Muy Interesante

Del pulpo, hasta los andares

Que tengan tres corazones y la sangre azul no es su mayor rareza. Estos moluscos fascinan a la ciencia por su gran inteligenc­ia, su compleja conducta, sus dotes a la hora de ligar, sus venenos... y su don para orientarse.

- Textos de elena sanz

Bípedos cuando lo necesitan

En 2008, 24 centros oceanográf­icos europeos pusieron en marcha un estudio para descubrir si los pulpos eran octodiestr­os y manejaban por igual los ocho tentáculos, o si, por el contrario, se desenvolví­an mejor con alguno en particular. Y lo que vieron fue que dos de las extremidad­es las usaban para desplazars­e sobre el lecho marino y las otras seis para explorar e investigar los objetos a su alcance, incluyendo las piezas de lego y los cubos de Rubik que los biólogos les ofrecían en sus experiment­os. Se confirmaba lo que ya habían observado en 2005 en Indonesia biólogos de la Universida­d de California: que, cuando un pulpo necesita huir, levanta seis brazos y emplea los otros dos para correr a toda pastilla por el fondo del mar.

Sexo con amor y abrazos

Durante décadas, los científico­s han considerad­o a los octópodos como seres solitarios y nada románticos en su vida sexual. Sin embargo, un reciente estudio de la Universida­d de California revela que los machos no se aparean con la primera hembra que se cruza en su camino. De hecho, suelen rondar durante varios días a la chica elegida, se engalanan con patrones corporales vistosos en su piel, mantienen a distancia a los rivales e, incluso, estrechan amorosamen­te algún brazo de su pareja una vez que logran conquistar­la.

Más listos que el hambre

Para medir la inteligenc­ia de los pulpos, los zoólogos recurren a ensayos en los que evalúan sobre todo dos parámetros: su capacidad de aprendizaj­e y su memoria. De este modo, han descubiert­o que se las ingenian para distinguir formas geométrica­s –cuadrados, rectángulo­s, círculos…–, abrir botes con tapones de rosca y atravesar complicado­s laberintos. Además, estos cefalópodo­s aprenden observando a sus semejantes, una conducta que se creía exclusiva del ser humano y de algunos mamíferos. Y, como demostró en un experiment­o el neurobiólo­go Benny Hochner, tienen un circuito de memoria a corto plazo y otro a largo plazo. No en vano, los pulpos cuentan con medio millón de neuronas organizada­s en una compleja red de lóbulos, similar a la estructura del cerebro humano.

Imitadores natos

Un lado venenoso

Hace tres años, la revista Journal

of molecular evolution se hizo eco de un estudio de la Universida­d de Melbourne, en Australia, que demostraba que todas las especies de pulpo –y de sepia– tienen alguna sustancia tóxica en su cuerpo para defenderse de los depredador­es o atacar a las presas. Analizando los genes que producen las diferentes ponzoñas que esgrimen, los biólogos concluyero­n que el origen de este arsenal se encuentra en un antepasado venenoso, común a los pulpos, las sepias y los calamares.

Journal of comparativ­e psychology. Cuando hay un depredador cerca, el pulpo mimo, Thaumoctop­usmimicus, de Indonesia, puede camuflarse como una raya venenosa, una serpiente marina, un pez león lleno de espinas o incluso una medusa. Todos los papeles de malote le sientan bien a este octópodo. En el Atlántico destaca como actor el pulpo de brazos largos, Macrotrito­pus

defilippi, que se oculta de sus enemigos copiando la forma y movimiento­s de la platija, un pez plano similar al lenguado.

Organizan su propio arsenal defensivo

Son muy suyos

La psicóloga Jennifer Mather y el biólogo Roland Anderson acometiero­n en 1993 un trabajo pionero con más de 40 pulpos rojos para averiguar si sus conductas podían individual­izarse. Tras exponerlos a situacione­s diferentes en distintas semanas, concluyero­n que su comportami­ento se podía encuadrar claramente dentro de tres tipos de personalid­ad aplicadas hasta entonces solo a humanos: agresivos, tímidos y pasivos. Sus resultados se publicaron en el

Camuflaje para pasar desapercib­idos

La epidermis de los pulpos contiene unas células con pigmentos llamadas cromatófor­os que les permiten mudar de color y de patrón decorativo –piel lisa, a rayas, con manchas…– con suma facilidad. De este modo, pueden camuflarse y pasar inadvertid­os tanto entre rojos corales como sobre la arena gris. Los cambios de tonalidad también les sirven para expresar su estado de ánimo. En 2009, el pulpo Amphioctop­usmarginat­us, de Indonesia, se sumó a la lista de animales capaces de manejar herramient­as. Tal como exponía una investigac­ión publicada en la revista Currentbio­logy, los ejemplares de esta especie recogen las cáscaras de coco que caen al fondo del mar y las almacenan en un lugar escondido para usarlas como escudo defensivo. Míralo en este vídeo: bit.ly/xfajco

GPS incorporad­o

Aunque estos animales pasan horas cazando y recorren cientos de metros en sus pesquisas, suelen regresar cada día a su guarida para descansar y nunca olvidan el camino de vuelta. ¿El secreto para no perderse en el fondo del mar? Estudiando al pulpo común, Octopusvul­garis, en las Bermudas, la psicóloga de la Universida­d de Lethbridge (Canadá) Jennifer Mather llegó a la conclusión de que no dejan un rastro químico a su paso como las hormigas, sino que visualizan las rocas prominente­s, plantas, corales y otros hitos que encuentran a lo largo de su ruta para dibujar un mapa mental que guardan en el cerebro durante semanas. Su memoria espacial es extraordin­aria.

 ??  ?? Buena pieza. En la imagen, un pulpo gigante, Enteroctop­us dofleini. Vive en el océano Pacífico y alcanza los 9 m de longitud.
Buena pieza. En la imagen, un pulpo gigante, Enteroctop­us dofleini. Vive en el océano Pacífico y alcanza los 9 m de longitud.
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