DEL ‘SERVITIUM’ AL ‘APPARELLAMENTUM’
Como hemos indicado, los rituales eran escasos y muy diferentes a los católicos. Los cátaros no solo rechazaban los sacramentos cristianos, dado su origen mundano y, por lo tanto, pecaminoso, sino que aborrecían también toda la simbología que se usaban en sus ceremonias, como la cruz. Por la misma razón no adoraban a los santos, a los difuntos ni a ninguna de sus imágenes. Pero no podemos olvidar que, más allá del consolamentum, practicaban otros ritos menos conocidos.
Entre ellos estaba el servitium, que consistía en realizar una confesión pública y general, sin intervención de mediadores religiosos. Era muy similar al apparellamentum, que se realizaba una vez al mes y era dirigido por los diáconos. Consistía en una confesión colectiva y pública en la que los perfectos enumeraban las faltas que habían cometido y en la que ocasionalmente participaban los obispos. Solía contar con una serie de artificios para darle un aire solemne a las fórmulas que pronunciaban. Una de ellas era: «Comparecemos ante Dios, ante vosotros y ante la orden de la Santa Iglesia para recibir el perdón y la penitencia para todos nuestros pecados». Después se daban toda clase de pormenores de las faltas cometidas, miserias, imperfecciones y de las veces que se habían corrompido, teniendo que realizar después ayunos y rezos para que fueran perdonados. Este último aspecto no se diferenciaba mucho de los actos de contrición practicados por los católicos.
Por último, también practicaban un rito llamado el melioramentum, en el que se pedía a los simpatizantes del catarismo y a sus neófitos que se comprometieran a ser humildes, caritativos y a perdonar a todo aquel que les hubiera ofendido. Esa costumbre se basaba en la idea de que los aspirantes estaban todavía poseídos por Satanás y, por lo tanto, no podían rezar a Dios hasta no ser miembro de pleno derecho del catarismo después de recibir el consolamentum.