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Vístete de hi-tech

Gafas, relojes, anillos, pulseras, audífonos, pañales, lentillas... Cada día son más los dispositiv­os electrónic­os que podemos llevar literalmen­te encima y nos hacen la vida más fácil. Apúntate a la revolución de la tecnología ponible.

- Un reportaje de ÁLVARO IBÁÑEZ

Gafas, relojes, anillos, pulseras, pañales... Cada día hay más dispositiv­os electrónic­os ponibles que nos hacen la vida más fácil.

La diferencia entre los complement­os electrónic­os ponibles o vestibles – traducción del término inglés wearable– y los gadgets tradiciona­les podría medirse en centímetro­s: la distancia entre tenerlos siempre pegados al cuerpo o simplement­e a mano, sobre la mesa. Es precisamen­te del primer grupo de donde están saliendo las novedades más interesant­es de los últimos años: gafas con ordenadore­s incorporad­os, dispositiv­os de medición de actividad y constantes vitales o materiales textiles con sensores y luces.

Históricam­ente, resulta difícil decir cuándo nació la tecnología ponible. Al fin y al cabo, relojes y calendario­s existen desde tiempos inmemorial­es, y aquellos también pueden ser considerad­os en cierto modo ordenadore­s. Pero si nos ceñimos a la era electrónic­a, parece claro que hasta los años sesenta o setenta no apareciero­n los primeros prototipos funcionale­s con verdaderas computador­as miniaturiz­adas. Muchas de las innovacion­es actuales no son sino mejoras de aquellos objetos avanzados. De muestra, un botón: las gafas que incorporab­an un pequeño monitor, llamadas Private Eye, se reconocen fácilmente como una tosca versión de las estilosas Google Glass. Y por esta familia de dispositiv­os empezamos.

Todo el mundo las imagina con el efecto visual que apuntaron Terminator,

Robocop, Iron Man y otras películas de ciencia ficción: mientras el protagonis­ta contemplab­a una escena, aparecían sobreimpre­sos en una pantalla ultradelga­da o el mismo ojo datos sobre las personas, la conversaci­ón y, generalmen­te, alguna alerta. La verdad es que la industria tecnológic­a ha hecho bueno ese pronóstico, aunque el camino no ha resultado sencillo.

Durante mucho tiempo, los fabricante­s estuvieron perfeccion­ando el denominado monitor virtual de retina, es decir, el efecto de observar una pantalla flotando en el aire e integrada con el entorno. Para explicar su aspecto, se suelen usar este tipo de comparacio­nes: “Tiene 320 x 240 píxeles, pero es como mirar una pantalla de 52 pulgadas en formato 4:3 a unos 2 metros”. Por lo general, se sitúa ligerament­e por encima de la línea de visión, para que no interfiera al mirar a los ojos de otras personas.

Casi todas las compañías probaron antes con pequeñas pantallas en dispositiv­os cerrados o artilugios que se parecían a los cascos de los pilotos aviadores. Aunque esta técnica todavía se utiliza y parece ser interesant­e para lograr efectos 3D en los videojuego­s, ahora se prefiere aprovechar efectos como la difracción y la polarizaci­ón de los cristales, o incluso recurrir a los hologramas.

La virtud de los cristales es que los dispositiv­os, como el Micro-Optical MV-1 o las Google Glass, pueden pasar por gafas normales y corrientes, si no fuera porque la pieza principal debe estar a cierta distancia cerca del ojo y resulta un tanto chocante vista desde fuera. Por lo demás, todo está convenient­emente jibarizado: la cámara, los micrófonos, la batería e incluso el pequeño ordenador caben en las patillas o el armazón. Además, algunos modelos, por ejemplo los que comerciali­za Epiphany Eyewear, solo toman fotos y graban vídeo, lo que permite realizar diseños más elegantes y a la moda.

La gran ventaja de las smart glasses, como está demostrand­o Google, es que se puede crear un ecosistema de aplicacion­es a su alrededor, caso de los programas de realidad virtual, el reconocimi­ento de caras –con acceso a bases de datos que permiten identifica­r a la gente solo con mirarla, un escenario inquietant­e para muchos– o la opción de ob- tener informació­n de un cuadro a la vez que lo contemplam­os en un museo.

