La cuna de Judas
ESPAÑA
Creada a finales del siglo XII por la Iglesia católica para combatir la herejía albigense en el sur de Francia, la Inquisición no llegó a la península ibérica hasta mediados del siglo siguiente de la mano de los reyes de la corona de Aragón, que la implantaron en sus posesiones.
Su expansión en nuestro país llegaría a partir de 1478, cuando los Reyes Católicos consiguieron el permiso del papa Sixto IV para crear el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en la corona de Castilla, es decir, en casi todos los territorios de lo que hoy es España. La intención de los monarcas era usarla para asegurar la unidad religiosa entre sus súbditos, que por entonces se consideraba necesaria para fundar un estado unificado. Entre los diferentes instrumentos de tortura que utilizaron los inquisidores españoles para arrancar las confesiones de herejes y conversos, se encontraba la llamada cuna de Judas. El mecanismo era sencillo: se ataba al reo de pies y manos y se le alzaba desnudo mediante un sistema de poleas. Acto seguido, se le bajaba hasta sentarlo con fuerza sobre una pequeña pirámide construida en madera y con el extremo muy afilado.
ARRIBA Y ABAJO. El verdugo izaba y descendía al acusado cuantas veces hiciera falta para que confesara, y podía controlar la altura, la fuerza y los tiempos a su antojo. La repetición del proceso provocaba tremendos desgarros en el ano, la vagina o el escroto. Por sus connotaciones sexuales, fue uno de los instrumentos de tortura más utilizados con las acusadas de brujería, de las que se suponía que habían mantenido relaciones íntimas con Satanás.