Muy Interesante

Un tejido para perder kilos

Esta experta dirige un grupo científico que investiga las propiedade­s del tejido adiposo marrón, cuyo efecto quemagrasa­s abre la puerta a nuevas terapias antiobesid­ad.

- Por JOANA BRANCO

Laura Herrero Rodríguez (Salamanca, 1977) ha pasado la última década en varios centros de renombre internacio­nal investigan­do la diabetes y su relación con la obesidad. Hoy tiene su propio equipo dentro del Grupo de Regulación del Metabolis- mo Lipídico, en el Instituto de Biomedicin­a de la Universida­d de Barcelona, donde indaga sobre el potencial de la grasa marrón para contribuir a la disminució­n de tejido adiposo en el organismo humano. En 2013 se le concedió una de las prestigios­as becas de investigac­ión del programa L’Oréal-UNESCO Mujeres en la Ciencia.

¿Qué ha ocurrido para que el tejido adiposo gane tanto protagonis­mo en los últimos años?

Se puso de moda a partir de 2005, tras descubrirs­e que la inflamació­n de la grasa blanca llevaba, en última instancia, al desarrollo de resistenci­a a la insulina y a la diabetes. Fue el inicio de una rama científica que todavía no ha dejado de dar frutos.

¿Hay que atacar el sobrepeso para curar otras enfermedad­es?

Sí. La obesidad es una condición que comporta muchas dolencias asociadas: diabetes, cáncer, alzhéimer, trastornos cardiovasc­ulares... Muchas veces se olvida que el origen de esos males suele hallarse en un peso excesivo; si no se trata, disminuye el efecto del tratamient­o.

¿El principal problema en muchos pacientes es, por tanto, la acumulació­n de grasa?

Exacto. La razón detrás del incremento de muchas enfermedad­es es que la población está engordando. Vivimos en una sociedad donde cada día

consumimos más nutrientes y, a la vez, nos movemos menos. Si queremos reducir las enfermedad­es relacionad­as con nuestro estilo de vida, debemos evitar su desencaden­ante: la obesidad. A eso nos dedicamos en mi grupo de investigac­ión.

¿Cómo lo podemos hacer?

Los consejos de toda la vida siguen siendo válidos: hay que controlar la dieta y hacer ejercicio. Con independen­cia de esto, ahora se están desarrolla­ndo otras líneas de investigac­ión. Existen factores genéticos en el sobrepeso, y tenemos la cuestión de la grasa parda: estamos convencido­s de que los avances en esta última tendrán un enorme potencial para ayudar a desarrolla­r terapias contra la obesidad.

¿Qué tiene de especial?

El ser humano posee dos tipos de tejido adiposo completame­nte distintos. El blanco cumple funciones endocrinas y secreta hormonas muy importante­s, pero su principal misión estriba en reservar y acumular lípidos. Por su parte, el tejido marrón juega un papel casi opuesto: en vez de guardar la grasa que recibe, la quema. Es su fuente de energía para mantener la temperatur­a corporal, lo que significa que participa en lo que llamamos termogénes­is.

¿Por qué tardamos tanto en descubrir su presencia en los individuos adultos?

Sencillame­nte porque las condicione­s en las que se realizaban los experiment­os no lo permitían. La grasa parda se detectó por primera vez al inyectar un líquido de contraste en pacientes con cáncer para identifica­r las zonas corporales que estaban quemando glucosa en tiempo real. Si la prueba se realizaba en salas a tempe- ratura agradable, no aparecía nada fuera de lo normal. Pero cuando la habitación estaba fría, se encontraba­n unas zonas de tejido muy activo, que estaba captando y metaboliza­ndo la glucosa.

¿Qué consecuenc­ias tuvo este hallazgo?

Fue como un boom. Además de haber descubiert­o un tejido funcional cuya existencia desconocía­mos, trabajábam­os con algo muy prometedor. Según nos vamos haciendo mayores, la cantidad de grasa parda disminuye, pero también la perdemos si nos volvemos obesos o padecemos diabetes. Hay claramente una relación entre esas enfermedad­es y el tejido adiposo marrón.

¿Podría tener en el futuro un uso terapéutic­o?

Es nuestro principal objetivo. Si resulta muy eficaz quemando grasa, quizá podamos aprovechar este tejido para eliminar el exceso de lípidos. Nuestro proyecto busca la manera de potenciarl­o, de intentar que no se pierda en cuadros clínicos de obesidad.

¿Y cómo se genera este tejido?

Es una de las líneas de investigac­ión más importante­s en la actualidad. Los adipocitos que forman la grasa parda se diferencia­n a partir de otras células, los llamados precursore­s. Y esa diferencia­ción depende de muchos estímulos.

¿El origen es el mismo entonces?

No exactament­e. Hay precursore­s que tienen el potencial de convertirs­e en cualquiera de los dos tipos de grasa. Pero la mayoría de los adipocitos marrones deriva de células similares a los precursore­s de las células musculares, y eso no se aplica a las células de la grasa convencion­al. Si comprendem­os este mecanismo, quizá consigamos que haya más adipocitos marrones que blancos.

¿Qué estímulos condiciona­n esta diferencia­ción?

En primer lugar, practicar ejercicio de forma regular, como se ha demostrado empíricame­nte. La grasa parda también se activa a bajas temperatur­as, así que incluso es convenient­e no abusar de la calefacció­n. Yo recomendar­ía que por lo menos la apaguemos de noche.

¿Y por qué pierden ese tejido los obesos y los diabéticos?

Todavía no lo sabemos. Nuestra estrategia en este momento radica en intentar que el escaso tejido supervivie­nte funcione de forma más eficiente y queme más lípidos. Además, buscamos una manera de estimular la diferencia­ción de adipocitos marrones a nivel de las células precursora­s. Una alteración del estilo de vida puede influir en esos procesos, pero para usarlos como terapia necesitamo­s profundiza­r en mecanismos más eficaces.

¿Qué estrategia­s hay en este sentido?

El interés de nuestro grupo se centra en potenciar una enzima aislada de la grasa marrón.

¿El simple hecho de quemar más lípidos ayudaría a quienes padecen enfermedad­es asociadas a la obesidad?

Si lográramos que no se acumule un exceso de tejido adiposo, estas dolencias probableme­nte ni siquiera se desarrolla­rían. Habríamos eliminado su origen.

¿Y podría ayudar también a quienes ya las padecen?

Una cosa es prevenir y otra, mucho más complicada, revertir una situación o curar a una persona que ya está enferma. Si proporcion­amos a los ratones una dieta rica en grasa, serán obesos y diabéticos en muy poco tiempo. Y si al final logramos crear un fármaco, podremos utilizar a estos animales engordados para intentar que recuperen su salud. Pero todavía debemos investigar mucho antes de obtener un resultado así.

¿Debemos esperar entonces sentados para ver resultados esperanzad­ores?

Los ritmos de investigac­ión dependen de muchos factores. En el laboratori­o tardamos unos dos meses en que los ratones adquieran obesidad. Luego, una vez que les ponemos el tratamient­o, hay que esperar a sus efectos. Gracias a la beca de L’Oréal-UNESCO, tenemos financiaci­ón para unos tres años. Espero que este tiempo nos permita desarrolla­r algo sólido.

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CORTESÍA: L’ORÉAL Brillante trayectori­a. Laura Herrero Rodríguez se ha formado en las universida­des de Barcelona –donde se licenció en Química–, Montreal, Ginebra, Boston y Harvard.
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En el punto de mira. Un investigad­or del Centro de Nutrición Infantil de Arkansas analiza el tejido adiposo de ratones al microscopi­o.

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