LA IGLESIA DE QUINTANILLA DE LAS VIÑAS
Si algún vestigio pétreo del arrianismo ha llegado hasta nuestros días, muy probablemente se encuentre en la iglesia de Santa María de Quintanilla de las Viñas (Burgos) donde, al margen de las generalidades del arte visigodo, no es fácil interpretar las singularidades que atesora un templo al que le falta un patrón de referencia para explicarlo con claridad, porque raramente las herejías y las creencias breves ofrecen un estilo propio y reconocible.
Lo que sí puede afirmarse con rotundidad es que estamos ante una joya de la arquitectura española, declarada monumento nacional en 1929 y edificada entre finales del siglo vii y principios del viii, que constituye en uno de los escasos ejemplos de la producción constructiva de la religiosidad visigoda.
De Quintanilla de las Viñas nos queda hoy su cabecera rectangular, cerrada por un lienzo de sillares recuperados de las naves derruidas y un riquísimo programa iconográfico al interior y al exterior del templo que ofrece una simbología quizá solo al alcance de una exclusiva comunidad de creyentes.
Tal vez formo parte de un cenobio femenino, situado deliberadamente en un lugar aislado para facilitar el recogimiento y quién sabe si la práctica de un credo alternativo o minoritario y en el entorno del paralelo geográfico 42, que además de pasar por Roma vertebra una multitud de edificios religiosos de adscripción medieval y frecuentemente esotérica cuyo corazón bien puede localizarse en la ermita templaria de San Bartolomé de Ucero (Soria).
La planta del templo es de tres naves con un pórtico a los pies y transepto con espacios independientes en sus brazos. El cerramiento dualista se forma con sillares montados sin argamasa de caliza y arenisca que ofrecen frisos luminosos preciosamente decorados con motivos vegetales, aves y mamíferos que atraviesan grandes paños de piedra oscura.
Al interior destaca sobre todo un amplio arco triunfal de herradura y dovelas decoradas con elementos similares al exterior. El arco se apoya sobre dos grandes bloques de piedra en los que están tallados magníficos relieves donde sendas parejas de ángeles sujetan dos medallones que representan respectivamente al sol y a la luna, al hombre y la mujer, y en los que con toda claridad figuran las inscripciones SOL y LUNA. De nuevo el dualismo más elemental, la luz y la oscuridad, que abona la tesis de un templo con suficientes singularidades para afiliarlo o emparentarlo con el arrianismo o con alguna corriente gnóstica.