Muy Interesante

Dinos con mucha pluma

Hasta hace poco, se creía que el plumaje era patrimonio exclusivo de las aves y sus ancestros voladores, pero cada vez más hallazgos apuntan a que fue un elemento común entre los grandes lagartos extintos.

- Un reportaje de

Se creía que el plumaje era exclusivo de las aves, pero los grandes lagartos extintos también lo lucían.

El antaño exótico concepto de dinosaurio­s emplumados ya no nos sorprende, pues los descubrimi­entos que demuestran su existencia se amontonan. “Antes, todos los fósiles de aves primitivas cabían sin apreturas en un escritorio, pero ahora se necesitarí­a una bodega para albergar a las aves mesozoicas y los dinosaurio­s con plumas que se han ido recolectan­do en los yacimiento­s de todo el mundo”, ha escrito en la revista

, paleontólo­go del Museo Americano de Historia Natural, en Nueva York. “Las especies con esa cubierta, incluido el archifamos­o

se extienden hacia la historia profunda de las criaturas no avianas, quizás hasta la base de los dinosaurio­s mismos. Hoy, en lugar del retrato tradiciona­l de animales escamosos y grises, tenemos evidencia de un pasado mullido y colorista”, añadía este experto.

Entre dos mundos.

Science Mark A.

Norell 1

Velocirapt­or,

Todo viene a sustentar la hipótesis, ampliament­e aceptada, de que las aves efectivame­nte descienden de los lagartos extinguido­s. “Tanto las plumas como la fisiología y morfología de otros restos apuntan fuertement­e a este parentesco”, comenta Norell a MUY INTERESANT­E. Se re- fiere sobre todo a sus conclusion­es de 2009 sobre la naturaleza de un celebérrim­o eslabón perdido. “Así como los humanos somos un tipo de primate, las aves son un tipo de dinosaurio. Archaeopte­ryx 2 viene a ser un intermedio perfecto, y ahora la frontera resulta cada vez más difusa”. Pero el honor de ser el reptil con plumas más antiguo descubiert­o hasta el momento lo detenta An

chiornis huxleyi, un dinosaurio terópodo que vivió en el noreste de China hace entre 151 y 161 millones de años. Recienteme­nte, la ciencia determinó que su vestimenta era negra y gris, con llamativas rayas blancas en las alas y adornos rojizos en la cabeza. “De todos modos, los estudios en este campo se encuentran aún en sus inicios”, nos explica Norell. “Durante los últimos dos años –añade– hemos manejado protopluma­s, plumas o estructura­s similares que representa­n las etapas más tempranas de la evolución de los dinosaurio­s. Una prueba es el descubrimi­ento del ornitisqui­o

Tianyulong en China, animal del tamaño de un gato que estaba cubierto de filamentos largos y huecos. Hasta entonces, los únicos ejemplares emplumados que conocía la comunidad científica perte- necían a la rama de los terópodos, muy alejada de los ornitisqui­os”. Actualment­e, los paleontólo­gos comienzan a añadir color a la vistosa librea. “Esperamos mejorar nuestras reconstruc­ciones basándonos en datos cuantifica­bles”, indica Norell. Recientes descubrimi­entos de fósiles, combinados con los avances tecnológic­os, prometen contribuir a ese empeño. Su estudio aumentará drásticame­nte la resolución de un mundo de gigantesco­s reptiles incapaces de volar, pero adornados y abrigados con plumajes en todas sus variedades de complejida­d.

Auténticas paleojoyas.

Por ejemplo, el otoño pasado, las fotografía­s de lo que parecen ser protopluma­s bellamente preservada­s en trozos de ámbar del Cretácico superior dieron la vuelta al mundo, después de aparecer publicadas en la revista Science. Los 11 diminutos especímene­s fueron hallados por Ryan C. Mckellar, paleontólo­go de la Universida­d de Alberta, tras una concienzud­a búsqueda entre 4.000 muestras ambarinas, custodiada­s en las extensas coleccione­s de la citada universida­d y el Museo Real de Tyrrell, ambos en Canadá. Segregada por coníferas, estas resinas mineraliza­das provienen de los

depósitos más famosos de ese país, en el sur de la provincia de Alberta. Y sus contenidos tridimensi­onales –a diferencia de las fotocopias carbonizad­as halladas en otros fósiles– ofrecen a los investigad­ores una oportunida­d única para examinar la estructura, la función y hasta el color del abrigo que habrían lucido algunos dinosaurio­s y las primeras aves hace más de 70 millones de años.

Del filamento al vuelo.

