SIBERIA: LA CONQUISTA DEL LEJANO ESTE
La tierra dormida, la inmensa y fría región asiática de Rusia, es foco de nuevos proyectos de exploración e investigación, gracias a tecnologías que permiten extraer sus recursos hasta ahora ocultos bajo el subsuelo helado.
En septiembre de 2014 daba comienzo en la ciudad de Yakutsk, capital de la República de Sajá-Yakutia, la construcción de Sila Sibiri (‘la fuerza de Siberia’, en ruso), el mayor gaseoducto del mundo, que llevará gas a China a lo largo de casi 5.000 km, a partir de 2018. De esta forma, la inmensa y helada región oriental de Rusia extiende sus tentáculos y protagonismo económico hacia los países vecinos de la lejana Asia. Es otro paso adelante de la presencia de la remota Siberia en un camino que comenzó a inicios del siglo XX con el ferrocarril Transiberiano, siguió con la industrialización soviética y culminó con el maná del petróleo y sus derivados. Desde entonces, Moscú mira con atención hacia sus riquezas escondidas bajo el permafrost, sobre todo los depósitos de gas de la costa ártica y el petróleo del oeste y el este; pero también la energía hidroeléctrica, el carbón, la madera de los bosques, y el oro, el hierro, el aluminio y los diamantes de sus minas.
EN SU INMENSO TERRITORIO CABEN 26 ESPAÑAS
El gigante se muestra ante un presente y un futuro prometedores, pero su esencia y su pasado siguen siendo misterios escarchados. Pieza enorme del mapamundi que desborda todo el norte de Asia, Siberia es aún para los occidentales un cúmulo de mitos: la tundra y la taiga, los gulags, el tren, el perro husky, los récords de frío extremo... Las cifras desbordan la imaginación, al contemplar esta región que se extiende entre los montes Urales y el estrecho de Bering, en el océano Pacífico; entre el océano Ártico al norte y Mon-
golia y China por el sur; y que, con sus más de 13.000.0000 km2, representa tres cuartas partes de Rusia y un tercio de Asia. Siberia sola es más extensa que el segundo país más grande del mundo (Canadá) y podría contener veintiséis Españas. Tres largos ríos –Obi, Yeniséi y Lena– atraviesan su territorio de sur a norte y articulan las diversas zonas geográficas.
LA MAYOR SUPERFICIE DE CIÉNAGAS Y PANTANOS DE TODO EL PLANETA
Desde los montes Urales, frontera geológica de Asia con Europa, hasta el río Yeniséi, se expande Siberia occidental a través de una colosal llanura de tierras bajas situadas a menos de 100 m de altitud. Esta zona alberga horizontes interminables de estepas, taiga, tundra y bosques. También contiene la superficie pantanosa más extensa del planeta. Son territorios difíciles para la vida humana, que, a cambio, esconden grandes reservas de petróleo y gas natural.
Estos recursos se encuentran también en abundancia bajo las mesetas de Siberia central, situada entre los ríos Yeniséi y Lena, una región rica en oro, diamantes, hierro y carbón. La mayor parte del territorio, condicionado por un rígido clima continental de largos inviernos, está cubierto de bosques de coníferas y se mantuvo casi deshabitado hasta hace pocos años. Al sur de esta franja central siberiana se sitúa el lago Baikal, el más profundo del mundo con 1.680 m. Entre sus orillas, que abarcan 636 km de longitud y 80 km de anchura, se contiene el 20 % del agua dulce no congelada del planeta.
La Siberia más remota, que los rusos llaman lejano oriente, está marcada por varias cordilleras que se suceden hasta alcanzar la costa del océano Pacífico, que se extiende a lo largo de 4.500 km. Aquí los paisajes son abruptos y volcánicos, sobre todo en las islas Kuriles y en la península de Kamchatka, donde se abre el cráter activo más grande del planeta, denominado Gorely. También en Siberia Oriental se encuentra la aldea de Oimiakón, donde el 26 de enero de 1926 el termómetro marcó -71,2 ºC, la temperatura más baja registrada en un lugar habitado.
