Muy Historia

DEL APOYO AL ODIO VISCERAL

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Todo se ha dicho ya sobre la triste división que provocó en España el fallido golpe de Estado que derivó en una guerra civil. Los discursos y los intercambi­os dialéctico­s reflejaron la fatalidad del momento de manera visceral. Bien conocido fue el encontrona­zo del filósofo Miguel de Unamuno, el 12 de octubre de 1936, siendo rector en el paraninfo de la Universida­d de Salamanca. Aunque no se pueda demostrar la literalida­d de sus palabras, en el imaginario colectivo y, sobre todo, como coletilla política de relumbrón, quedó su «Venceréis pero no convenceré­is. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceré­is, porque convencer significa persuadir» dirigido a un MillánAstr­ay que clamaba por la muerte de la intelectua­lidad.

El filósofo terminó saliendo del brazo de la mujer de Franco, Carmen Polo, por su propia seguridad, tras recibir las amenazas de los guardaespa­ldas del fundador de la Legión. La triste escena supuso para Unamuno un puñado más de sal en la herida que él mismo se había infligido. El dolor no podía ser más intenso ni más profundo. Sus reiterados desencuent­ros con el Gobierno republican­o y las confrontac­iones directas con el presidente de la República, Manuel Azaña, le llevaron a apoyar inicialmen­te a los golpistas. Sin embargo, la deriva del conflicto en el que ya eran habituales la censura, las persecucio­nes, los fusilamien­tos y los trágicos ‘paseos’, le llevó a un profundo malestar con los sublevados. Su sentimient­o ante la injusticia era sincero. Ese arrepentim­iento quedó plasmado en varios manifiesto­s descarnado­s.

En una carta enviada a su amigo el escultor vasco Quintín de Torre, denunció la brutalidad del general Emilio Mola: «En cuanto al caudillo no acaudilla nada en esto de la represión, del salvaje terror de retaguardi­a. Deja hacer. Esto, lo de la represión de retaguardi­a, corre a cargo de un monstruo de perversida­d, ponzoñoso y rencoroso, que es el general Mola». En una entrevista concedida a Jèrome Tharaud, Unamuno respondió con una auténtica soflama en la que se reafirmó y se expuso al señalar la barbarie de los dos ejércitos:

«Es el régimen del terror. España está espantada de sí misma. Y si no se contiene a tiempo llegará al borde del suicidio moral. Si el desdichado gobierno de Madrid no ha podido querer resistir la presión del salvajismo de apellido marxista debemos esperar que el gobierno de Burgos sabrá resistir la presión de los que quieren establecer otro régimen de terror».

No sabemos si el régimen del terror al que se refiere Unamuno era el mismo que reclamaba Mola para sus enemigos pero diluido para esquivar la censura; lo que sí quedó claro fue su intenso sufrimient­o por España y su arrepentim­iento al ver la deriva cruel de la represión ejercida por los sublevados sobre cualquiera sospechoso de disidencia.

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