EL PODER GREMIAL
Los gremios fueron la institución clave de la ciudad medieval. Eran corporaciones de trabajadores y artesanos de un mismo oficio —orfebres, pintores, albañiles, carpinteros, bordadores…— cuyo fin era defender sus intereses profesionales y dar a sus asociados formación y seguridad en temas de salud, vejez... Normalmente se agrupaban por especialidades en las mismas calles, se regían por una estricta jerarquía —aprendices, oficiales y maestros— e intervenían de forma decisiva en la economía: fijaban los precios para impedir la competencia y marcaban las calidades y los horarios y condiciones de trabajo. La apertura de nuevos talleres estaba muy restringida y era muy difícil ascender, así que en la práctica se incentivaban las herencias y los matrimonios endogámicos dentro del gremio. El objetivo era conseguir la supervivencia de todos, y no la máxima ganancia.
Los gremios surgieron en Francia en el siglo XII y después se difundieron por toda Europa. Los más antiguos fueron el de los panaderos de Pontoise (1162) y el de los curtidores de Ruán (1163). En el siglo XII también surgió la hansa parisina, que era un gremio mercantil, es decir formado por comerciantes y no por artesanos, que monopolizó el comercio fluvial en el suburbio de París y percibía derechos sobre el tráfico de barcos entre Normandía y Borgoña.
La práctica gremial se extendió tanto que hasta los mendigos de Basilea y Frankfurt tuvieron asociaciones que impedían pedir limosna en sus ciudades a los forasteros, salvo dos días al año. La Iglesia también tuvo que plegarse a ellos, hasta el punto de que los rectores de la parroquia alemana de San Juan debieron pedir permiso al gremio de panaderos para poder hacer pan con el trigo y el centeno de sus campos.