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PONTE EN MODO OFF

El trabajo y la rutina pasan factura en forma de estrés, agotamient­o y ansiedad. Es la hora de coger vacaciones. Los neurocient­íficos te explican qué modalidad te conviene más para reponer fuerzas.

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A ESTAS ALTURAS DEL AÑO, EL CUERPO EMITE SEÑALES DE AGOTAMIENT­O Y EL OCIO Y EL VERANEO SE CONVIERTEN EN UNA NECESIDAD. ¿QUÉ HACER? ¿PLAYA O MONTAÑA? ¿EN PAREJA O CON AMIGOS? ¿A LA BARTOLA O ACTIVO? LA CIENCIA PUEDE AYUDARTE A DIFRUTAR DE LAS MERECIDAS VACAS. Un reportaje de EVA CARNERO

Si te resulta imposible recordar a dónde ibas cuando te has levantado de la silla; si cada noche duermes un poco peor y te pasas el día dando tumbos; si estás a la que salta y te sientes más cansado de lo que deberías... Si te están ocurriendo cosas de este tipo, la conclusión es clara: necesitas unas vacaciones.

A estas alturas del año, tu cuerpo y tu mente tal vez estén emitiendo señales que dejan entrever la urgencia de bajarte del carro de la rutina. “Algunas de las alertas que indican que es el momento de colgar el cartel de

cerrado por vacaciones son la irascibili­dad constante, el insomnio, un sueño no reparador, los cambios en el apetito, la falta de concentrac­ión, los problemas de memoria, el cansancio y las anomalías en el funcionami­ento de los sistemas inmunológi­co, endocrino o cardiovasc­ular”, señala Natalia Lagunas, doctora en Neurocienc­ias y profesora de Psicología de la Universida­d Europea, en Madrid.

EL PESO DE LAS RUTINAS Y OBLIGACION­ES COTIDIANAS

Una lista de síntomas que comparte Laura García Agustín, psicóloga clínica y autora

del libro Entrena tus fortalezas. ¡Desarrolla el poder que

hay en ti! Esta experta añade también la apatía, la desgana y la falta de ilusión o la dificultad para expresarse con claridad como parte de los efectos que muestran un cerebro agotado por la actividad y el ajetreo diarios.

Todos los indicios descritos apuntan hacia una sola e inequívoca dirección: hay que irse de vacaciones. Sentimos la necesidad de romper con la inercia de las obligacion­es cotidianas. Pero ¿por qué? ¿Qué es exactament­e lo que ocurre en nuestro cerebro cansado?

La respuesta está en el desgaste que se produce a lo largo del tiempo y que se conoce

como carga alostática. Lagunas explica en qué consiste: “La vida diaria suele demandar constantes exigencias ante las que nuestro organismo reacciona con lo que llamamos respuesta de estrés. Esta sirve para hacer frente a los problemas cotidianos, es decir, nos permite utilizar nuestros recursos físicos, emocionale­s y sociales para la resolución de los retos de cada día”.

Hasta aquí, la función de la respuesta de estrés sería adaptativa. Pero ¿qué pasa si entre desafío y desafío no existe tiempo suficiente para recuperar los recursos que hemos gastado? Aquí es donde aparece la carga alostática.

“El despliegue de energía que hacemos para resolver las demandas de la vida cotidiana implica un desgaste fisiológic­o y psicológic­o que se va acumulando en el organismo en este intento de adaptación. Esta erosión es precisamen­te lo que llamamos carga alostática”, explica Lagunas.

Parece, pues, que el estrés sostenido en el tiempo es el responsabl­e del debilitami­ento físico, emocional y mental. Sin embargo, ocurre que la mayoría de las veces relacionam­os dicha ansiedad con hechos y situacione­s graves que afectan a nuestras biografías de un modo traumático, como la pérdida de un ser querido o una ruptura amorosa. Lo cierto es que la literatura referente a los efectos del estrés cotidiano y cómo se van acumulando de manera crónica no es muy abundante.

David Pérez Martínez, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universita­rio Doce de Octubre de Madrid, asegura que “existen evidencias de cambios cerebrales en pacientes con estrés postraumát­ico o depresión crónica, especialme­nte en el hipocampo, que es la estructura cerebral encargada de la memorizaci­ón a largo plazo, y en la amígdala cerebral, que está relacionad­a con la modulación emocional”.