SOLO 39 MILLONES DE HABITANTES RESIDEN EN ESTE ESPACIO INMENSO
La realidad es que toda Siberia está sometida a un clima continental extremo de interminables inviernos, en los que a menudo se alcanzan los -40 ºC, y cortos y suaves veranos, frecuentemente infestados de mosquitos. Gran parte del territorio se asienta sobre el permafrost, la capa de suelo perennemente congelada de la tundra. La zona más habitable es el sur, en torno a las fronteras de Kaza-
LLANURAS INTERMINABLES DE ESTEPAS Y BOSQUES SE EXTIENDEN HASTA EL INFINITO
jistán, Mongolia y China. Por ahí transcurre la línea ferroviaria del Transiberiano y se concentra la mayor parte de la población. A lo largo de esta vía férrea de más de 9.000 kilómetros de trazado se levantan las principales ciudades de Siberia: Ekaterimburgo, Omsk, Novosibirsk –que con más de un millón y medio de habitantes es la tercera ciudad de Rusia tras Moscú y San Petersburgo–, Krasnoyarsk, Irkutsk, UlánUdé, Chitá, Jabárovsk y Vladivostok, mítica estación final del Transiberiano, con sus vecinos de rasgos fundamentalmente eslavos y su arquitectura bien europea, en la costa del Pacífico, a pocos kilómetros de las fronteras con China y Corea del Norte. Y más al norte, en zona de continuo permafrost, también hay algunas urbes de más de 100.000 habitantes, caso de Norilsk y Yakutsk. Esta última está considerada como la ciudad más fría del mundo, con casi 300.000 residentes y una media de -40 ºC en invierno. En total, unos 39 millones de personas, en su mayoría de origen ruso-eslavo, habitan la inmensidad siberiana desafiando a los elementos.
EN PLENA COMPETENCIA CON EL OTRO VECINO GIGANTE: CHINA
Algunas de las minorías históricas, que suman en torno al millón de individuos, conservan su propia lengua, como es el caso de mongoles, urálicos, samoyedos, manchu-tunguses y esquimal-aleutianos. Pero este mundo remoto tampoco es ajeno a las migraciones propias de la globalización: en las últimas décadas se ha incrementado el número de emigrantes procedentes de Armenia y de otras repúblicas exsoviéticas, y también de chinos en las regiones fronterizas, a partir de las facilidades ofrecidas últimamente por el Gobierno de Moscú para aumentar la población. Así se ha extendido entre los rusos europeos, al parecer, el temor de que China acabe por invadir silenciosamente sus dominios asiáticos, tan arduamente conquistados.
Y es que la de Siberia fue una conquista en toda regla, equiparable a la de América, de la que fue paralela en el tiempo. Antes de que el primer ruso traspasase los montes Urales en el siglo XVI en busca de aventura y fortuna, la soledad más absoluta dominaba casi todos los terrenos siberianos. Únicamente en zonas del sur, sobre todo en torno a los lagos, aunque también en algunas tierras norteñas, como la península de Kamchatka, fueron los antepasados de las etnias aborígenes capaces de asentar su vida prehistórica, en general de tipo nómada, al son de las incidencias climáticas. Algo que también tuvieron que tener en cuenta los mongoles cuando se decidieron a adentrarse hacia territorios septentrionales, que parecían aún más hostiles que su propio mundo.
Sería Jochi, hijo mayor de Gengis Kan, quien conquistaría a partir de 1207 gran parte de la actual Siberia oriental. Después continuaría su expansión hacia el oeste en los siguientes siglos hasta llegar a los Urales, siempre por los caminos del sur y mirando de reojo y con miedo aquellos bosques y pantanos que asomaban por el norte sin final aparente y sobre los que se cernían leyendas de temibles criaturas.
Desde el lado europeo, la conquista rusa se inició en 1580, cuando Yermak Timoféyevich, al frente de un ejército de cosacos, atravesó los Urales para acabar con los tártaros y sus destructivas incursiones. Héroe en toda regla, Timoféyevich venció en muchas batallas imposibles, pero