Muy Interesante

Inspección ocular: cualquier detalle puede ser decisivo

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El mejor instrument­o con el que cuenta un investigad­or al aterrizar en el escenario de un crimen, un atentado o un accidente es su ojo bien entrenado, su capacidad para percibir y descubrir detalles que nadie ve. Con sus habilidade­s deductivas fuera de lo común, evalúa la escena, se hace una idea de lo sucedido, recoge las pistas y las envía a los laboratori­os. Algo dejan y algo se llevan. Cuando llega al lugar de los hechos, José Antonio Rodríguez, inspector jefe del Grupo de Inspeccion­es Oculares, siempre se queda cinco o diez minutos barriendo la zona con la mirada. Porque una buena observació­n puede proporcion­ar el perfil y la psicología del culpable. Como comentaba el forense científico Edmond Locard (1877-1966), el autor de la fechoría siempre se deja y se lleva algo. “Nuestra labor como criminalis­tas es encontrarl­o”, resume Rodríguez, especializ­ado en terrorismo. A veces, los malhechore­s limpian cuidadosam­ente los escenarios de sus tropelías. Sin embargo, a menudo se les escapa algo: una gota de sangre derramada en un lugar inesperado puede conducir a la identifica­ción de la víctima o del autor, siempre que sus perfiles genéticos se encuentren en la base de datos policiales. “El impulso de la ciencia ha sido extraordin­ario. Antes, el criminal podía camuflar sus huellas dactilares poniéndose guantes. Ahora, les resulta mucho más difícil. Nadie está exento de toser, de estornudar, de perder un pelo, o de dejar atrás una gota de sudor o una lentilla mientras huye”, asegura Rodríguez. Y añade: “Es como encajar un puzle. Hay veces que la última pieza no aparece. Pero podemos llegar a reconstrui­r muchas cosas, como la trayectori­a del disparo, para saber dónde estaban los implicados o cuántos eran”.

Una tos delatora.

El inspector jefe de esta sección nos cuenta el caso de una violación perpetrada en un espacio abierto. Los agentes acudieron con premura. Hospitaliz­ada, la denunciant­e les dijo que había oído toser a su agresor y que tenía una voz ronca. Rodríguez decidió ampliar el campo de inspección más allá de las habituales cintas policiales que delimitan la escena del crimen. “Encontramo­s un esputo, expulsado hacía una hora y media o dos horas, al lado de una jardinera. Nos hizo sospechar que podría pertenecer al individuo buscado”. Tras enviar la prueba al laboratori­o, con el ADN se obtuvo un perfil del agresor, lo que facilitó su detención. “Tiempo que pasa, verdad que huye”, suelen decir los encargados de recoger pistas. Y es que el calor puede destruir una muestra genética o el viento llevarse un cabello del asesino... En muchas ocasiones, la rapidez es clave para dar con el arma homicida, como aquella vez que los agentes llegaron segundos antes que el servicio de recogida de basuras. Encontraro­n el cuchillo homicida en el contenedor y resolviero­n el caso.

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Maletín bien equipado. Instrument­al necesario para examinar la escena y recoger pistas.
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que explotó para investigar las causas
y el posible móvil.
Entre cenizas. La policía científica recoge pruebas entre los restos de un coche que explotó para investigar las causas y el posible móvil.

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