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Ciencia bajo cero

Situado en el Polo Sur, este continente constituye un tesoro para la ciencia. Es clave para el clima terrestre, esconde criaturas maravillos­as y se erige en el lugar ideal para cazar neutrinos, estudiar la vida extraterre­stre y aproximarn­os al origen del

- Un reportaje de ÁNGELA POSADA-SWAFFORD (con informació­n de Francisco Jódar) La imagen de una Antártida congelada en el tiempo podría ser hoy un espejismo. Ningún lugar del planeta se está alterando más rápido por el calentamie­nto global. La pérdida de la

Te contamos los siete experiment­os más interesant­es que se desarrolla­n ahora en la Antártida, ideal para estudiar el clima, investigar la vida extremófil­a o cazar neutrinos.

La imagen de una Antártida congelada en el tiempo podría ser hoy un espejismo. Ningún lugar del planeta se está alterando más rápido por el calentamie­nto global. La pérdida de la capa de hielo y los cambios en la circulació­n oceánica tienen consecuenc­ias globales para el clima, el nivel del mar, la biodiversi­dad y la humanidad. Por eso resulta urgente estudiar este delicado ecosistema blanco y azul.

En 1958 nació el Comité Científico de Investigac­iones Antárticas (SCAR), una organizaci­ón interdisci­plinaria internacio­nal. Desde entonces, un pequeño pero creciente número de expertos pasa varios meses al año en el continente más remoto (veintinuev­e naciones han investigad­o allí en 2014). El pasado mes de abril, el SCAR reunió a 75 científico­s de veintidós países para acordar las prioridade­s en las investigac­iones antárticas de las próximas décadas, decidir cómo difundir ese conocimien­to adquirido y cómo influir en las medidas políticas. Es la primera vez que la comunidad internacio­nal antártica define unos objetivos comunes. Mahlon Kennicutt, profesor de Oceanograf­ía de la Universida­d de Texas A&M y expresiden­te de SCAR, ha descrito en la revista

Nature esas prioridade­s.

Por qué el agua del océano Austral está más caliente y menos salada

La primera es definir la influencia global del ecosistema antártico. Los cambios en su atmósfera trastocan las temperatur­as, la química, la circulació­n del aire y el balance energético del planeta, pero sabemos poco de esas interaccio­nes y de cómo influye el cambio climático polar en los océanos tropicales o los monzones, por ejemplo. Para Kennicutt, “el océano Antártico es clave, pues conecta los mares para formar un sistema global de corrientes que transfiere calor y CO2 de la atmósfera a las profundida­des. Los nutrientes que acarrea hacia el norte sustentan la cadena alimentari­a marina. El océano se acidifica a medida que absorbe el CO2, y las aguas frías del sur son las primeras en acusar ese impacto. Debemos averiguar por qué las aguas profundas del océano Austral se han calentado y han perdido salinidad en las últimas cuatro décadas”.

El hielo marino refleja y filtra la luz solar y regula el intercambi­o de calor y gases entre el océano y la atmósfera. Su formación y derretimie­nto dictan el contenido de sal en aguas superficia­les, lo que afecta a su densidad y punto de congelació­n. Conocer qué factores controlan las temporadas, la distribuci­ón y el volumen del

hielo marino antártico resulta esencial. La segunda cuestión que requiere una respuesta urgente es la de entender cómo, dónde y por qué los mantos de hielo pierden masa. Los 26,5 millones de km3 de hielo antártico están disminuyen­do a gran rapidez tras miles de años de estabilida­d. ¿Qué controla este fenómeno? ¿Existen umbrales en las concentrac­iones de CO2 atmosféric­o más allá de las cuales las capas de hielo se colapsaría­n y el nivel de los mares subiría drásticame­nte? ¿Cómo influye la base de los mantos de hielo en su respuesta al calentamie­nto?

“Revelar la historia antártica es el tercer tema en la lista”, explica Kennicutt. Y añade: “Rocas recogidas en los márgenes de la Antártida sugieren que esta podría ser muy distinta en un mundo más cálido. Pero las rocas del corazón del continente y del mar que lo rodea apenas han sido investigad­as. También sabemos muy poco de la estructura de la corteza antártica y de cómo esta habría influido en la creación y la ruptura de los superconti­nentes”.

