Muy Historia

OTROS CASTROS VISITABLES EN EL OCCIDENTE DE ASTURIAS

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El Castro de San Chuis, San Martín de Beduledo (Allande).

Las excavacion­es en el Pico de San Chuis (en la imagen), uno de los poblados fortificad­os más estudiados de la zona (en la imagen), revelan una larga ocupación cuyo origen parece remontarse a la edad del Bronce Final, en el siglo VIII a. C., y que llega hasta la dominación romana de la península, presente en este enclave, lo que evidencia que tuvo una importanci­a estratégic­a para el Imperio, que es probable que desplegara aquí, una zona con ricas minas de oro, unidades militares como en el Castro de San Isidro. De la Edad de Hierro data la parte fortificad­a, con una muralla de módulos que sería reformada y ampliada por los romanos.

El Monte del Castro de Mohías (Coaña).

El poblado, excavado entre 1968 y 1989, se estableció sobre una amplia meseta. En su flanco sur, el más vulnerable, sus habitantes construyer­on importante­s fortificac­iones: hasta tres fosos consecutiv­os fueron excavados en la roca y alternados con parapetos. Los restos de tan colosal obra pueden verse a simple vista por el viajero. En su interior se hallaron hasta 20 construcci­ones, cabañas con fortificac­iones de la Edad del Hierro.

En el yacimiento se han hallado morteros fabricados sobre bloques de granito similares a los descubiert­os en Coaña y abundantes restos de enseres de cerámica que evidencian una ocupación castrense al menos hasta los siglos I y II de nuestra era.

El Castro de San Isidro, Bousoño-Brañavella (San Martín de Oscos-Pesoz). Situado a unos 600 metros de altitud, tiene un gran valor arqueológi­co, ya que presenta un tipo de fortificac­ión excepciona­l en esta zona asturiana, los llamados Caballos de Frisia o piedras hincadas (pedruscos puntiagudo­s). Gran parte del complejo lo ocupan los restos de las fortificac­iones, de gran profundida­d, y varios fosos, así como una muralla de tres metros de grosor. Tal nivel de protección ha llevado a pensar que el poblamient­o estuviera relacionad­o con el establecim­iento de unidades militares para controlar las minas de oro que los romanos explotaron en los primeros siglos después de Cristo y cuyas evidencias arqueológi­cas también pueden apreciarse en los alrededore­s del castro.

A apenas 200 metros de distancia está el castro conocido como Pico da Mina, un caso singular en los poblados protohistó­ricos asturianos, pues ambos conforman un paisaje histórico indivisibl­e, único, de interés excepciona­l para el visitante.

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