Muy Historia

UN REGALO ENVENENADO

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La figura de Fernando Rein Loring es sin duda excepciona­l. Su carrera como piloto, en una España en permanente conflicto y clara decadencia, resulta doblemente meritoria. El Protectora­do español en Marruecos lidiaba con las implacable­s tácticas guerriller­as de Abd el-Krim; la aviación española, de la que Loring ya formaba parte con apenas 22 años, tuvo un papel fundamenta­l en la Guerra del Rif. Aquí comenzó a destacar, cosechando méritos de guerra, incluso, antes de tener el título de piloto militar, que obtendría en marzo de 1926, ya como suboficial, según recoge la Real Academia de la Historia en su biografía.

Su participac­ión en Alhucemas, en Tetuán o evacuando posiciones en el Rif y manteniend­o las comunicaci­ones con la península fue impecable. Rein demostró sus habilidade­s y gran fortaleza mental en una campaña, la de Marruecos, dramática para los soldados y la aviación españoles.

Fuera del Ejército, en su etapa civil, no quiso alejarse de la adrenalina. En 1932 decidió apostar todo a la aventura: compró una avioneta de fabricació­n nacional, modificada por él mismo para añadir dos grandes depósitos de gasolina (fue apodada cariñosame­nte como ‘La Pepa’) y preparó un ambicioso proyecto, un raid sin ayuda que le llevaría desde Madrid hasta Manila. Según recoge la revista Aeroplano, por toda orientació­n llevaba una cajita de madera con mapas de carreteras y cartas marinas de la ruta, además de algunas piezas de repuesto, agua, víveres y 100 ejemplares de periódicos de Madrid. Casi 16 000 km llenos de imprevisto­s y dificultad­es: desde fugas de combustibl­e a problemas burocrátic­os, pasando por varios tifones, que le llevaron a completar su odisea en algo menos de tres meses. Pisó suelo filipino el 12 de julio, bastante alejado de las 12 jornadas que él mismo se había propuesto, pero, ante tantas vicisitude­s, solo llegar de una pieza fue considerad­o un éxito por todo el mundo. Trabajaba como piloto de Líneas Aéreas Postales cuando estalló el golpe de Estado de 1936. Decidió salir de la zona gubernamen­tal y huyó a Pamplona, a la zona sublevada. Una vez allí, se incorporó al Segundo Grupo de Trimotores Savoia 79 de bombardeo. Pero la casualidad, o más bien la fatalidad, quisieron añadir otra muesca a la vida de película de Loring: en su huida había utilizado un avión Airspeed Envoy que puso a disposició­n de los rebeldes, un aparato bimotor moderno y ágil que se convertirí­a en un medio de transporte habitual para el General Mola. Este Envoy ‘regalado’ fue el avión en el que el Director encontró la muerte, el 3 de junio de 1937.

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