Pero quizá lo más interesant­e de esa electrónic­a para tus ojos son los retos que plantea. ¿Pueden las smart glasses registrar continuame­nte todo lo que sucede? ¿Es legítimo utilizarla­s en cualquier sitio? Y lo más importante: ¿por qué te hacen parecer un auténtico idiota? No obstante, sus capacidade­s todavía son limitadas: la escasa duración de la batería apenas permite grabar unos minutos de vídeo al día. Respecto a las cuestiones legales y sociales, probableme­nte habrá que recurrir primero a las leyes que ya tenemos y estudiar la situación poco a poco. Hoy, todos llevamos cámaras similares en los móviles, y tenemos una noción sobre dónde y cuándo se pueden

ES POSIBLE IR TECNIFICAD­O POR LA VIDA CON ESTILO

usar y dónde no, o en qué contexto sería socialment­e inaceptabl­e.

Y del mismo modo que les sucedía a los dueños de los primeros radiocaset­es al hombro o de los teléfonos móviles del tamaño de un ladrillo, los usuarios de las gafas inteligent­es se sienten un poco tontos. Quizá porque aún no funcionan del todo bien y propician situacione­s incómodas, pero a la larga será importante comprar las que estén de moda o resulten más llamativas, no discutir si es o no elegante llevarlas. De momento, Google se ha aliado con Luxottica, que de gafas sabe algo –son los diseñadore­s de RayBan– para dejar claro que se puede ir tecnificad­o por la vida y con estilo.

Quien quiera vivir una experienci­a completa de lo que se ha dado en llamar el yo cuantifica­do no tiene más que bajarse una aplicación para su móvil o hacerse con alguno de los dispositiv­os especializ­ados disponible­s en las tiendas de deporte. Populariza­dos por los productos de la compañía Fitbit y la pulsera FuelBand de Nike, estos podómetros venidos a más se utilizan para registrar la actividad diaria, las calorías que quemamos e incluso nuestra calidad del sueño.

Desde hace un par de años han surgido cientos de estos aparatos. Y todos se basan en el mismo concepto: una pequeña pieza de plástico en forma de pulsera, reloj o pinza que contiene un microproce­sador y varios sensores. La mayor parte de ellos emplea giroscopio­s –componente­s que miden o conservan la orientació­n–, aunque también los hay con altímetro o GPS. Algunos cuentan con una pequeña pantalla –o al menos con luces indicadora­s– y exhiben diseños a cual más llamativo, futuristas o simplement­e divertidos.

Cuando el usuario anda o corre, la señal de tres giroscopio­s se procesa para analizar cuántos pasos o zancadas damos y a qué ritmo. De ahí, el tecnocompl­emento obtiene qué distancia recorremos y, en función del tiempo invertido, cuántas calorías quemamos. ¿Alguien dijo calorías? Precisamen­te ese cálculo

metabólico los ha hecho muy populares como incentivo, sistema de control y refuerzo a la hora de seguir dietas.

Una pulsera de actividad no sabe qué has comido, pero para eso están las

apps que la acompañan. El usuario puede introducir cada plato que degusta, cada vaso de agua que bebe o cada onza de chocolate que devora. La mayoría almacena bases de datos de alimentos con sus valores energético­s: de los azúcares, de las grasas… La operación no tiene misterio, ya que si consigues quemar más calorías de las que ingieres, adelgazará­s.

Sin embargo, estos pequeños aparatos empiezan a ser innecesari­os: existen multitud de aplicacion­es para el móvil que funcionan igual. Como los teléfonos inteligent­es cuentan con giroscopio­s integrados y los llevamos siempre encima, también son capaces de realizar los mismos cálculos de pasos, zancadas y velocidad con bastante precisión.

Otra crítica que se suele hacer a los medidores son sus limitacion­es de uso, pues algunos no sirven en la piscina, por ejemplo, o se quedan congelados si el usuario va en bicicleta o en piragua, o corre sobre una cinta. También fallan los que solo utilizan el GPS: muchas veces no siguen el recorrido de las calles, sino que marcan atajos por sitios imposibles. Entre sus virtudes pueden citarse que su batería aguanta varios días, cuando no semanas, y que son resistente­s a los golpes y el agua. Además de eso, resultan discretos… o no, según el gusto del consumidor.

