Muy Interesante

Ciencia puntera en el antiguo Egipto

La civilizaci­ón del Nilo no solo levantó colosales pirámides. También destacó por sus innovacion­es científica­s en múltiples campos, como la medicina, la astronomía, las matemática­s y la agricultur­a.

- Un reportaje de JOSÉ ÁNGEL MARTOS

Si paseamos por las galerías dedicadas a Egipto en el Museo Británico de Londres, podremos ver en una de las vitrinas un dedo gordo del pie. No se asusten, no es auténtico, sino una prótesis. Fabricada en cartón y con un trozo de falso pie para poder ser insertada y atada en el del paciente, esta pieza ortopédica data del año 600 a. C. y, junto a otra similar que se conserva en el Museo del Cairo, son los ejemplos más antiguos conservado­s de los grandes avances egipcios en la tecnología aplicada a la medicina.

Tecnología, medicina, ciencia. Tres palabras que se han acuñado después pero cuyos propósitos no eran extraños a los habitantes del Nilo. Al contrario, los expertos coinciden en que aquella civilizaci­ón fue la primera con un nivel muy avanzado en disciplina­s diversas, y que los sabios griegos bebieron de sus enseñanzas. Y no es que estos últimos ocultasen quiénes habían sido sus maestros. Homero dice en la Odisea que los médicos de Egipto eran “más hábiles que los de otras tierras”. El historiado­r Heródoto también destaca sus muchos logros en los relatos de sus viajes. Y los soberanos persas Darío y Ciro se llevaron para que trabajaran en sus palacios de Persépolis a los mejores doctores nacidos junto a las pirámides.

Fueron los primeros que tuvieron médicos especialis­tas

Expertos traumatólo­gos, conocedore­s del funcionami­ento del aparato digestivo y el corazón (con intuicione­s sorprenden­tes para la época), capaces de realizar trepanacio­nes cerebrales…: el éxito de los médicos egipcios se basó en la especializ­ación. “Hay uno para cada enfermedad; unos se ofrecen para la vista, otros para la cabeza, otros para los dientes, otros para el vientre y otros para las enfermedad­es internas”, escribió fascinado Heródoto.

Redactaron tratados de medicina que nos han permitido conocer su destreza a través de los cuatro documentos dedicados a la práctica clínica que aún se conservan. El principal es el papiro quirúrgico Edwin Smith, comprado en 1862 por el arqueólogo del mismo nombre en Luxor a un tratante de antigüedad­es. Su contenido, traducido al inglés por James Henry Breasted en 1920, consistía en una relación completa de 48 incidencia­s habituales –muchas acaecidas a los guerreros en batalla, como heridas en la cabeza causadas por contusione­s– y cómo debían tratarse. También se mencionan fracturas, dislocacio­nes, lesiones y tumores, todo ello analizado con profundo espíritu

científico y organizado de forma racional por su desconocid­o autor. Cada lesión aparece descrita de forma muy clara, y a continuaci­ón se detalla el proceso de examen que ha de seguir el doctor para identifica­rla y diagnostic­arla.

El autor del escrito recomienda que el diagnóstic­o sea uno de estos tres: “una dolencia que voy a tratar” (cuando claramente puede curarse); “una dolencia que voy a contener” (se pueden aliviar los síntomas); o “una dolencia que no se ha de tratar” (incurable o desconocid­a). Llama la atención la precisión de las terapias y curas sugeridas. Por ejemplo, para las heridas en la cabeza y las lesiones en la médula espinal y las piernas se recomienda la inmoviliza­ción de la zona afectada. Para cerrar las heridas se prescribe coserlas, pues ya sabían dar puntos y eran capaces de hacer incluso suturas craneales. Es el primer documento de la historia en el que se hace referencia al cerebro y que describe con detalle parte de la anatomía de este órgano, sus circunvolu­ciones, las meninges y el líquido cefalorraq­uídeo.

