Cómo mejorar tu reputación online
Tener una pésima o una magnífica imagen puede salvarte o hundirte a la hora de relacionarte o encontrar empleo. Tu credibilidad, fiabilidad y hasta sex appeal dependen en gran medida de cómo te muestres en los medios digitales.
Para buscar trabajo, ya no basta con tener un currículum decente, también hay que poseer una buena reputación digital. Según un estudio internacional realizado en 2012, el 79 % de los seleccionadores de personal utiliza internet para buscar información sobre los aspirantes a un empleo. La reconocida cazatalentos española Alicia Malumbres corrobora que “es frecuente comenzar las búsquedas de candidatos por Google, sobre todo para los puestos más altos”. Por eso, advierte, “tu reputación dependerá de cómo gestionas tus diferentes espacios en la Red, porque la empresa puede in- terpretar de cualquier manera una foto puesta fuera de contexto”.
La buena reputación, un concepto que había caído en desuso, se puso de moda con las nuevas teorías sobre la gestión empresarial que consagran la importancia de la imagen corporativa. Hoy, mientras los buscadores digitales y las redes sociales airean los detalles vitales de millones de usuarios, es imprescindible no dar una mala impresión a través de nuestra presencia online. Quedar bien puede salvarnos el pellejo y el puesto de trabajo.
Justo lo contrario le sucedió a una joven inglesa de dieciséis años, Kimberley Swann, despedida de su empleo por publicar una entrada en su perfil de Facebook en la que decía que su ocupación en la oficina le aburría. La carta de despido no dejaba lugar a dudas: “A la vista de sus comentarios en la red social sobre su labor en la compañía, creemos que es mejor que, como no está contenta, rescindamos con efecto inmediato su contrato en Marketing & Logistics”.
Un foro con mil ojos donde nos jugamos el prestigio
Otro caso de metedura de pata en internet fue el del jugador de béisbol y comentarista deportivo estadounidense Mike Bacsik, que no se tomó nada bien la derrota de los Dallas Mavericks frente a los San Antonio Spurs en un partido de la NBA. “Felicidades a todos los sucios mexicanos de San Antonio”, escribió
en Twitter tras el encuentro. Al lunes siguiente fue suspendido de sus funciones en la cadena de radio KTCK, a pesar de que se disculpó públicamente.
Y qué decir de Carly McKinney, de veintitrés años, hoy ex profesora de Matemáticas en Aurora (Colorado). La joven publicó fotos en las que aparecía desnuda, bromeaba sobre la madurez sexual de sus alumnos y alardeaba de consumir marihuana. Todo ello en Twitter. Luego Carly aseguró en una cadena de televisión que había sido una broma llevada a cabo junto con una amiga. No sirvió de nada: las autoridades educativas la echaron de su puesto en el instituto y la mandaron al paro.
En la cara opuesta de la moneda, hay celebridades como Angelina Jolie que cuidan al detalle su presencia en las redes y medios de comunicación. Declaraciones como “Mi familia y mi labor para la ONU son esenciales. Soy madre y, después,
UN COMENTARIO RACISTA O SEXISTA EN INTERNET LE COSTÓ EL PUESTO
A MÁS DE UNO
ciudadana” contribuyen a hacer de ella el prototipo de estrella con conciencia social. No es la única. El caso de las más de doscientas niñas secuestradas el pasado 14 de abril cuando estaban en la escuela en el norte de Nigeria por la secta islamista Boko Haram ha conmovido al mundo entero, y algunos famosos, como la actriz Salma Hayek, han usado su dimensión pública para apoyar la causa. Hayek se paseó por la alfombra roja de Cannes con un cartel con el eslogan Bring Back Our
Girls –‘Devuelvan a nuestras chicas’–, mensaje del que se han hecho eco personalidades y políticos de varias tendencias como Michelle Obama o David Cameron. La etiqueta #BringBackOurGirls ha llegado a ser trending topic o tendencia en las redes sociales.
