EL SUEÑO DE CREAR UN PODEROSO REINADO A AMBOS LADOS DE LOS PIRINEOS
Durante el siglo xiii se alcanzó el apogeo de la sociedad medieval. Cinco reinos cristianos (Portugal, León, Navarra, Castilla y Aragón) ofrecían una gran estabilidad en la península ibérica, junto al Al-Andalus almohade. El mundo conocido estaba dividido en numerosos imperios. El historiador francés Jacques Le Goff, situó, de hecho, este periodo como el nacimiento de Occidente, con la expansión del concepto de ciudad y la aparición de importantes inventos que contribuyeron a las conquistas.
Aragón era por entonces un feudo de enorme fortaleza. Pedro II se encontró a un reino empobrecido a su llegada al trono, pero entendió rápidamente que necesitaba establecer nuevas alianzas con otros gobernantes y expandir sus dominios. Uno de los grandes sueños fue levantar un reinado poderoso a ambos lados de los Pirineos. En su objetivo de consolidar la monarquía aragonesa, quiso expandir su territorio desde las orillas del Ebro hasta el Ródano. El prestigio del rey aragonés estaba en su punto más candente gracias a su triunfo en la Batalla de las Navas de Tolosa, una de las más importantes de la Reconquista. Las continuas luchas contra el Imperio almohade, cuyos dominios partían en dos, lo que es en la actualidad el territorio español, fue uno de los periodos en los que los monarcas hispanos afianzaron su poder. El enfrentamiento en Muret vino precedido por un contexto poco adecuado para los intereses que Pedro II albergaba en la zona. La monarquía francesa se interpuso en la zona con el objetivo de afianzar su poder. La derrota hispana en Occitania desembocó en un distanciamiento de sus políticas hacia el norte, dirigiendo así sus siguientes conquistas, bajo el reinado de su sucesor, Jaime I «El Conquistador», hacia otras zonas del Mediterráneo, como las conquistas de Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera o el reino musulmán de Valencia hasta extender sus dominios hasta Murcia. Los restos mortales del hombre que quiso reinar a ambos lados de los Pirineos fueron enterrados en Toulouse, aunque finalmente se trasladaron al Real Monasterio Santa María de Sigena, en Villanueva de Sigena (Huesca). Es el único monarca de la Corona de Aragón sepultado en la actual comunidad autónoma.