SAVONAROLA, EL AZOTE DE ALEJANDRO VI
El prior del convento dominico de San Marcos de Florencia, Girolamo Savonarola, daba voz en Italia a las ansias de reforma que bullían en la Iglesia. En sus multitudinarias homilías criticaba los vicios de la curia romana, la inmoralidad, la depravación y la avaricia. Denunciaba la corrupción de la nobleza renacentista, especialmente de la eclesiástica, y presentaba a Carlos VIII de Francia como enviado por Dios para la reforma de esta. Así, mientras que casi toda Italia se unía alentada por Alejandro VI contra las tropas francesas, Florencia permanecía reacia porque los florentinos habían creado una república partidaria del rey francés, al que consideraban un salvador frente a la corrupción instalada en Italia y en los Estados Pontificios. Los discursos y sermones apocalípticos del monje dominico atraían a miles de personas allí, en Florencia, pero también en Milán, en Génova y, cómo no, en Roma, la capital del pecado para Savonarola, afectada por una enfermedad (lujo, depravación, sodomía, simonía...) que iba corroyendo la raíz de la Iglesia y extendiéndose por toda la nobleza italiana de la época.
El papa Borgia le prohibió predicar, pero pronto volvió al púlpito despreciando sus órdenes como contrarias a la voluntad divina y atacando al pontífice. Cuando, en la iglesia de Santa María de Roma y ante una multitud, acusó al papa, a su familia y a su corte de pecadores, corruptos, incestuosos y mentirosos, Alejandro VI le prestó verdadera atención. Supo que el peligro de Savonarola residía en el gran predicamento que tenía sobre las masas; sus encendidas palabras provocaban la rebelión allá donde iba y Florencia era el mejor ejemplo: era máxima autoridad religiosa y política tras conseguir expulsar a los Médici. Por sus ataques al papa y por negarse a aceptar la Congregación dominicana de los conventos de Toscana y de Roma, que Alejandro había decretado, fue excomulgado en mayo de 1497. Un año después ardió en la hoguera. El fraile había perdido finalmente el favor popular al negarse a pasar por la prueba del fuego, que él mismo había solicitado como demostración de su misión divina. Fue arrestado, condenado a la pena capital. El 23 de mayo de 1498, apenas cabía un alfiler en la Piazza della Signoria de Florencia en cuyo centro se levantaban tres cadalsos que esperaban a tres frailes dominicos, excomulgados por Alejandro VI, acusados de herejía. Uno de ellos era Savonarola, que fue ejecutado por garrote vil, antes de ser arrojado a la hoguera, junto a dos de sus colaboradores cercanos.