Análisis de ADN: tirando del hilo... de la doble hélice
E l examen de ADN se ha convertido en un instrumento clave en criminología. Lo demuestra el tamaño de este laboratorio de la policía científica, donde 76 expertos analizan restos recogidos en los lugares donde se ha cometido un delito: una camisa ensangrentada, semen, saliva, sudor, cabellos humanos, células epiteliales... Para no contaminar las pruebas, observamos cómo trabajan desde las ventanas de cristal. Manejan pipetas, centrifugadoras y un robot de dos brazos que es capaz de despachar 76 muestras en apenas dos horas.
ADN en busca de dueño.
“Podríamos obtener el perfil genético de una persona en unos dos días, aunque tendría que dedicarse a ello todo el laboratorio, trabajando día y noche”, asegura Francis- co Álvarez Fernández, inspector jefe de Técnicas de Extracción. “Normalmente tardamos unos quince días, desde que abrimos las cajas de las muestras hasta que logramos los resultados”. Hoy, las bases de datos de la policía y la guardia civil contienen unos 255.000 perfiles genéticos. Aunque no todos tienen nombre y apellidos, hay muchos que están esperando a ser identificados. Para lograrlo, es frecuente el intercambio de datos con la Interpol y otros países. De todos los delitos, los de agresión sexual son los más susceptibles de resolverse mediante un análisis de este tipo. “Recuerdo un caso en que la víctima no había visto a los atacantes; solo teníamos el ADN recogido de unas manchas de esperma. La ficha genética que obtuvimos no estaba en la base de datos”, relata Álvarez. Sin embargo, el sospechoso fue detenido, el laboratorio cotejó su información con la recogida en el lugar del crimen y dieron en el blanco. Si hay coincidencia, las dudas se disipan. “La fiabilidad de este método es muy alta”, apostilla. Entre las uñas. El ADN y las huellas dactilares se complementan, apunta el inspector jefe. Como las segundas resultan mucho más rápidas de analizar, son recabadas por los investigadores en las catástrofes aéreas para identificar a los cadáveres. También se encuentran fácilmente en escenarios de robo. Las improntas genéticas, por su parte, son decisivas en violaciones y homicidios. El cliché de la persona que, al luchar contra su asesino, retiene restos de su piel entre las uñas ocurre en la realidad a menudo. Otras pruebas irrefutables en un juicio pueden ser el ADN recogido de la saliva posada en un cigarrillo o una mancha de labios en un vaso. En un caso real, al autor de un asesinato se le ocurrió llevar en el coche a su víctima, que dejó restos de sangre en la tapicería. El perfil genético se correspondía con la muerta, una prostituta hallada en un vertedero, lo que demostró que había sido trasladada en el vehículo. Por otra parte, los especialistas españoles han logrado reconocer cadáveres de más de veinte años y obtener ADN de caídos en la guerra civil a partir de sus huesos. También han colaborado en identificar a los muertos tras el terremoto de Argelia. “Para ello, usábamos sus uñas, ya que conservan muy bien la información”, explica Álvarez.
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