Como vemos, internet tiene el poder de defender principios y derechos. También sirve para lavar imagen y transformar situaciones humillantes. Por ejemplo, después de que al jugador brasileño del Barcelona Dani Alves le lanzaran un plátano en un partido con intención racista, se desató una campaña antirracista a su favor. Periodistas, compañeros futbolistas, como Neymar, y varios políticos se hicieron fotos con dicha fruta como muestra de solidaridad con Alves y empezaron a publicarlas en sus cuentas de Twitter y en las redes de microblogging.
Ser generoso es buena estrategia para tener éxito en la vida
En nuestros tiempos, muchos personajes que han empezado desde abajo, del cantante Justin Bieber a E. L. James, la autora de Cincuenta sombras de Grey, se han dado a conocer gracias a internet. Javier Leiva, consultor de estrategia web y especialista en reputación digital, ha investigado el sorprendente perfil de aquellas personas que alcanzan una mayor popularidad e influencia por su actividad online. “Son especialistas en un tema, pero no necesariamente los mejores. Son los que han entendido mejor el mecanismo que te proporciona mayores
recompensas en la Red, que es el de ofrecer contenido de valor de forma gratuita a los interesados en el mismo tema, una actitud que se convierte en publicidad positiva para ti”, explica Leiva.
Demostrar gratuitamente sus capacidades para mejorar la reputación le ha sido de gran utilidad al gurú Seth Godin, un emprendedor estadounidense que, tras fundar varias compañías, se puso a escribir libros sobre marketing y éxito empresarial. Para promocionarse, decidió regalarlos a los internautas que visitaran su página. Así lo hizo con
Unleashing the Ideavirus –Desatar el virus de las ideas–, lo que le ayudó luego a conseguir que se publicara en diez idiomas –ya cobrando, por supuesto–. Además, le posicionó como uno de los conferenciantes sobre éxito profesional y empresarial más cotizados en Estados Unidos. El propio Godin ha destacado en sus textos que una de las claves de su ascenso meteórico es “estar conectado a tribus de individuos de talento con los que tenemos confianza mutua”.
Vender o no vender en la Web, una cuestión de sumar puntos
En algunos casos, la fuerza de la reputación va más allá. Es lo que ocurre en eBay, el sistema de compra por subasta donde los vendedores que ofrecen sus productos son personas anónimas que carecen del reconocimiento de una gran marca. En ese contexto, para que alguien acepte comprarle a un desconocido –del que solo vemos una breve descripción en el sitio– algo tan caro como un Porsche Carrera GT o tan singular como un molino de viento, es necesario fiarse mucho. Esa confianza solo la pueden lograr los vendedores a través de una reputación intachable. Para ellos, es esencial que el medidor automatizado de eBay les otorgue en su historial el ansiado “100% de votos positivos”, lo que borrará cualquier asomo de duda al comprador. Unas referencias impecables, proporcionadas por anteriores usuarios, harán olvidar la desconfianza instintiva de quien se adentra en una transacción económica en la que nunca tocará el producto adquirido hasta veinticuatro o más horas después de haberlo pagado. De la misma manera, el beneficio que aporta el buen nombre ha resultado fundamental para evitar el mal comportamiento de cualquiera que pudiese tener tentaciones de estafar o engañar. Nadie creerá en tu producto en eBay si solo tienes una valoración del 50%. El fundador de este gigante online, Pierre Omidyar, lo tuvo muy claro desde el principio y lo expresó así ya en 1996, en los albores de su web: “Algunas personas son deshonestas o nos decepcionan. Esto es verdad aquí, en los anuncios clasificados o en la puerta de al lado. Es un hecho comprobado en la vida cotidiana. Pero en eBay, esa gente no se puede esconder”.
Lo cierto es que muchos negocios digitales basan su funcionamiento en la confianza y el prestigio. Es el caso de las páginas que permiten a los usuarios puntuar los productos o servicios tras adquirirlos o usarlos. El ejemplo de TripAdvisor demuestra el poder que ha alcanzado esta herramienta en las relaciones económicas. En su web, los viajeros describen con pelos y señales sus experiencias en hoteles de todo el mundo –a veces, no muy agradables–. Para millones de usuarios, se ha convertido en una referencia imprescindible a la hora de preparar sus vacaciones. Una mala valoración puede resultar decisiva para la credibilidad de un establecimiento si es leída por internautas de todo el globo. Así, sistematizar la valoración de la reputación ha cambiado las relaciones entre comerciante y cliente en el mundo de la venta internética.
