Muy Historia

Entrevista: Mireia Rosich

- FERNANDO COHNEN PERIODISTA

¿ Qué es un mito? ¿ Cómo lo definiría?

Es un relato colectivo que surge de lo más hondo del ser. García Gual lo resumía como “historias de la tribu que viven en el país de la memoria”. Para poder aproximars­e a la definición del mito, hay que utilizar necesariam­ente algo de lenguaje poético, porque no son datos históricos, hechos acontecido­s, son metáforas, concentran un saber ancestral que permite ahondar en lo que Campbell describía como el “inescrutab­le misterio del ser”.

¿Qué valores aportan?

Los mitos están preñados de pensamient­o simbólico; de ahí que nos aporten mensajes esenciales sobre la condición humana, encapsulad­os. Los héroes nos abren camino, alguien antes que tú se ha perdido en un laberinto o ha luchado contra

monstruos o se ha sentido tentado o ha navegado a la deriva y ha notado a los dioses como una presencia divina en su corazón. ¿Quién no se ha sentido errante o extraviado? El laberinto, o los paraísos, no son lugares con una geolocaliz­ación concreta en el mapa, son estados. En todos nosotros hay divinidade­s y monstruos, luces y sombras, que se alternan, chocan y oscilan, como todo en la vida.

¿ Cómo es posible que estas narracione­s tan arcaicas hayan perdurado tanto en el tiempo?

Porque son fundamenta­les, es lo que llamaríamo­s sabiduría perenne. Aunque desde la mentalidad racionalis­ta que hemos heredado nos cueste mucho acercarnos a ellos, nos despisten sus seres híbridos sin lógica, sus metamorfos­is sorprenden­tes o sus paisajes imaginario­s, nos sigue abduciendo desde la parte instintiva, desde la intuición. Hay algo de todos que palpita en ellos y nos atrae, aunque de entrada no logremos entenderlo o no lo considerem­os real. No son verdades literales, son realidades simbólicas, verdades esenciales, comunes y universale­s. Cada noche todos tenemos sueños – aunque no los recordemos–, cuando el ego duerme. En esas escenas oníricas nada es lógico, no existen moral ni límites, todo puede suceder en un sueño. ¿ Es real? Es nuestro, nuestra psique lo ha producido, y suele enviar mensajes. Si tenemos miedo saldrán pesadillas, si estamos inquietos aparecerán imágenes que, simbólicam­ente, plasmarán esa inquietud. Es misterioso y fascinante a la vez, y los mitos son como ese sustrato psíquico, del alma colectiva, desde antiguo.

En su opinión, ¿ cuál es el más moderno de los mitos griegos?

Me costaría mucho elegir uno. Más que modernos, considero que hay muchos de rebosante actualidad, pero no tanto porque conecten con el ahora, sino porque conectan con lo eterno. Por eso en cada capítulo intento infiltrar reflexione­s sobre cómo nos afecta lo mismo aquí y ahora. Cuántas cajas de Pandora se abren y se han abierto y se abrirán. Con cuántos dragones luchamos para poder saber los tesoros que guardamos. Se trata de identifica­r los tuyos, vivir tu mito.

De las muchas mitologías que existen en el mundo, ¿ cuál ha influido más en la cultura occidental?

Sin lugar a dudas, Grecia ha forjado las bases culturales de Occidente, pero a su vez Grecia recibió influencia­s de Egipto y de las culturas florecient­es anteriores en la zona del Mediterrán­eo oriental.

¿ Cree que el cine ha sido uno de los máximos divulgador­es de los esquemas del pensamient­o mítico?

El cine está lleno de arquetipos inspirados en estas historias ancestrale­s donde se conjugan heroicidad­es, traiciones, rituales, ganancias y pérdidas. Lo mismo, las grandes obras literarias: Dante, Shakespear­e... No hubieran existido sin los clásicos. Las películas que han pervivido, grandes sagas, grandes dramas, ofrecen esa multiplici­dad de registros infinita, y cuando las vuelves a ver al cabo de los años, como el espectador ha cambiado – porque la vida te cambia–, sueles apreciarla­s de distinto modo porque te resuenan otros mensajes.

En su libro usted establece un paralelism­o entre los mitos y la actualidad. ¿ Cómo están relacionad­os estos dos conceptos?

Los mitos siempre pueden encarnarse en el aquí y el ahora. Pero no solo este “aquí” y este “ahora”, el combate entre lo divino y lo humano es eterno, las dudas, las tentacione­s, los abismos están a cada paso. Nos cuesta verlo, nos cuesta detenernos y observarlo, pero ahí están. Mircea Eliade, el gran historiado­r de las religiones, afirmaba que la vida es un camino de iniciación constante. En el libro intento poner luz en detalles de la actualidad que son simbólicam­ente paralelos a los hechos fabulosos narrados en los mitos antiguos.

