ROMA DESCUBRE A ANÍBAL: BATALLAS DE TREBIA Y TRASIMENO
El Senado romano, tras la derrota de Tesino, ordenó al otro cónsul, Sempronio Longo, que se dirigiera con su ejército al norte de Italia. Tras la llegada de Longo, Aníbal volvía a no fiarse de las tribus galas que vivían a las orillas del río Trebia; por eso, envió una fuerza de tres mil hombres a saquear todas las tribus que comenzaban a negociar con los romanos, capturando un gran botín. Estos pueblos solicitaron la ayuda de Roma y Sempronio Longo envió en su defensa una fuerza de caballería que se estableció al otro lado del río Trebia. Tras las primeras escaramuzas en las que la caballería romana llegó a las puertas del campamento cartaginés, poco a poco, se fueron implicando cada vez más tropas, situación que Aníbal no deseaba, pues no era una batalla planeada por él y no podía permitir que esa acción se le fuera de las manos.
El cónsul Longo, según Polibio, era de carácter agresivo y quería entablar combate lo más rápidamente posible. Contaba con superioridad numérica sobre el enemigo. Longo actuó tal como había predicho el general cartaginés. Dio orden de agrupar el ejército, cuatro legiones, y de marchar contra el enemigo, enviando su caballería contra los númidas. Los romanos tuvieron que vadear el río y realizar una marcha de más de seis kilómetros con impedimenta lo que aumentó su cansancio; encontrándose mojados, muertos de frío y hambrientos.
La batalla comenzó con el movimiento romano y un intercambio de proyectiles que favorecían a los púnicos y sus honderos baleáricos, hasta que intervinieron los hastati romanos y la infantería ligera de Aníbal tuvo que retroceder. Cuando Aníbal dio la orden de ataque a su caballería, pronto, los cartagineses envolvieron los flancos romanos. Las dos infanterías pesadas siguieron luchando de manera incierta; pero, tras ser atacados por las fuerzas de Magón en su retaguardia y por los elefantes, las alas de la infantería romana terminaron por hundirse. El cónsul Longo trató de presentar la batalla al Senado como de resultado incierto, achacándolo al frío y al clima, ignorando que son soldados que también intervienen en todo combate, unas veces a favor y otras en contra. La derrota de Trebia causó una fuerte conmoción y Roma necesitaba parar a Aníbal lo antes posible. El elegido fue el cónsul Flaminio. Según Polibio, la columna romana que iba a enfrentarse a Aníbal estaba repleta de voluntarios que preveían una victoria rápida. Nada más lejos de la realidad. Ambos ejércitos se encontraron en el lago Trasimeno, donde la niebla dominaba el valle, y donde se demostró que la disciplina del ejército cartaginés superaba a la romana, que pronto se vio envuelta en una gran emboscada a orillas del lago.
Solamente cuando la vanguardia romana chocó contra el ala izquierda cartaginesa, Aníbal dio la orden de ataque. Al ejército romano le pudo la confusión y la niebla y no consiguieron adoptar el orden de batalla. La derrota fue total, incluida la muerte del cónsul Flaminio a manos de un jinete insubre de nombre Ducario, según Livio.