Aunque parezca un valor intangible, es tan importante que algunos expertos investigan sistemas para calcularla. Marta Carrió, doctora en Comunicación y autora del libro Gestión de la reputación
corporativa, es una de ellas. “He desarrollado un método estadístico cuantitativo por el que se mide una empresa a partir de cuatro atributos: calidad, rendimiento económico, responsabilidad y atractivo”, señala. Con todo eso, se obtiene el va-
lor con que es percibida. Otros ofrecen propuestas para ponerle una cifra a la reputación individual, como el sistema creado por Klout. Esta web estadounidense cuantifica la influencia desplegada por una persona a través de todas las redes sociales. Para ello, monitoriza los retuiteos o “Me gusta” que generan sus intervenciones y les asigna una puntuación, mayor cuanto más seguidas son las actividades online. El resultado final, pasado
NUESTRO ATRACTIVO ONLINE CRECE SI TENEMOS AMIGOS GUAPOS
EN FACEBOOK
cierto umbral, sirve al protagonista para obtener regalos, descuentos o acceso vip a clubes exclusivos. Todo gracias a su impecable prestigio digital.
Y es que según demuestran la biología y la etología, la trascendencia económica y profesional de la imagen, la fama y la credibilidad tiene una base muy arraigada dentro de la evolución tanto animal como humana. Las sutiles ganancias derivadas del altruismo, por ejemplo, han sido estudiadas incluso en las sociedades más primitivas, caso de los cazadores de tortugas de la isla de Murray, en el estrecho de Torres del Pacífico, cerca de la Gran Barrera de Coral. Una de las costumbres tradicionales de sus indígenas es que, cada vez que se organiza una fiesta, comen carne de tortuga. Estos reptiles marinos son capturados por unos pocos cazadores expertos, tras una persecución que puede durar hasta doce horas y resulta agotadora. Cuando vuelven con las presas, entregan los quelonios y no reciben nada a cambio, ninguna compensación.
Sin embargo, aunque no haya ningún premio directo, la recompensa llega de una forma más indirecta y, sin duda, más valiosa. Los estudios de los emparejamientos en esta tribu demuestran que los cazadores de tortugas se llevan a las mujeres más jóvenes y fértiles del grupo. En su libro
La gente hablará, el periodista científico John Whitfield explica cómo en multitud de casos humanos y también del reino animal, “la generosidad aporta un beneficio, no porque conlleve el agradecimiento del receptor de tus regalos, sino por algo más importante: crea una publicidad boca-oreja que te hace más atractivo hacia otros que, aunque no se hayan beneficiado de tus actos, conocerán tu reputación de generosidad”.
El influjo de los más prestigiosos también se da en los primates
Otros estudios aseguran que la obtención de buena fama es un incentivo para los actos desprendidos. Se le llama altruismo competitivo, porque permite destacar nuestros rasgos positivos como individuos frente a los de los demás y contrarrestar percepciones negativas. Ese altruismo ayuda a explicar fenómenos como los esfuerzos benéficos que despliegan Bill Gates, Amancio Ortega y otros multimillonarios. En la misma línea, la fe que ponemos en los individuos más reputados es una constante firmemente establecida en la naturaleza. Según Whitfield, “si a los chimpancés se les muestra la solución a dos problemas difíciles y cada una de ellas ofrece la misma recompensa en comida, tienden a copiar la decisión adoptada por el animal de más edad y mayor rango, de la misma forma que los peces imitan a los de mayor tamaño, porque son la viva imagen de sus buenas decisiones”.
Esta tendencia, que podría parecer primitiva, también se da en el mundo de las relaciones digitales. Un estudio publicado en 2008 en Human Communication Re
search demostraba que tener amigos y amigas guapos en Facebook hace que una persona sea considerada más atractiva físicamente por aquellos que entran en su página. Y una investigación de 2012 de la Universidad de Misuri llegaba a la conclusión de que las personas que miran nuestro perfil de la citada red social confían más en la opinión y comentarios de nuestros amigos que en la propia información que proporcionamos nosotros. Así que, en la era de internet, como siempre, hay que seguir temiendo el qué dirán.