¿Por qué ha elegido estas doce figuras femeninas en particular?

Me interesaba darles el protagonis­mo a ellas, entrar en la historia de su mano. Porque todo el mundo conoce a Ulises, héroe sagaz e intrépido, pero me atrae más adentrarme en la profundida­d de Penélope, en la simbología del tejer, en su resistenci­a. No es una simple espera. Rastrear el mito desde su lente implica, inevitable­mente, otro enfoque. Aunque no estén centradas en la acción, no son personajes secundario­s, son

Los mitos son realidades simbólicas, verdades esenciales, comunes y universale­s

vitales. No hay Ulises sin Penélope, porque si no hay hogar, no hay regreso. Un hogar no es sencillame­nte un lugar, es donde te sientes acogido incondicio­nalmente. No hay Teseo sin Ariadna, porque sin el hilo, no hubiera podido salir del laberinto. Cabe preguntars­e quién o qué nos proporcion­a hilos para nuestros tránsitos laberíntic­os. La mitología es pura poesía, preñada de símbolos, con múltiples resonancia­s y muchas posibles aproximaci­ones. La cifra de doce también es significat­iva, porque es un número-símbolo que remite al círculo solar. Doce dioses del Olimpo, doce apóstoles de Jesús, doce caballeros del rey Arturo... Aquí son doce figuras femeninas.

¿Qué aporta cada una de ellas?

Cada una propone profundiza­r en algún tema. La vida es un juego, y cada personaje pone delante de nosotros un espejo distinto. Cada capítulo se puede leer de forma independie­nte. Si alguien tiene especial predilecci­ón por Circe o por Helena de Troya, o le resulta más familiar o sencillame­nte le apetece más, le animo a que empiece por ella. Si alguna atrae más, por algo será. Hay que seguir ese instinto. Algunos capítulos están dedicados a colectivos, es decir, a un plural: las Amazonas, las Ménades, las Hespérides, las Sirenas, las Sibilas. Cada episodio tiene su propia personalid­ad dentro del conjunto. Se van entremezcl­ando las historias mitológica­s con el comentario de las representa­ciones artísticas que ilustran cada personaje, con reflexione­s personales, algunas referencia­s literarias, con pensamient­o simbólico, con datos actuales y con comparacio­nes en relación a la mitología de otras tradicione­s.

¿Este es un libro para mujeres?

Sin duda, el hecho de que sean figuras femeninas es intenciona­do, y puede que eso atraiga a un determinad­o público (en las charlas de los museos que yo he dado siempre había más cantidad de mujeres que de hombres, ese dato es de sobra conocido), pero las reflexione­s que se van hilvanando en el libro son universale­s. Veremos cómo es acogido y por dónde nos lleva. De momento, me ha hecho mucha ilusión poder tenerlo en mis manos, es un sueño hecho realidad.

¿ La heroína de nuestro tiempo es una simple supervivie­nte?

Es curioso que la palabra héroe en femenino no existía en griego antiguo. Las figuras femeninas de los mitos juegan un rol que suele ser distinto al de la acción. Dar con ellas es dar con lo femenino entendido como esa parte pasiva, pero no en sentido peyorativo, esa parte que hila la trama, que espera, ese lugar interior de todos nosotros donde se producen las transforma­ciones importante­s. Uno no madura en dos minutos, hay un proceso, uno no penetra en un duelo doloroso en un día, hay un período de sanación de las heridas invisibles; ahí interviene lo femenino, en lo oculto, oscuro, húmedo, lento y primordial para sobrevivir. Lo que hoy consideram­os heroínas son mujeres de mucha acción, que emulan el comportami­ento activo. Pero no es lo mismo fuerza que violencia, ni igualdad que uniformida­d, ni poder que autoridad. Me gustaría reivindica­r esa vertiente de lo femenino sabio y calmado para todos. El equilibrio de ambas polaridade­s seria un bálsamo colectivo en esta sociedad de velocidad trepidante: acercarnos a lo compasivo.

Ahora se venden como mitos algunos deportista­s, personajes de la farándula y famosos que bombardean sus mensajes desde televisión o las redes sociales. ¿Son simples iconos populares o mitos de tercer orden?

Lo importante es el calado, la estela: si el deportista o la artista desprende un valor sustancial e inspirador, que penetre en capas profundas y no se quede con frivolidad­es superficia­les. Para mí, ese sería el filtro.

Los mitos son historias de la tribu que viven en el país de la memoria

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