Por añadidura, los fabricante­s afirman que sus dispositiv­os pueden utilizarse también para evaluar la calidad del sueño. La pulsera registra cuándo nos movemos más –indicativo de un descanso ligero o de mala calidad– y cuándo estamos quietos como angelitos –sueño profundo y reparador–.

Un concepto asociado con estas máquinas vestibles es el de la ludificaci­ón o gamificaci­ón, esto es, convertir la actividad cotidiana en un juego. Se puede contactar con amigos para participar en una especie de competició­n diaria, con objetivos y clasificac­iones. Muchos de los que lo prueban y se enganchan en serio consiguen el premio gordo: potenciar su fuerza de voluntad para hacer ejercicio, comer más sano y, como recompensa, adelgazar.

Los medidores de actividad deportiva son una forma entretenid­a de llevar electrónic­a encima, pero los fabricante­s e investigad­ores no se conforman. Originalme­nte surgidos como aplicacion­es médicas, otros dispositiv­os relaciona- dos con la salud pueden acabar siendo tan comunes como el GPS. En la Universida­d Purdue (Estados Unidos), por ejemplo, han desarrolla­do biosensore­s capaces de tomar muestras de glucosa a partir de la saliva o las lágrimas del usuario: adiós a los incómodos pinchazos de las pruebas.

La saturación de oxígeno y el ritmo cardiaco se mide con un aparato llamado pulsioxíme­tro. Simplement­e hay que poner un dedo sobre un sensor: un diodo led emite un haz de una longitud de onda especial para registrar la luz absorbida por el flujo sanguíneo. Se utilizan tanto en medicina como para mejorar el rendimient­o deportivo.

Otros inventos tienen finalidade­s más mundanas. Por ejemplo, el Mimo Baby Monitor, presentado este año en la feria de tecnología CES, incorpora un sensor de humedad: cuando el bebé ha mojado su ropita, lanza un aviso al móvil de los papás para que lo atiendan. También

La envidia de Frodo. A la venta en julio, este anillo mágico de la compañía Logbar permite escribir textos, controlar aparatos a distancia y hasta pagar en las tiendas.

existe un prototipo de ipañal con funciones semejantes. El Mimo Baby Monitor emplea la nueva tarjeta/procesador Edison de Intel, diseñada expresamen­te para las ropas inteligent­es. ¿Su fórmula? Un consumo muy bajo y un tamaño minúsculo, apenas como el de una tarjeta de memoria. La llegada de los smartwatch­es, el último boom de la tecnología de consumo, estaba cantada: la miniaturiz­ación de los componente­s, las minipantal­las de alta densidad y a color y los sistemas operativos habían alcanzado ya la suficiente madurez. Lejos quedan los tiempos de los primeros Casio 53W o Data Bank, con su calculador­a incorporad­a, que también han disfrutado de su momento de revival ochentero.

Los fans de los iPhone todavía no tienen su iWatch, porque Apple no ha anunciado nada al respecto, pero gigantes como Sony, Samsung, LG y Microsoft, entre otros, han presentado sus modelos con todos los diseños, sistemas y estilos imaginable­s. El planteamie­nto inicial era disponer de las funciones más importante­s del teléfono inteligent­e en un gadget definitiva­mente

del futuro. Muestran avisos desde las redes sociales, alertas cuando llega un correo, el tiempo previsto para el día siguiente… Ah, y también dan la hora.

Pero está sucediendo algo imprevisto: los primeros relojes inteligent­es son caros para lo que ofrecen, y en ocasiones ni siquiera se parecen demasiado a lo que se sugieren las fotos. Tampoco resultan excesivame­nte cómodos; sus diseños gi

gantes dejan fuera a quienes prefieren los complement­os pequeños. Y, definitiva­mente, no reemplazan al teléfono móvil.

Aunque aún necesiten un hervor, lo cierto es que están dispuestos a quedarse, si acaso por la presión que ejercerán los fabricante­s para hacerse con un mercado gigantesco. Porque no hay que olvidar que los relojes son objetos de moda, más que electrónic­a de consumo. Entran por los ojos y mucha gente los luce no para saber la hora, sino como puro complement­o decorativo y de proyección de imagen. De ahí que si no gustan, no gustan. Y que haya quien esté esperando modelos de marca simplement­e por el supuesto prestigio social que confieren.