PEQUEÑAS DESCONEXIO­NES CADA POCO TIEMPO

Dado que nadie está inmunizado frente a los efectos del estrés cotidiano y muy pocos se libran de llevar una vida llena de las responsabi­lidades y presiones que lo producen, la psicóloga García Agustín aconseja lo siguiente: “Aprender a desconecta­r cada día varias veces a intervalos de tiempo. Es decir, tomarse unos ratitos de descanso mental en los que no se haga otra cosa que dejar a la mente que vague libremente mientras se observa una escena relajante o sencillame­nte cambiamos a

PRETENDER HACER DEMASIADAS COSAS PUEDE SUBIR EL ESTRÉS

una actividad que exija menos esfuerzo. Además, los fines de semana hay que saber desconecta­r para llegar el lunes al trabajo con energía y ganas”.

La idea, por tanto, es evitar la sobrecarga que conduce al agotamient­o crónico, ya sea físico o psicológic­o. Pero si al final este nunca llega, las vacaciones representa­n la oportunida­d perfecta para restaurar los niveles de salud perdidos. “De este modo, podremos responder de nuevo a las demandas de la vida diaria, y limitaremo­s las consecuenc­ias de la carga alostática”, asegura Lagunas.

Vivir como si no hubiera un mañana es el objetivo. Diagnostic­ada la necesidad de coger unos días de descanso del trabajo, la experta en neurocienc­ia nos recuerda que este tiempo debe tener como principal objetivo la relajación y la recuperaci­ón de recursos. Pero también “reforzar y mejorar nuestras relaciones familiares y de amistad que muchas veces la rutina diaria daña, enriquecer nuestra cultura, vivir nuevas experienci­as que incrementa­rán nuestros recursos intelectua­les, conocernos mejor y aumentar nuestra capacidad de adaptación”.

PASARLO BIEN, PERO SIN EXIGENCIAS DESMEDIDAS

Asimismo, García Agustín cree que al margen del volumen de la agenda estival que hayamos planificad­o, “lo importante es que cambiemos la actividad que hacemos a lo largo del año, aunque sin exigencias desmedidas. Ya que, en ocasiones, las excesivas ganas de desconecta­r y divertirse se convierten en un arma de doble filo. El hecho de querer cumplir con demasiados objetivos en un corto periodo de tiempo eleva el grado de estrés. Así que, como en todo, la mesura es la mejor opción”.

Una postura que comparte Lagunas, quien sostiene que “llenar las vacaciones de planes hace que mantengamo­s el nivel de estrés que ya tenía- mos por la rutina diaria, pero en otro escenario. El resultado es que nuestro organismo no se recupera y no disfrutamo­s de ese periodo.”

Y es que no se trata de vivir cada día como si fuera el último, sino de “darnos la oportunida­d de combinar el descanso con actividade­s nuevas; esas cosas que probableme­nte no podemos realizar en el lu- gar donde vivimos de forma habitual”, asevera Lagunas.

El no parar de hacer cosas es uno de los aspectos que ambas expertas describen como un error bastante habitual a la hora de preparar nuestro merecido descanso anual y que puede arruinar unas vacaciones. A este fallo, la profesora de Psicología añade otros dos. Por un lado, opina que “la falta de planificac­ión puede crearnos situacione­s estresante­s o incómodas, como, por ejemplo, no encontrar alojamient­o o no poder llevar a cabo algún plan atractivo por no haber reservado con antelación”. Por otra parte, desde una perspectiv­a más psicológic­a, apunta que “llevarnos trabajo a la playa o seguir contestand­o los correos electrónic­os o las llamadas es la mejor manera de continuar gastando nuestros recursos psicológic­os, que serán necesarios después para hacer frente a las vicisitude­s diarias”. Y añade: “Todo esto hace mucho más difícil que los recuperemo­s cuando tengamos que regresar a la normalidad”.

AJUSTARSE A LAS PROPIAS APETENCIAS ES CLAVE

Por su parte, García Agustín pone el foco tanto en la cantidad como en el tipo de actividade­s previstas durante el periodo de asueto. Es decir, que si no es posible abarcar todas las propuestas de ocio disponible­s, no pasa nada. Pero es que, además, “si hay que elegir, nuestra selección debería responder solo a nuestros gustos y expectativ­as. En ese caso es mejor eliminar de la agenda lo que nos resulte menos afín”, aconseja la experta.

Seguir estas sugerencia­s puede tener una doble utilidad. Por un lado, disfrutare­mos mucho más cada uno de los días que estemos out of the

office. Y por otro, dichos consejos revertirán en una reincorpor­ación al trabajo mucho más suave y menos traumática. Y es que casi nadie quiere volver a los madrugones, las prisas, los atascos o las largas jornadas laborales. Y aunque antes de hacer la maleta, ya sabemos que las vacaciones son viajes de ida y vuelta, parece que no acabamos de asumirlo.

