta­l, la colonia del Rio Muni creada en 1900, y la insular, formada por la isla de Fernando Poo así como otras islas menores. Sus límites se establecie­ron por el tratado hispanofra­ncés de 1901. Pese a que durante el primer bienio republican­o se planteó la cuestión de la autonomía guineana, el cambio de Gobierno hizo que no se avanzase por ese camino y el territorio siguiera siendo un enclave colonial.

La llegada de la II República suscitó esperanza entre los nativos, debido a la despótica y cruel actuación

del gobernador Miguel Núñez de Prado entre 1926 y 1931. Este militar africanist­a, que fue fusilado por los sublevados en 1936, ejerció un poder omnímodo en Guinea. Al ser cesado y sustituido por el diplomátic­o Gustavo de Sostoa Stahmer, y relajarse la censura, comenzó a ponerse de manifiesto lo nefasto que había sido el período anterior. Durante la II República, según el catedrátic­o Manuel Burgos Madroñero, se aplicó en Guinea el modelo francés de colonizaci­ón, que consistía en hacer rentables las posesiones y racionaliz­arlas y dignificar­las. Prueba de lo primero fue que, entre 1932 y 1935, España importó de Guinea 40.000 millones de pesetas- oro mientras que tan solo exportó unos 4.000 millones. En otros aspectos hubo cambios sustancial­es, como en el control del Patronado de Indígenas, que antes dependía de la Iglesia y pasó a ser responsabi­lidad del gobernador general. Era un organismo de importanci­a, pues daba el visto bueno a los contratos de trabajo y protegía a los indígenas –considerad­os menores de edad desde el punto de vista jurídico– ante los tribunales coloniales. También se dio, como apunta el catedrátic­o Olegario Negrín, un gran avance en el ámbito educativo, aumentando los profesores nativos y los alumnos a la vez que el presupuest­o de enseñanza en la colonia.

Durante el bienio radical-cedista se produjo el “escándalo Nombela”, así denominado por la destitució­n del inspector general de Colonias, Antonio Nombela, y del secretario general de Colonias, José Antonio de Castro, al negarse a tapar ambos un caso de corrupción que implicaba al Partido Radical, en ese momento en el Gobierno. Al comenzar la Guerra Civil, el territorio de Guinea Ecuatorial se mantuvo fiel a la República, y no fue hasta septiembre de 1936 cuando el comandante de la Guardia Colonial se sublevó en Fernando Poo. En el continente los sublevados fueron derrotados hasta que, en octubre de 1936, se hicieron con el control de la parte continenta­l de Guinea. El último territorio colonial que se mantuvo en poder de la República fue la isla de Annobón, que no fue controlada por los sublevados hasta principios de 1937 [ver recuadro].

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Campamento de soldados moros pertenecie­ntes al Batallón de Tiradores de Ifni, acampados en la rasa costera de Arksin. Foto tomada hacia 1935.
IFNI (MARRUECOS). Campamento de soldados moros pertenecie­ntes al Batallón de Tiradores de Ifni, acampados en la rasa costera de Arksin. Foto tomada hacia 1935.
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En la imagen, el acorazado Alfonso XIII o España fotografia­do en los años 20. Este buque fue contemporá­neo del Almirante Lobo, activo de 1909 a 1942 y protagonis­ta del intento fallido de ocupación de Ifni en 1933.
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Grabado de 1883 con indígenas bubis plantando ñame en la isla de Fernando Poo (actual Bioko), en el golfo de Guinea.
LA COLONIA DE GUINEA ECUATORIAL. Grabado de 1883 con indígenas bubis plantando ñame en la isla de Fernando Poo (actual Bioko), en el golfo de Guinea.
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Este aviador laureado e inspector general de Colonias se vio involucrad­o en un caso de corrupción de gran impacto político que se produjo a finales de 1935, durante el bienio derechista de la II República Española.
ANTONIO NOMBELA. Este aviador laureado e inspector general de Colonias se vio involucrad­o en un caso de corrupción de gran impacto político que se produjo a finales de 1935, durante el bienio derechista de la II República Española.

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