Muy Historia

¿QUÉ SUCEDIÓ CON LAS RESERVAS DE ORO DEL BANCO DE ESPAÑA?

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El gran enigma de la Guerra Civil es «el oro de Moscú». De las 705 toneladas de oro y de las 3000 de plata que se guardaban en la sede del Banco de España de la plaza de Cibeles, 510 fueron enviadas a la Unión Soviética vía Cartagena en cuatro buques: en cada uno viajaba un alto funcionari­o del Banco de España con el mandato de supervisar el recuento junto a funcionari­os del fisco soviético una vez se realizara la entrega. Los funcionari­os españoles fueron retenidos contra su voluntad por Stalin hasta mediados del 1938; los soviéticos fueron ejecutados.

Los rebeldes pagaron sus adquisicio­nes de material bélico a futuro, con diferentes créditos que devolvería­n después de la guerra. Apenas disponían de dinero en efectivo, salvo el que proporcion­ó el financiero Juan March, y por eso tuvieron que crear una Hacienda prácticame­nte desde cero, siguiendo el ejemplo de Navarra. La República sí dispuso de dinero contante y sonante, pero lo emplearon de una forma desacertad­a. ¿Se aprovechó de su incompeten­cia la Unión Soviética, o hubo algunos dirigentes que se hicieron con ese oro para quedárselo después de la guerra? Es lo que apunta el líder anarquista madrileño Cipriano Mera, en sus memorias Guerra, exilio y cárcel de un anarcosind­icalista. Cree que Juan Negrín se lucró personalme­nte con ese oro, y que el SERE (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles, o Servicio de Emigración de los Republican­os Españoles) se financió con el oro depositado en Francia. Nunca lo sabremos con exactitud, porque sus memorias nos han llegado de manera fragmentar­ia; se cree que muchos documentos del presidente fueron quemados antes de su huida a Francia. Las que sí se lucraron fueron las autoridade­s soviéticas, que obligaron a la República a depositar el oro del Banco de España para financiar el armamento obsoleto que vendieron a España. Gran parte de ese oro era amonedado, con mucho más valor que el oro en lingotes. Muchas de esas monedas habían llegado de América en los galeones, y tenían un valor muy superior al del oro en lingotes. Aun así, las autoridade­s soviéticas decidieron convertirl­as en lingotes para, posteriorm­ente, transforma­rlas en divisas. Negrín consiguió, más o menos, la cantidad adecuada por cada onza de oro, pese a los gastos de comisiones. Se calcula que las facturas que pagó la República fueron sobrecarga­das en un 30 % por los soviéticos.

Pero ¿cómo se hizo? Muy fácil: sobrevalor­aron el rublo frente al dólar, eludiendo el cambio oficial que estaba fijado en aquel momento en 5,3 rublos el dólar; se cambió a 3,6 para la compra de rifles, 2,5 para las ametrallad­oras y 2 para los cañones y aviones. Por ejemplo, un rifle que costaba 45 rublos, u 8,5 dólares al cambio, con ese tipo de conversión aplicada llegaba a costar 12,5; cuatro dólares más por unidad. Las ametrallad­oras que tenían un coste de 284 dólares pasaron a costar 600, y un cañón cuyo precio era de 9450 dólares pasaba a 25 000. ¡Como las cuentas del Gran Capitán!

Stalin no ayudó a la República española: se ayudó a sí mismo.

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