DE LA DECLARACIÓN BALFOUR AL CONFLICTO ÁRABE-ISRAELÍ
El papel jugado por Inglaterra en el Próximo Oriente durante la Primera Guerra Mundial dibujó las fronteras aún hoy existentes en la zona. Como aliado de los imperios centrales, el Imperio otomano amenazaba los intereses británicos en Egipto y el control del Canal de Suez. Gran Bretaña apuesta por estimular el deseo de independencia de los árabes, prometiendo reconocerla si se alzan contra el dominio turco. Paralelamente, tratando también de atraerse a la opinión pública judía, el ministro de exteriores británico, Arthur J. Balfour, remitía una carta al barón Lionel W. Rothschild, influyente líder de la comunidad judía británica, apoyando el establecimiento de un «hogar nacional» en Palestina, aunque advirtiendo que no debían perjudicarse «los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías». Lawrence, destinado en el Departamento de Inteligencia Militar de El Cairo con el grado de capitán, fue enviado como enlace con las guerrillas del jerife Husain, en el Sinaí. El carácter y la capacidad de liderazgo de uno de los hijos del jerife, Faisal, lo convencen de las posibilidades de la causa árabe, trabajando primero por aglutinar las tribus en torno a Faisal, y apoyando después su avance desde la toma del inexpugnable puerto de Aqaba hasta su entrada en Damasco, el 1 de octubre de 1918. Hazaña por la que el rey Jorge V lo nombraría caballero del Imperio Británico, honor que rehusó, dividido entre dos lealtades irreconciliables. Lawrence no tardaría en apartarse de la vida pública, mientras Francia y Gran Bretaña, olvidando las promesas a los árabes, se repartían las posesiones del derrotado Imperio otomano. Teóricamente, ambas potencias debían administrar los territorios hasta que estuvieran preparados para la independencia, bajo la forma de mandatos de la recién creada Sociedad de Naciones. En la práctica, los incorporaron a sus respectivos imperios coloniales. Palestina, bajo mandato británico, se reveló como la zona más conflictiva. La Declaración Balfour alentó la emigración judía, y con ello el descontento de la población árabe. Tras la Segunda Guerra Mundial, ante la imposible convivencia entre ambas comunidades la ONU propuso un plan de partición, que suponía la creación de dos Estados, judío y árabe, con Jerusalén bajo control internacional.