¿SABOTAJES EN LAS FÁBRICAS REPUBLICANAS?
Algunos autores, como Domenec Pastor Petit, afirman que el sabotaje nunca se produjo en la industria militar republicana, lo cual es una afirmación errónea. Así, por ejemplo, tenemos el caso de Alejandro Cuadrado Blanch. Cuadrado fue uno de esos saboteadores «pacíficos» de armamento. De profundas creencias católicas, era dueño de una pequeña empresa de transporte en Gerona, donde fue movilizado, en junio de 1937, para trabajar en la fábrica de armamento republicana de Olot como personal cualificado. Recuerda su hijo, Alejandro Cuadrado Puig (en una entrevista concedida en diciembre de 2010 en El Correo), que su trabajo consistía en el montaje de los subfusiles Labora Fontbernat M-1938 «Olot», (un arma de la que se fabricaron unas 2000 unidades y que durante la posguerra llegó a ser utilizada por la Guardia Civil hasta la década de 1950). Sin embargo, sus creencias cristianas le impidieron fabricar armas que sirviesen para matar y por ello decidió montar mal, de forma deliberada, las carabinas.
Fue descubierto por uno de sus superiores durante una inspección de su trabajo, quien le avisó de que la próxima vez que se detectara un mal montaje en el armamento sería ejecutado. Ante tal situación Alejandro Cuadrado decidió cruzar la frontera a Francia, distante unos 40 kilómetros de Olot por carretera, y exiliarse.
Antes de fugarse realizó un último sabotaje y de forma premeditada montó los últimos percutores del subfusil Labora de un tamaño más largo al recomendable. De esa forma se aseguró que cuando los «Olot» fueran usados en combate se encasquillarían justo después del primer disparo. Cuadrado no fue una persona con un destacado perfil político, solamente alguien cuya moral le impidió permitir que su trabajo sirviese para matar a otros seres humanos: «Mi padre odiaba la muerte y no quería ser cómplice, solo es eso».