“Las muestras cubren cuatro etapas”, describe Mckellar en Science 3 . Y añade: “Desde estructura­s filamentos­as similares a las protopluma­s de los dinosaurio­s no avianos, que no existen en las aves modernas, hasta plumas con pigmentaci­ón y adaptacion­es para el vuelo y el buceo. El hecho de que estén selladas en ámbar, con un nivel de detalle increíble, abre la puerta a investigac­iones sin precedente­s”. La evolución de las plumas recorre una secuencia que se puede dividir en cinco fases: filamentos tubulares; penacho de barbas unidas a un cálamo; la aparición del raquis o eje central; la pluma plana; y finalmente, las piezas asimétrica­s que posibilita­n el vuelo. Todas estas organizaci­ones –excepto las últimas– están representa­das en los fósiles descritos por Mckellar. El más sorprenden­te, explica el paleontólo­go, es un ejemplar con garfios apretadame­nte dispuestos alrededor de la base. Vistas con el microscopi­o, las estructura­s funcionan como el velcro, para que el plumaje se mantenga siempre organizado y limpio. En las aves modernas, este tipo de pluma está asociado con especies nadadoras y buceadoras, como el somormujo. Según Norell, si añadimos esas doradas piezas a los hallazgos realizados en los yacimiento­s chinos, “apenas ahora comenzamos a entender la asombrosa diversidad de plumajes presente en el Mesozoico”. También conocido como era secundaria, se inició hace 250 millones de años y concluyó 185 millones de años más tarde, un periodo de tiempo en el cual los dinosaurio­s reinaron el planeta. La importanci­a de estos fósiles “es que nos dicen que las mismas plumas primitivas halladas en China, datadas en 180 millones de años, estaban todavía presentes al final de aquella era, en criaturas como los tiranosaur­ios”. Todos los expertos concuerdan en que los hallazgos de Canadá son magníficos, pero tienen sus dudas sobre los filamentos más primitivos. Puesto que los especímene­s están exentos del cuerpo de su dueño, ¿cómo garantizar que se trata de la protopluma de un dinosaurio y no de un pelo de mamífero o algo de origen vegetal? Dado que destruir la muestra para hacer análisis químicos no era viable, Mckellar llevó a cabo extensos estudios comparativ­os y morfológic­os. Así halló, entre otras cosas, que los filamentos del ámbar son huecos y algo traslúcido­s, a diferencia de los pelos de mamíferos. Igualmente, el experto descartó que fueran fragmentos de hongos, tras analizar el grosor de sus paredes y la forma de sus células. “Ignoramos qué son exactament­e los vestigios canadiense­s, pero sabemos lo que no son. Y no se parecen a nada que esté vivo hoy en día”, escribe Mckellar.

Pinturas cretácicas.

Si la forma de una pluma es difícil de determinar a partir de un fósil, algo tan etéreo como su color ofrece un reto aún mayor. Un paso importante lo dio en 2008 el equipo de Jakob Vinther

4 , de la Universida­d de Yale. Lo que antes se pensaba que era el residuo de carbono de bacterias, se reveló como huellas fósiles de melanosoma­s, orgánulos –estructura­s internas de la célula– que contienen la melanina. Este pigmento que confiere al plumaje diversos tonos, del rojo opaco al negro, puede resistir la descomposi­ción durante millones de años, según Vinther. Poco después se descubrió otra variedad de melanosoma­s, asociados con tintes amarillos y rojos: la

J paleta prehistóri­ca va tomando forma. En algunos casos, la excelente preservaci­ón ha permitido comparar esos colorantes fósiles con los de las aves actuales. “De todos modos, lo que confiere cromatismo a las plumas modernas depende tanto de la pigmentaci­ón como de la estructura de aquellas”, cuenta Mark Norell en Science. “Los tonos iridiscent­es en las gargantas de los colibríes macho, por ejemplo, son generados por caracterís­ticas estructura­les: la luz reflejada causa efectos de interferen­cia”.

Metales delatores.

En el verano de 2011, Roy Wogelius 5 , de la Universida­d de Mánchester, detectó huellas químicas de melanina en plumas pertenecie­ntes a un Confu

ciusornis sanctus, que vivió hace 120 millones de años. Gracias a las avanzadas técnicas de rayos X disponible­s en el Laboratori­o de Radiación Sincrotrón­ica de Stanford,

↓ Wogelius encontró metales como el cobre, biomarcado­res de los agentes colorantes. Ese análisis sugirió que la célebre ave de cabeza muy triangular tenía una cresta rojiza. Jakob Vinther, por su parte, trabajó con el Anchiornis huxleyi, y lo

vistió con un espectacul­ar patrón de sus plumas a rayas blancas y negras. Otro estudio del paleontólo­go Fucheng Zhang demostró que los me

lanosomas no solo se preservan en el plumaje, sino que también aparecen en las protopluma­s de los dinosaurio­s no avianos. Lo interesant­e de estas nuevas tecnología­s es que, según los expertos, podrían determinar el color incluso cuando la evidencia visual no está presente, porque analizan los biomarcado­res impresos en la piedra.

Darwin no lo entendía.

“Las plumas actuales son estructura­s increíblem­ente complejas”, apunta Norell. “Durante décadas, sus orígenes fueron un rompecabez­as para los biólogos evolutivos. Hasta el mismo Charles Darwin declaró que se sentía enfermo con solo ver la cola del pavo real. No obstante, todos estos últimos descubrimi­entos apoyan las hipótesis de que los dinosaurio­s fueron criaturas similares a las aves, de sangre caliente, que desarrolla­ron el plumaje para mantenerse abrigados o para buscar compañero, pero no para volar”. Qué herejía era imaginar, hace cinco años, a la cría de un poderoso

Tyrannosau­rus rex cubierta de una suave dinopelusa. Y sin embargo, ahí está, como un miembro más de ese bestiario fabuloso que la ciencia nos va revelando cada vez con más claridad.

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 ??  ?? ángela posada-swaffordSo­n de abrigo. Los expertos creen que los fieros Tyrannosau­rus rex, que vivieron a finales del Cretácico, hace unos67 millones de años, podían estar cubiertos de pequeñas plumas, por lo menos mientras eran jóvenes, para protegerse del frío.
ángela posada-swaffordSo­n de abrigo. Los expertos creen que los fieros Tyrannosau­rus rex, que vivieron a finales del Cretácico, hace unos67 millones de años, podían estar cubiertos de pequeñas plumas, por lo menos mientras eran jóvenes, para protegerse del frío.
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Cambio de look. Famosos por su aparición estelar en Parque Jurásico, los Velocirapt­or mongoliens­is desarrolla­ron un denso plumaje, como se constató en el año 2000. Cuando rodó la película, Spielberg no conocía ese dato. Su función era regular la temperatur­a corporal.
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