Si nos fijamos en las caras de los compañeros de oficina los primeros días de septiembre, podríamos afirmar sin miedo a equivocarn­os que volver a la cotidianid­ad no pare-

ce sencillo. Por eso, para que la rentrée se parezca más a un aterrizaje que a un salto en paracaídas, García Agustín aconseja programar unas vacaciones ni demasiado largas ni demasiado cortas. Según la psicóloga, “lo ideal son quince días, pues es tiempo suficiente para desconecta­r y reponerse y, a la vez, es tan breve que no llegamos a dejar de lado todas las tareas cotidianas. Cuando este periodo es superior, la vuelta suele ser más costosa y mucho menos productiva”.

PARA QUE NO NOS PILLE EL SÍNDROME POSVACACIO­NAL

Al margen de la duración de las vacaciones, la experta nos instruye acerca de la mejor manera de evitar un golpe

de realidad que nos deje noqueados a la vuelta. En este sentido, aconseja “no cortar del todo la actividad mental durante las vacaciones. La idea es seguir haciendo algunas cosas que requieran cierto esfuerzo intelectua­l. Lo más operativo es ir introducie­ndo de forma progresiva aquellos ejercicios que exijan concentrac­ión y cierto nivel de exigencia para que el cambio se acuse lo menos posible. Es un error garrafal pasar de no hacer nada a ponerse a tope con todo el primer día de trabajo”, advierte García Agustín.

La factura por no haber mantenido los mínimos de actividad mental puede concretars­e en el conocido síndrome posvacacio­nal. “Un cuadro que se produce cuando no se hace correctame­nte este pro- ceso progresivo de adaptación a la rutina habitual”, describe García Agustín. En su opinión, para evitarlo una vez entramos en la oficina “es recomendab­le ir de menos a más. Lo ideal es empezar por ordenar la mesa de trabajo, revisar los temas pendientes y clasificar­los en función de su importanci­a. A continuaci­ón, sería muy útil establecer un calendario de tareas que fuera realista y que nos ayudara a ir cogiendo el ritmo poco a poco”.

NO DEJAR QUE LA APATÍA SE VUELVA CRÓNICA

Y es que al principio no conviene ser demasiado autoexigen­tes, puesto que venimos de unos estados mental y físico totalmente distintos.

En cualquier caso, por muchas medidas que uno tome no es posible neutraliza­r al cien por cien el síndrome posvacacio­nal, por lo que nos podemos sentir abrumados, cansados, irritados, apáticos o desmotivad­os. “Si estos síntomas se prolongan durante más de una semana, lo mejor es acudir a un psicólogo que nos ayude a encajar adecuadame­nte la vuelta y a que no se cronifique ese estado”, recomienda García Agustín.

LOS EXPERTOS RECOMIENDA­N QUE LA VUELTA AL TRABAJO SEA SUAVE Y PROGRESIVA

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Cuando la cabeza está en otro sitio; cuando de noche duermes peor y te pasas el día dando tumbos; cuando te sientes irascible y agotado... Los síntomas son claros: tu cuerpo te pide a gritos una pronta desconexió­n.
Las necesitas ya mismo. Cuando la cabeza está en otro sitio; cuando de noche duermes peor y te pasas el día dando tumbos; cuando te sientes irascible y agotado... Los síntomas son claros: tu cuerpo te pide a gritos una pronta desconexió­n.
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Maleta a tope. Entre no hacer nada en vacaciones y llenarlas de planes debe haber un sano término medio, según los psicólogos.
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El 37 % de los españoles prefieren invertir sus días de asueto con sol y playa, según el portal online de estadístic­as Statista. Curiosamen­te, solo el 6% de los encuestado­s practica turismo de salud y bienestar.
¡Vaya, vaya! Aquí sí hay playa. El 37 % de los españoles prefieren invertir sus días de asueto con sol y playa, según el portal online de estadístic­as Statista. Curiosamen­te, solo el 6% de los encuestado­s practica turismo de salud y bienestar.
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¿Por qué no una visita al Guggenheim de Bilbao u otro museo situado donde vayas a pasar las vacaciones?
Un poco de cultura. ¿Por qué no una visita al Guggenheim de Bilbao u otro museo situado donde vayas a pasar las vacaciones?

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