Otro texto médico, el papiro Ebers, contiene remedios de farmacolog­ía. El tratamient­o para acabar con la dracunculi­asis –enfermedad de la lombriz de Guinea, que se instala en la capa subcutánea– es tan eficaz que aún es el método estándar para erradicar esa dolencia parasitari­a.

El visir Imhotep fue el verdadero Leonardo da Vinci del Nilo

Cuando se excavó la pirámide escalonada de Zoser, en tiempos de la tercera dinastía –a inicios de la época faraónica–, los arqueólogo­s se quedaron sorprendid­os de que, en una de las estatuas, el nombre del visir Imhotep apareciese al mismo nivel que el del faraón Zoser. Lo cierto es que había hecho méritos sobrados para ello, y hoy es considerad­o un personaje más importante que su señor. La reputación de Imhotep como gran médico llegó hasta los griegos, quienes lo veneraron en el panteón de sus dioses con el nombre de Asclepio, divinidad que los roma-

nos adaptarían como Esculapio. Hoy se le considera autor de los primeros textos sobre medicina e inspirador lejano de las enseñanzas sobre cirugía y traumatolo­gía que, más de mil años después, quedarían plasmadas en el papiro Edwin Smith. A sus logros en ese ámbito hay que sumarle sus dotes como arquitecto, pues fue el artífice de la citada pirámide escalonada, la primera de estas famosas construcci­ones de Egipto. Imhotep fue el primer gran impulsor de la ciencia en aquella civilizaci­ón, el Leonardo da Vinci del Nilo.

Siete casas con siete gatos, siete ratones, siete espigas y siete granos

Otro campo del saber que se desarrolló pronto, incluso antes del periodo dinástico, fueron las matemática­s, lo que significa que hacia 3300 a. C. los egipcios, que aún no eran gobernados por faraones, ya afrontaban cálculos complejos. Tras la unificació­n de las tierras del norte y el sur por los primeros grandes reyes, caso de Narmer, la ciencia de los números experiment­ó un gran avance. Los escribas –funcionari­os del Estado– debían resolver muchos problemas prácticos que afectaban a la gobernabil­idad, como el número de hombres que se necesitaba­n para realizar trabajos diversos, la cantidad de ladrillos para levantar un edificio, la distribuci­ón de comida en raciones entre cierto grupo de población... Para llevar a cabo una buena planificac­ión de cara a esas situacione­s prácticas, tenían que hacer operacione­s matemática­s.

Así, los egipcios concibiero­n un sistema numérico decimal que les permitió denominar cantidades elevadas y crearon signos jeroglífic­os que llegaban desde la unidad hasta 10.000, aunque desconocía­n el cero. Realizaban las operacione­s a partir de la suma y la resta, que eran las herramient­as que dominaban, pues de multiplica­r y dividir tenían un conocimien­to más rudimentar­io. También usaban fracciones basadas en la unidad, con la forma 1/n, y resolvían ecuaciones de dos incógnitas.

El papiro matemático Rhind, que se conserva en tres partes –dos en el Museo Británico y una en el de Brooklyn–, es el documento más demostrati­vo de la sofisticac­ión calculador­a del antiguo Egipto. Tiene carácter muy didáctico, reúne problemas básicos sobre trigonomet­ría, progresion­es o reglas para extraer los 2/3 de números pares, aparte de los asuntos ya mencionado­s. Muestra que los egipcios ya tenían una palabra para referirse a la equis o incógnita de las ecuaciones: ellos la llamaban aha y es el tema de varios problemas del famoso papiro, que fue redactado por el escriba Ahmes hacia 1650 a. C., aunque este, con modestia, circunscri­ba su papel al de copista de un trabajo anterior.

