Muy Historia

ELEFANTES: LAS FUERZAS ACORAZADAS DE LA ANTIGÜEDAD

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En el siglo III a. C. las cinco grandes potencias: Roma, Cartago, Macedonia, el Egipto ptolemaico y el Imperio seléucida, hicieron uso de los elefantes de guerra. De hecho, su posesión era una cuestión a tener muy en cuenta a la hora de evaluar el poder militar de los rivales, y su captura, adiestrami­ento y adecuado uso se convirtier­on en asuntos cruciales de la política de defensa, llamémosla así, de las grandes potencias y de sus Estados mayores y Generales. Los seléucidas, gracias a sus fronteras con la India, tenían en esta campo una fuerte ventaja. Los elefantes indios eran mucho mayores que aquellos que, en general, podían alinear los cartagines­es, pues la subespecie de la que estos últimos se abastecían, la que habitaba por aquel entonces en los bosques y estepas de lo que hoy son Argelia, Túnez y Marruecos, tenía una envergadur­a y un peso menores. Al punto que, en la mayoría de los casos, no podía portar sobre su lomo sino a su conductor y a un arquero o lancero, mientras que las grandes bestias indias llevaban hasta a cuatro y cinco guerreros.

Los elefantes de guerra cumplían el mismo papel en la guerra antigua que hoy desempeñan los carros de combate: romper el frente enemigo.

Antioco III Megas llegó a contar con 200 elefantes de guerra y alineó a 102 de ellos en Rafia, 217 a. C.

Cartago llegó también a disponer de 200 de estas magníficas bestias, pero en su caso nunca logró alinear a más de 80 de ellas en una sola batalla. Mientras que el Egipto ptolemaico lograría disponer hasta 63.

Egipto, que no podía acceder con facilidad al «mercado indio» de elefantes, se preocupó por enviar expedicion­es de captura de paquidermo­s a lo que hoy son Sudán, Eritrea y Etiopía. Así, por ejemplo, un papiro fechado en 223 a. C. nos informa sobre una partida de 231 cazadores enviada por Ptolomeo III a Eritrea para capturar elefantes de guerra. El sueldo de cada cazador ascendía a cuatro óbolos de plata por día, lo que representa un sueldo muy alto, cuatro veces el de un escriba o el de un maestro carpintero, y da muestra de que los cazadores de elefantes eran profesiona­les altamente cualificad­os y apreciados. No es de extrañar. Un elefante de guerra valía una fortuna. Se les debía de capturar entre los 20 y los 40 años y necesitaba­n un mínimo de dos años de adiestrami­ento. Luego, revestidos con elefantina­s armaduras de cuero y cota de malla, con cuchillas afiladas atadas a sus colmillos y con una torre de madera y mimbre sobre sus lomos en donde se apostaban cuatro guerreros, eran conducidos por su Mahout, conductor, al combate para sembrar el terror.

Roma haría uso de elefantes, por ejemplo, en sus guerras con Macedonia y en la península ibérica.

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