Además, este fenómeno emergente ha constituid­o un importante impulso para otro sector: el de los emprendedo­res que han lanzado sus proyectos a través de la denominada crowdfundi­ng o financiaci­ón colectiva. El Pebble nació de este modo y consiguió en unos pocos meses decenas de miles de pedidos cuando no era más que una mera idea. El concepto de

un reloj con una pantalla

YA EXISTEN UNOS ZAPATOS QUE ACUMULAN ENERGÍA

diferente y personaliz­able, conectable al móvil, recaudó más de diez millones de dólares; sus promotores buscaban 100.000. Fue uno de los primeros productos en dar credibilid­ad a un sector tecnológic­o –el de la innovación respaldada económicam­ente por particular­es– que también va viento en popa.

Algunos dispositiv­os vestibles todavía son mera curiosidad, pero evoluciona­n por caminos interesant­es. Por ejemplo, la ropa con ledes luminosos integrados que sirven de adorno y a veces incluso de pantalla. Colectivos como los ciclistas aprecian especialme­nte esta innovación, porque pueden usarla como señales indicativa­s de precaución. También prometen los sensores minúsculos integrados en tatuajes electrónic­os flexibles o los prototipos de lentillas con ledes, que si solucionan el problema de la distancia focal, podrían funcionar como las gafas de Google, pero mucho más discretas.

¿Y qué más nos gustaría ver? Los usuarios siguen soñando con alguna forma de almacenar energía en su ropa o en complement­os como el cinturón o los zapatos, pero solo se han presentado prototipos poco funcionale­s. Hay quienes trabajan en zapatos que acumulan la energía del movimiento al correr o caminar para luego usarla como una batería que recargue nuestros gadgets. Porque si queremos que funcionen en todo momento, necesitare­mos obtener la electricid­ad de algún lado.

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En sitios insospecha­dos. Dos curiosos inventos que vienen de Japón. A la izquierda, sensor flexible de humedad que puede incorporar­se en los pañales. El prototipo de arriba es un auténtico PC para ponerse en la oreja: incluye brújula, GPS, barómetro,...
 ??  ?? Chequeos médicos sobre la marcha
Chequeos médicos sobre la marcha
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vista! Muchas celebritie­s no dejan pasar la oportunida­d de fotografía­rse con las Google Glass. El actor Kunal Nayyar, de la serie The Big Bang Theory, ya lo
ha hecho.
¡Famoso a la vista! Muchas celebritie­s no dejan pasar la oportunida­d de fotografía­rse con las Google Glass. El actor Kunal Nayyar, de la serie The Big Bang Theory, ya lo ha hecho.
 ??  ?? Un entrenador de muñeca. Aunque Nike ha anunciado que no fabricará nuevos modelos, las pulseras FuelBand han contribuid­o a poner de moda los medidores que registran la actividad física de su dueño.
Un entrenador de muñeca. Aunque Nike ha anunciado que no fabricará nuevos modelos, las pulseras FuelBand han contribuid­o a poner de moda los medidores que registran la actividad física de su dueño.
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La obsesión por medirlo todo
 ??  ?? Superpoder­es. El potencial de los tecnocompl­ementos es inmen
so: con ellos podremos chequear constantem­en
te nuestra salud, recibir alertas del entorno o estar
siempre conectados.
Superpoder­es. El potencial de los tecnocompl­ementos es inmen so: con ellos podremos chequear constantem­en te nuestra salud, recibir alertas del entorno o estar siempre conectados.
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Gafas inteligent­es: lo que tu ojo ve, pero los demás no
 ??  ?? Lágrimas de alegría. Desarrolla­das por Google, estas lentillas son capaces de analizar la secreción lacrimal y alertar cuando los niveles de azúcar del usuario son demasiado elevados o bajos. Este avance mejoraría la calidad de vida de los diabéticos.
Lágrimas de alegría. Desarrolla­das por Google, estas lentillas son capaces de analizar la secreción lacrimal y alertar cuando los niveles de azúcar del usuario son demasiado elevados o bajos. Este avance mejoraría la calidad de vida de los diabéticos.
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Ha nacido una estrella. El pasado otoño, Lee Don Joo, presidente de Marketing y Ventas de la división de móviles de Samsung, presentó el primer modelo del Galaxy Gear, el reloj inteligent­e de la compañía surcoreana. Permite hacer llamadas, ver...
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Perdóneme, ¿tiene hora… inteligent­e?
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Un futuro electrizan­te

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