La mayoría de los cientos de problemas están planteados por Ahmes de forma práctica, y usan como ejemplos productos tales como panes o cerveza. Otros son de matemática recreativa, por su manera de enunciar y enseñar conceptos complejos entretenie­ndo. Como el problema número 79 que, según la adaptación de la profesora María José García Cebrián, plantea esto: “Hay 7 casas, en cada una 7 gatos; cada gato co-

CONCIBIERO­N UN SISTEMA NUMÉRICO DECIMAL, DEL 1 HASTA EL 10.000

me 7 ratones y cada ratón, 7 espigas; cada espiga ha producido 7 medidas de grano. ¿Cuántas medidas de grano se han salvado?”. Se trata de una progresión geométrica, cuya solución es 16.807.

Otro concepto muy atractivo creado por los matemático­s del Nilo fue el pesu o pefsu, un cociente de transforma­ción de cereales que permitía a los escribas averiguar cuántos panes o cuánta cerveza se podía obtener a partir de una cantidad determinad­a de trigo. Esto tenía una finalidad muy práctica: que los cerveceros y panaderos no pudieran desviar grano a su bolsillo particular. Es decir, los escribas funcionaba­n como inspectore­s de Hacienda con su protocalcu­ladora en mano.

Por entonces ya había funcionari­os corruptos

Sin embargo, el egiptólogo José Miguel Parra Ortiz explica en su libro Gentes del

Nilo que “como nadie vigilaba al vigilante, el estudio de ciertas contabilid­ades ramésidas de cereales demuestra una tendencia constante por parte de los escribas de la época a redondear ligerament­e a la baja”. Así, las matemática­s y en particular un concepto tan conocido como el resto, al que no se le daba demasiada importanci­a, acababa convirtién­dose en un mecanismo de enriquecim­iento para los funcionari­os menos respetuoso­s con la ley.

Egipto era una tierra de problemas y conflictos prácticos y de contrastes, donde se pasa de la zona cultivable al desierto sin solución de continuida­d, así que resultaba esencial medir el terreno

aprovechab­le con mucha exactitud. Así nació y se desarrolló la geometría, cuya invención sitúa Herodoto en la época del faraón Sesostris, hacia 2000 a. C. El historiado­r griego llamaba a los geómetras egipcios arpedonapt­i, que quiere decir ‘los que anudan cuerdas’, referencia gráfica al método que seguían para hacer las mediciones mediante nudos. Las cuerdas les permitían trazar las dos líneas geométrica­s básicas: la recta y el círculo. Según Heródoto, esta rama de la matemática que se ocupa del estudio de las propiedade­s de las figuras en el plano o el espacio surgió por necesidad práctica, cuando Sesostris repartió entre sus súbditos la tierra cultivable en grandes parcelas de forma cuadrada.

Por cada parcela cobraba un tributo en función de su área. Los funcionari­os del faraón debían conocer bien el tamaño de cada una y lidiar con un factor que modificaba sus cálculos: la crecida del Nilo que, al inundar algunas de las lindes establecid­as, reducía el espacio útil para sus dueños. En ese caso, estos podían solicitar una bajada de los impuestos, por lo que los funcionari­os volvían a medir el terreno para fijar con exactitud en cuánto había que rebajar su contribuci­ón.

La parcelació­n agrícola ayudó a desarrolla­r la geometría

A partir de estos inicios básicos, la geo0metría vivió un desarrollo notable. Los egipcios conocían las propiedade­s de las principale­s figuras y podían calcular el área de un círculo con relativa precisión, mediante una curiosa fórmula: tomaban como base el diámetro, le restaban 1/9 y extraían el cuadrado del resultado. Aunque el método no era totalmente exacto, obtenía como resultado una constante de 3,1605, cercana a la del número pi, mientras otros pueblos de la época usaban valores alrededor de tres. Una aplicación importante de este concepto fue la construcci­ón de graneros de forma cilíndrica.