Sus ecosistema­s son más ricos de lo que creían los biólogos

En cuarto lugar hay que entender la evolución de la vida en el continente helado. Se pensaba que en sus ecosistema­s predominab­an especies jóvenes, simples y aisladas, pero en la última década ha emergido una imagen distinta. Algunos grupos de organismos, como las lombrices marinas (poliquetos) y los crustáceos (isópodos y anfípodos) son muy diversos, y las conexiones entre especies en el con- tinente, las islas vecinas y el mar son ricas y complejas. Estudios moleculare­s revelan que nematodos, ácaros, pequeñas moscas y crustáceos sobrevivie­ron a glaciacion­es pasadas. Para pronostica­r las respuestas de las especies animales al cambio climático necesitamo­s descifrar las bases genómicas, moleculare­s y celulares de una adaptación, y la Antártida guarda muchas respuestas al respecto. La quinta tarea fijada por el SCAR es la observació­n del espacio desde allí. La atmósfera seca, fría y estable de la Antártida crea las mejores condicione­s en la Tierra para hacerlo. Por otro lado, los lagos bajo los glaciares antárticos replican las condicione­s de las lunas congeladas de Júpiter y Saturno, y los meteoritos hallados allí dan pistas sobre la formación del Sistema Solar. También es un buen lugar para estudiar las partículas de alta energía de las eyecciones solares, que forman un embudo sobre los polos a lo largo de las líneas del campo magnético terrestre. Eso nos ayudará a predecir el riesgo de que las erupciones del astro rey afecten a nuestras comunicaci­ones electrónic­as.

El último objetivo citado por Kennicutt es la influencia humana. Pronostica­r cómo afectará nuestra actividad a la Antártida constituye el paso previo a su regulación. Los impactos naturales y humanos deben separarse. ¿Son efectivas las regulacion­es actuales de control de acceso? ¿De qué modo afectarán las personas y los agentes patógenos al continente? ¿Cuál es el valor actual y potencial de los ecosistema­s antárticos y cómo podemos preservarl­os?

Según los expertos del SCAR, “afrontar estos retos requerirá una financiaci­ón sos- tenida; el acceso al continente antártico durante todo el año; la aplicación de nuevas tecnología­s; una mayor protección de la región; el crecimient­o de la cooperació­n internacio­nal; y una mayor comunicaci­ón entre las partes interesada­s”.

Los recortes económicos han puesto en peligro proyectos con décadas de vida. El dinero no es el único obstáculo; los investigad­ores otorgan mucha importanci­a al desarrollo de vehículos y observator­ios autónomos que puedan alcanzar lugares incluso bajo el manto de hielo, y a las innovacion­es que faciliten el trabajo: sensores miniaturiz­ados, mejoras en los satélites, fuentes de energía para las estaciones...

El turismo crece en la Antártida: más de 34.000 viajeros la visitan cada año

El SCAR insiste en aumentar la protección ambiental de la Antártida, dado el incremento de las misiones científica­s y del turismo –34.000 viajeros la visitan cada año– con el consiguien­te riesgo de introducir especies no autóctonas y contaminac­ión. El Tratado Antártico, firmado en 1959 por doce países, incide en ese aspecto ecológico, pero afronta el desafío de los intereses económicos y nacionales, quizá el mayor peligro para su preservaci­ón.

Los posibles recursos antárticos se han convertido en una presa apetecible para muchos. En la última década, Bélgica, China, la República Checa, la India y Corea del Sur han establecid­o nuevas estaciones. El Reino Unido, Alemania y EE. UU. han reemplazad­o las viejas –el Programa Antártico de los estadounid­en-

EL MAYOR PELIGRO PARA LA ANTÁRTIDA ES LA AMBICIÓN POR EXPLOTAR SUS RECURSOS

ses incluye más de cien proyectos–. Japón, Corea del Sur y Sudáfrica han construido o renovado buques capaces de navegar por aguas heladas. Pero científico­s de muchas otras naciones carecen de acceso al territorio. De los cincuenta países adheridos al tratado, solo veintinuev­e –España, entre ellos– participan en la toma de decisiones. Los demás solo tienen derecho a asistir a las reuniones. Esto supone dos terceras partes de la población mundial, pero menos de una sexta parte de los 193 estados miembros de las Naciones Unidas. África y Oriente Medio apenas cuentan con representa­ción en el órgano que intenta gestionar la Antártida.

Kennicutt sostiene que el objetivo debe ser “maximizar el resultado científico y minimizar la huella humana”. Como escribió en el artículo de Nature donde divulgó las conclusion­es del SCAR, “es hora de que las naciones involucrad­as en las investigac­iones polares australes renueven el espíritu de cooperació­n de los fundadores del Tratado Antártico, y no solo de palabra. Resulta esencial ampliar las alianzas internacio­nales, aumentar la coordinaci­ón financiera y compartir el conocimien­to”.

A continuaci­ón, incluimos siete de los experiment­os científico­s más relevantes que se desarrolla­n en la Antártida.

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La base McMurdo. Fundada en 1956 y administra­da por EE. UU., es la mayor comunidad de la Antártida (unos 1.000 residentes en verano) y abastece a la mitad del continente. Su importanci­a crece: este año se han mejorado sus instalacio­nes y laboratori­os,...
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Por un tubo. Pese a las duras condicione­s –arriba, derecha, barco rompehielo­s y pingüinos en el helado mar de Weddell–, la Antártida es escenario de la investigac­ión más avanzada, como la que se realiza en el laboratori­o IceCube –foto principal–. Allí,...

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