¿Cuánto te engañas a ti mismo?
JSi quieres saberlo, lánzate a contestar estas preguntas con toda la sinceridad posible, marcando solo una de las respuestas.
¿Eres capaz de justificar los errores que los demás te dicen que has cometido? Sí, siempre. Todos, excepto un error grave que cometí una vez. En la mayoría de los casos, sí. Casi nunca.
Cuando discutes con alguien sobre un hecho del pasado, ¿suele pasarte que el recuerdo que tiene tu interlocutor no se parece en nada al tuyo? Sí, me ocurre a menudo. Casi siempre. En algunas ocasiones. No, nunca.
Cuando nadie te ve, ¿haces cosas que no te atreverías a hacer delante de los demás?
No, nunca; mi conducta no cambia aunque nadie me mire.
Solamente un pequeño vicio que tengo…
Algunas, pero no me importaría nada que los demás supieran que las hago.
Sí. Mi forma de comportarme cambia completamente cuando estoy a solas.
¿Piensas que la vida te va a ir peor o mejor que a los demás?
Mucho mejor, porque dispongo de métodos seguros para que las cosas me salgan bien. ¿Crees que las técnicas de
funcionan contigo?
Como un imán. No, nunca me arrepiento de nada. A veces, pero en esos casos veo el lado positivo de mi actitud. Por supuesto. Quizás haya intentando maquillar un poco mi imagen.
En alguna pregunta, tengo la sensación de que he respondido para dar la impresión de que soy más honesto conmigo mismo de lo que realmente soy.
Seguro que lo he contestado intentando autoengañarme, como hace todo el mundo. por ejemplo, obtienes 75, querrá decir que sueles mentirte a ti mismo en un 75 %. Si l a puntuación es excesivamente alta (por encima del 80 %) es que tiendes a engañarte más de la cuenta. En cambio, si es demasiado baja (menos del 20 %), indica que te pasas de realista en tu percepción.
El primer paso para vivir tiempos mejores es imaginarlos, afirma un proverbio chino
timismo. Al ser humano le resulta adaptativo creer que tiene más posibilidades de éxito de las objetivas. Si no, nunca nos habríamos aventurado a navegar por aguas donde no se ve la otra orilla. Dice un proverbio chino que el primer paso para vivir tiempos mejores es imaginarlos. En un estudio sobre esa tendencia al optimismo, el economista y nobel Daniel Kahneman y el psicólogo Amos Tversky propusieron a los participantes que valoraran las probabilidades que tenían de responder con acierto a varias preguntas intrincadas. Pues bien, la tercera parte de las respuestas esti- madas como correctas con un 98% de certeza eran erróneas. Entonces, ¿de qué sirve pasarse de optimista? Fácil: esa ingenuidad es una forma de seguir adelante, una motivación para no rendirse, justo lo contrario de lo que les sucede a los pesimistas. Yo, el sida me lo paso por... Por otra parte, según Tversy y Kahneman, la forma en que vemos el mundo se contradice con la opinión que manejamos sobre nuestra propia vida. La mayoría de la gente es optimista respecto a sí misma, pero piensa que “las cosas no van bien” en la sociedad, en la política o incluso en la na- turaleza. Nos engañamos pensando que somos distintos e invulnerables a lo negativo, lo cual puede traer problemas. Neil D. Weinstein, de la State University of New Jersey, ha constatado en varios artículos sobre la percepción del riesgo por parte de los estudiantes que la mayoría cree que tiene menos posibilidades que los demás de contraer el sida o de engancharse a las drogas, lo que les hace asumir conductas peligrosas. Por lo tanto, aunque autoengañarse sea adaptativo, también es útil tener conciencia de la realidad y parar esos mecanismos euforizantes cuando nos pueden llevar al desastre.