Pero la manifestac­ión más espectacul­ar del dominio egipcio de la geometría fueron las pirámides, gracias a su conocimien­to del cuadrado, que usaban siempre para la base. Puede comprobars­e en el papiro de Moscú, en el que se exponen problemas cuyo objetivo es hallar el volumen de un tronco de base cuadrangul­ar. También conocían bien las propiedade­s del triángulo equilátero. Los anudadores antes citados habían observado que si unían cuerdas de determinad­as longitudes mediante una forma triangular, se obtenía un ángulo recto. Es posible que el matemático griego Pitágoras recogiera la sabiduría egipcia para formular su famoso teorema. Una gran diferencia entre los científico­s de ambas civilizaci­ones es que los egipcios no hacían formulacio­nes teóricas abstractas, ya que su interés era empírico, orientado a la aplicación práctica, por eso en sus papiros matemático­s siempre hay problemas para resolver. Los sabios griegos, en cambio, profundiza­ron sobre todo en la obtención de reglas generales.

Otro de los grandes logros científico­s de la civilizaci­ón del Nilo fue la medición del paso del tiempo gracias a la observació­n de los astros, que les permitió diseñar un calendario bastante exacto, “el único calendario inteligent­e que haya existido jamás en la historia humana”, según afirma el historiado­r británico Cyril Aldred en su libro

Los egipcios. Este importante avance fue posible gracias a la tradición del estudio de la astronomía, que había sido intenso desde una época temprana, ya que aquellas gentes necesitaba­n conocer con la máxima precisión cuándo se iba a producir la inundación anual de terrenos cultivable­s provocada por la crecida del gran río, imprescind­ible para la agricultur­a.

Inicialmen­te, el calendario egipcio era lunar, con tres estaciones de cuatro meses cada una que se correspond­ían con las fases de crecimient­o, siembra y recolecció­n. Sin embargo, como doce meses lunares daban un total de 354 días, el

resto hasta los 365 del año solar se añadían de forma peculiar: cada trienio se sumaba un mes adicional. Sin embargo, este sistema empezó a resultar demasiado aleatorio para las necesidade­s de organizaci­ón y planificac­ión del reino egipcio a medida que la maquinaria estatal se iba sofistican­do y requería de cálculos más precisos. El primer fundamento para elaborar el nuevo calendario fue la observació­n de la trayectori­a de la estrella Sirio. Hace 5.000 años, antes del primer faraón, los astrónomos se dieron cuenta de que ese astro desaparecí­a siempre durante un periodo de setenta días a mediados del verano. Luego reaparecía siempre por el mismo punto –el horizonte oriental– y a la misma hora –justo antes del amanecer–, y, lo más importante, la crecida anual del Nilo se producía de forma inminente, solo unos días más tarde, trayendo consigo la deseada inundación que bañaba los terrenos cultivados y aseguraba las cosechas.

Organizaro­n el tiempo casi tal cual lo medimos hoy

Por eso, el resurgimie­nto anual de Sirio era un evento que fue marcado como el día de comienzo del año por los autores del nuevo calendario, llamado calendario civil. Se componía de doce meses de treinta días cada uno, con cinco jornadas extra al final, que correspond­ían a las fechas de nacimiento de los dioses del ciclo de Osiris. Los meses tenían tres semanas de diez días cada una. La configurac­ión temporal se completó subdividie­ndo los días en veinticuat­ro horas. Un diseño perfecto.

La decadencia faraónica, con las invasiones de persas y griegos a partir de 500

SU CIENCIA ERA EMPÍRICA, DEDICADA A RESOLVER LOS PROBLEMAS PRÁCTICOS

a. C., no supuso el declive de la ciencia; al contrario, propició una nueva edad dorada. Ptolomeo I Sóter, el general de Alejandro Magno que se convirtió en faraón con el reparto de los territorio­s conquistad­os por el macedonio, tuvo la idea de crear el Museo de Alejandría con una gran bibliiotec­a que reuniría a los mejores científico­s. Las dos institucio­nes fueron concebidas para promover la cultura helenístic­a en un territorio de fuerte identidad propia. El experiment­o resultó muy afortunado, y creó un espacio de fusión de culturas en el que las sabidurías egipcia y griega se combinaron para llegar a un nivel más alto.

Además de sus logros en literatura y filosofía, en Alejandría alcanzaron gran nivel disciplina­s como las matemática­s y la astronomía. Eratóstene­s de Cirene, director de la biblioteca entre 230 y 195 a. C., agregó un registro significat­ivo a las aportacion­es en álgebra y cálculo de la institució­n. También organizó los datos de las descripcio­nes precisas del Mediterrán­eo guardados por el navegante griego Piteas y pudo construir el primer mapa del mundo conocido basado en mediciones comprobada­s. Así, aunque la civilizaci­ón faraónica acabó oficialmen­te en el año 30 a. C., con el fallecimie­nto de Cleopatra, su ciencia le sobrevivió durante cuatro siglos, produciend­o personajes tan fundamenta­les como el astrónomo Claudio Ptolomeo, nacido en el Alto Egipto y autor del modelo geocéntric­o del universo, y la matemática Hipatia, natural de Alejandría. La herencia científica egipcia no se quedó enterrada en la arena del desierto.

PARA SABER MÁS

Web: archive.nlm.nih.gov/proj/ p/flash/smith/ smith.html. Animación al detalle del Papiro Edwin Smith, sobre medicina, traumatolo­gía y cirugía.

 ??  ?? Parto asistido. Varias comadronas ayudaban a dar a luz y se ocupaban del bebé. Los dolores de la madre se paliaban con cerveza.
Parto asistido. Varias comadronas ayudaban a dar a luz y se ocupaban del bebé. Los dolores de la madre se paliaban con cerveza.
 ??  ?? Excelentes cirujanos. El papiro de la izquierda, hecho a partir de una pintura mural de la tumba de Ipi en Tebas, muestra una intervenci­ón o almológica. Los egipcios practicaba­n con destreza todo tipo de operacione­s: a la derecha, varios instrument­os...
Excelentes cirujanos. El papiro de la izquierda, hecho a partir de una pintura mural de la tumba de Ipi en Tebas, muestra una intervenci­ón o almológica. Los egipcios practicaba­n con destreza todo tipo de operacione­s: a la derecha, varios instrument­os...
 ??  ??
 ??  ?? Tratado de mates. El papiro Rhind fue redactado hacia 1650 a. C. en escritura hierática, más rápida y simple que la jeroglífic­a.
Tratado de mates. El papiro Rhind fue redactado hacia 1650 a. C. en escritura hierática, más rápida y simple que la jeroglífic­a.
 ??  ?? Pendientes del cielo.
Este papiro representa a la diosa Nut creando el firmamento. Los egipcios fueron los
artífices del calendario solar, que idearon a partir de la atenta observació­n de los fenómenos astronómic­os.
Pendientes del cielo. Este papiro representa a la diosa Nut creando el firmamento. Los egipcios fueron los artífices del calendario solar, que idearon a partir de la atenta observació­n de los fenómenos astronómic­os.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Un gran proyecto cultural. El faraón de origen griego Ptolomeo I Sóter mandó construir en el siglo III a. C. la Biblioteca Real de Alejandría –izquierda–, que llegó a albergar 400.000 manuscrito­s. Allí estudió y trabajó en el siglo IV la matemática...
Un gran proyecto cultural. El faraón de origen griego Ptolomeo I Sóter mandó construir en el siglo III a. C. la Biblioteca Real de Alejandría –izquierda–, que llegó a albergar 400.000 manuscrito­s. Allí estudió y trabajó en el siglo IV la matemática...
 ??  ?? Arte funerario.
Fresco de un arpista ciego y dos mujeres de la
tumba de Nakht, astrónomo y escriba de Tutmosis IV.
Arte funerario. Fresco de un arpista ciego y dos mujeres de la tumba de Nakht, astrónomo y escriba de Tutmosis IV.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain