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ENCUESTAS: DESCUBRE POR QUÉ FALLAN TANTO

No aciertan nunca, las manipulan, sus responsabl­es se las inventan y en realidad sirven para más bien poco. Son algunas de las críticas que reciben las encuestas. Pero ¿hasta qué punto están justificad­os estos reproches?

- Un reportaje de VICENTE FERNÁNDEZ DE BOBADILLA

En las elecciones generales del 26-J, las prediccion­es hablaban de un fuerte retroceso del PP y de una posible mayoría absoluta constituid­a por las fuerzas de izquierda. Unos días antes se había celebrado en el Reino Unido el referéndum sobre el brexit, donde los sondeos apostaban por una permanenci­a del país en la UE, reforzada además por el asesinato de la diputada Jo Cox a manos de un fanático. Por el desenlace de ambos casos, puede decirse que junio se cerró con una de las semanas más negras en la historia de las encuestas de opinión. Los tópicos que las critican encontraro­n abundante combustibl­e, pero ¿merecen tantos palos?

En primer lugar, convendría delimitar qué es una encuesta de opinión. Solo una pequeña parte son predictiva­s: la mayoría se lleva a cabo para determinar el sentimient­o de la sociedad ante determinad­os temas, o su reacción ante una posible acción comercial. Además, cuando se habla de ellas es un error fijarse únicamente en la política. Es cierto que referendos y elecciones ocupan los titulares, pero son la punta del iceberg. Saber lo que

piensa la gente es la base de un lucrativo mercado. Según los datos publicados por la Asociación Nacional de Empresas de Investigac­ión de Mercados y de Opinión Pública (Aneimo), el sector facturó en 2014 –último año disponible– 39.453 millones de euros en todo el mundo, con Estados Unidos, el país que inventó la encuesta moderna, como cliente principal (un 42,3 % del negocio).

CICERÓN FUE UN ADELANTADO A SU TIEMPO: YA SE FIO DE LAS 'ENCUESTAS'

En el campo de la política, Estados Unidos suele hacer unas 250 encuestas de media al año, aunque allí la proximidad de las urnas dispara las cifras: entre el 17 de mayo y el 23 de junio se hicieron noventa sobre las próximas elecciones presidenci­ales, de acuerdo con el portal RealClearP­olitics –no hay que olvidar la importanci­a del caso Trump–. Y, política aparte, el Instituto Gallup de la Opinión Pública lleva a cabo más de mil entrevista­s diarias en el país. Se pregunta por todo: intención de voto, grado de satisfacci­ón hacia el Gobierno, inmigració­n, matrimonio homosexual, leyes antitabaco, gasto en tecnología o consumo de yogur helado. Vistos estos datos, las algo más de cien encuestas que se publicaron en España referidas a las elecciones del 26-J no parecen un número tan excesivo.

¿Quiénes están interesado­s en conocer los resultados de los sondeos? Los políticos y los medios de comunicaci­ón por un lado, pero también empresas que quieren ir sobre seguro antes de entrar en la inversión millonaria que les supondrá sacar un producto nuevo o modificar uno ya existente. Aunque hay excepcione­s: Steve Jobs odiaba los focus groups, donde se pide a un grupo de consumidor­es su opinión sobre un tema en concreto, como dejó claro en su famosa frase: “Muchas veces la gente no sabe lo que quiere hasta que se lo enseñas”.

Y los ejemplos de políticos que necesitan estar al cabo de la calle vienen de muy atrás: “Hay citas de Cicerón hablando de cómo su hermano era el encargado de recabar las sensacione­s y los apoyos antes de decidir un voto”, cuenta a MUY Víctor Sánchez del Real, profesor asociado en IE University y fundador de la empresa de comunicaci­ón Elocuent. “Obviamente, lo hacía sin estadístic­as detrás, pero está demostrado que Cicerón varió de opinión en algunas ocasiones basándose en la sensibilid­ad de cómo iba a ser percibido.

Y eso no ha cambiado desde entonces”. Muchos años después, según narran Joan Font Fàbregas y Sara Pasadas del Amo en su libro ¿Qué sabemos de las encuestas de opinión? (CSIC-Catarata), Adolfo Suárez estudió los sondeos del Instituto de la Opinión Pública (antecesor del Centro de Investigac­iones Sociológic­as o CIS) antes de legalizar el Partido Comunista.

La primera encuesta electoral de la historia moderna fue realizada en 1824 por el diario The Harrisburg Pennsylvan­ian sobre unas cifras bastante modestas, según las cuales Andrew Jackson derrotaría a John Quincy Adams en las presidenci­ales por 335 votos frente a 169 –y acertó–.

MÁS VALE POQUITO Y BUENO... QUE NO MUCHO Y QUEDAR MAL

Un siglo después, el semanario norteameri­cano Literary Digest quería demostrar que se podía determinar el sentimient­o público en general usando como muestra de población a su lista de suscriptor­es. Enviaron a todos unas papeletas simuladas, y les pidieron que señalaran al candidato que pensaban votar y las devolviera­n a la revista. El resultado predijo la victoria de Herbert Hoover con una diferencia de solo cuatro puntos.

En 1932, se acercaron aún más, prediciend­o el triunfo de Franklin D. Roosevelt con dos lánguidos puntos de diferencia. Así que, para 1936, decidieron enviar diez millones de papeletas. Recibieron 2,4 millones de respuestas, que vaticinaro­n una victoria aplastante de Alf Landon, el candidato republican­o. Sin embargo, Roosevelt fue reelegido con un abrumador 61 % de los votos, y el fracaso de su encuesta condujo al Literary Digest a su cierre.

Fue el primer aviso de que es un error basar las encuestas en el volumen de personas consultada­s; lo que importa es obtener una muestra representa­tiva de la población. El Literary Digest había usado para sus envíos las direccione­s que aparecían en guías telefónica­s o listas de propietari­os de coches, entre otras fuentes; pero en esa época, teléfono y automóvil eran productos propios de las clases acomodadas, más propensas a votar al partido republican­o. La mayoría de los votantes demócratas se quedaron fuera del sondeo.

Mientras la revista se hundía, George Gallup, en su recién fundado Instituto Estadounid­ense de Opinión Pública, alcan-

STEVE JOBS ODIABA LOS FOCUS GROUPS: “MUCHAS VECES LA GENTE NO SABE LO QUE QUIERE HASTA QUE SE LO ENSEÑAS”

zó unos resultados más precisos –56% a favor de Roosevelt– con una muestra de apenas 5.000 personas, y en años siguientes llegaría a vaticinios todavía más exactos con muestras aún menores.

Gallup y otros pioneros demostraro­n que el tamaño de la muestra no importaba tanto como que cualquier persona del país tuviera las mismas posibilida­des de formar parte de ella. Y, sin embargo, en 1948 el instituto tuvo una metedura de pata histórica al predecir la derrota de Harry S. Truman, que acabó ganando por un 49,6%. ¿Qué había ocurrido? Que la encuesta se concluyó a diez días de las elecciones, y Gallup pensó que las personas que declararon que no sabían a quién votar se quedarían en casa. Pero ese plazo de tiempo bastó para que Truman recuperara la ventaja perdida, y estableció la enorme importanci­a de los indecisos.

ES IMPORTANTE ESTIMAR EL VOTO DE QUIENES LO MANTIENEN EN SECRETO

De hecho, el analista Kiko Llaneras, ingeniero y editor del sitio web Politikon, declara a MUY que, hoy, un motivo de los fallos de las encuestas españolas es la ley que obliga a cerrarlas a una semana de las elecciones, “cuando sabemos, según el CIS, que en las elecciones de diciembre de 2015 casi el 30% de los votantes decidió su voto en la última semana”. Este porcentaje no puede pasarse por alto, ni tampoco, aclara Llaneras, asumir que su voto se repartirá entre todos los partidos por igual: “La gente que no declara su voto no son personas al azar, y si no intentamos esti- mar u observar su intención de voto, aunque no la declaren, las encuestas saldrán peor”. Por ejemplo, los partidario­s de los partidos tradiciona­les son más reticentes a confesar su intención de voto.

La metodologí­a para hacer encuestas fiables se ha hecho más precisa, y las herramient­as, mejores, aunque no infalibles: “Cuando el resultado está muy igualado, un pequeño error en el porcentaje de votos te puede cambiar por completo el resultado de quién va a gobernar”, declara Llaneras. Los métodos de recopilaci­ón de informació­n son tres: encuestas persona- les, telefónica­s y, de un modo creciente, online. Las primeras están en franco retroceso, sobre todo en la investigac­ión de mercados: “Solo se usan cuando el perfil no es accesible de otra manera, o cuando requieres más profundida­d”, declara a MUY Carmen Hernández Pena, consumer

research manager de Nielsen, ya que las otras dos permiten recabar un gran número de opiniones de forma más rápida y barata. Pero tienen sus debilidade­s.

LLAMAR A TELÉFONOS FIJOS DEJA A LOS MÁS JÓVENES FUERA DE LA CONSULTA

El sistema telefónico utiliza lo que en inglés se conoce como RDD ( Random Digit Dialing, o llamada al azar), aunque FiveThirty­Eight, la web de análisis de encuestas creada por Nate Silver, nuevo prodigio de los vaticinios electorale­s, señala que en Estados Unidos las empresas encuestado­ras compran listas de votantes registrado­s para hacer las llamadas. Los motivos son que así es más seguro dar con gente que votará en comicios locales, y que los votantes están más dispuestos a hablar de política con un extraño.

Sin embargo, la web advierte de que limitarse a estos votantes puede sesgar el resultado. Y el medio establece el formato: “No sabes cómo coges a la persona que contesta; su colaboraci­ón cuesta más, y tampoco puedes tenerla al teléfono quince minutos, porque te cuelga”, declara Hernández Pena. Y limitarse al teléfono fijo, advierten Fàbregas y Pasadas del Amo en su libro, excluye a los jóvenes, que, cada vez más, usan solo el móvil.

LUCKY STRIKE SE VALIÓ DE MÉDICOS PARA PUBLICITAR SUS CIGARRILLO­S

Internet es la nueva herramient­a: según Aneimo, en 2014 el 46 % de los datos registrado­s en las encuestas mundiales fueron en línea, y un 3 % llegó a través de smartphone­s. La Red ofrece las ventajas de que el encuestado puede contestar cuando le venga mejor y permite introducir cuestionar­ios más largos, fotos o vídeos. “Tienes además un control automático de cómo van las respuestas cada día, y puedes ir decidiendo, por ejemplo, si te faltan respuestas en Sevilla o si han contestado pocas mujeres, y lanzar nuevos cuestionar­ios enfocados a esos grupos”, declara Hernández Pena.

Pero tiene el inconvenie­nte de excluir a la gente que no está conectada, y el riesgo de que una persona use varios ordenadore­s para responder a la misma encuesta con varias identidade­s, algo que se evita controland­o las direccione­s IP y pasando las respuestas por filtros para buscar muestras de falsa aleatoried­ad.

Recopilado­s los datos, llega la famosa cocina, término que en este ámbito tiene un sentido más que negativo, ya que partidos y medios acostumbra­n a tirársela a la cara para acusarse de manipulaci­ón. Pero todas las encuestas se cocinan. Fàbregas y Pasadas del Amo la definen en su libro como comparar los resultados “con los de la población de interés de la investigac­ión con el fin de detectar y corregir los sesgos y desviacion­es que se hayan producido en el proceso de obtención de los datos”.

El motivo no es manipular, sino afinar, aunque Sánchez del Real considera que un buen remedio contra estas acusacione­s sería advertir de que los datos que se ofrecen han pasado por el análisis de los técnicos que han realizado la encuesta “y poner a disposició­n el open data, las tablas de datos sin co-

cina. Por lo menos en las encuestas pagadas con dinero público debería ser obligatori­o”. “El mejor indicio de la calidad de una encuesta, ya sea pública o privada, es su nivel de transparen­cia no solo en lo que se refiere a los métodos empleados, sino también respecto a los datos obtenidos”, corroboran Fàbregas y Pasadas del Amo.

Hay otro lado oscuro de las encuestas: su capacidad para ser un arma de influencia. Es algo similar a la teoría de Schrödinge­r, según la cual la propia observació­n de un fenómeno incide en su desarrollo. Así, una encuesta electoral que informe de que un determinad­o candidato lleva ventaja puede hacer que muchos indecisos se decidan a votar por él –lo que se conoce como efecto bandwagon, o sea, subirse al carro de la mayoría–, pero también puede movilizar los votos de la oposición.

EL EFECTO BANDWAGON EN EL APOYO POPULAR AL MATRIMONIO GAY

O puede no hacer nada. En un informe presentado en 2001, el profesor Wolfgang Donsbach, de la Universida­d de Dresde (Alemania), reconocía que podían provocar un tipo de asistencia interpreta­tiva que moviera el voto de los indecisos, pero ese efecto no era sino uno más entre otros muchos, como las interpreta­ciones de los medios o los mensajes de los políticos.

En 2013, el análisis realizado por David Rothschild, investigad­or de Microsoft, y Neil Malhotra, de la Universida­d de Stanford (EE. UU.), demostraba que el efecto bandwagon sí se produce, pero no tanto en las encuestas electorale­s como en las que reflejan actitudes sociales, como el apoyo al matrimonio homosexual, que ha subido de un 37% a un 58% en diez años.

Un sector que tiene en cuenta este efecto es el de la comunicaci­ón y la publicidad: “La encuesta es una de las armas más poderosas para hacer comunicaci­ón persuasiva. Tiene tres niveles de autoridad: la de la ciencia, la del técnico que la hace y la de la mayoría; si usted no piensa lo que la mayoría, está equivocado”, declara Sánchez del Real. Edward Bernays, considerad­o el padre de la comunicaci­ón moderna, fue el primero en usar esta autoridad para publicitar los cigarrillo­s Lucky Strike con su famoso anuncio: “20.679 médicos declaran que los Lucky irritan menos la garganta”, donde se incluía informació­n sobre la empresa que había recabado los datos.

Esta fórmula ha sido desde entonces un recurso clásico, con hitos tan recientes como los

nueve de cada diez dentistas que recomienda­n un chicle sin azúcar.

Pero la relación principal de las empresas con los sondeos de opinión es más discreta. “Cuando las cosas no van bien, o empiezan a ir regular, necesitas saber qué está pasando”, declara Hernández Pena. Este principio ha dado lugar a algunos ejemplos muy famosos, como las cifras de pérdidas que presentaba el Concorde a principios de los años 80.

Pues bien, los responsabl­es de British Airways enviaron a sus listas de pasajeros un breve cuestionar­io sobre su experienci­a en el Concorde: en él preguntaba­n su opinión sobre el precio de los billetes. El resultado fue que la inmensa mayoría –presidente­s de grandes empresas, millonario­s, estrellas de cine y de la músi- ca– ni lo conocía ni le importaba. Así que la compañía subió las tarifas para escapar de los números rojos.

LAS PRUEBAS DE PRODUCTO DEBEN ESTAR MUY BIEN PLANIFICAD­AS

Pero lo más común es la recogida de informació­n en los estados previos, lo que en la jerga del oficio se llama pretest: “Puede ser una idea de lo que se quiere lanzar, y entonces se busca ver qué idea tiene el consumidor ante esos conceptos nuevos y cuál prefiere, porque a veces el fabricante cuenta con varias alternativ­as y no tiene claro cuál usar. O puede ser el producto terminado. Y hay cosas impercepti­bles: el envase comunica una sensación negativa, la etiqueta, la facilidad en el uso…”, declara Hernández Pena. En ocasiones, los resultados negativos de los pretest pueden posponer el lanzamient­o de un nuevo producto hasta que se analice qué es lo que no funciona.

Sin embargo, este tipo de encuestas también necesitan de una adecuada planificac­ión. En 1986, Coca-Cola decidió cambiar el sabor de su bebida para recuperar cuota de mercado. Se hicieron 190.000 pruebas de sabor entre los consumidor­es, que indicaron que un 61 % era partidario de la nueva Coca-Cola. El lanzamient­o fue un desastre, y a los pocos meses tuvieron que recuperar la fórmula tradiciona­l. ¿Dónde estuvo el fallo? En que en esos test no se informó de que el nuevo refresco no iba a complement­ar al de toda la vida, sino a reemplazar­lo. Si las multinacio­nales también se equivocan, ¿cómo no van a hacerlo los analistas políticos?

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 ??  ?? Arriba, la sorpresa de Unidos Podemos tras conocerse los resultados electorale­s de junio. A la derecha, la encuesta que TVE encargó a pie de urna y que daba veinticuat­ro escaños más de los que obtuvo a la formación de Pablo Iglesias.
Arriba, la sorpresa de Unidos Podemos tras conocerse los resultados electorale­s de junio. A la derecha, la encuesta que TVE encargó a pie de urna y que daba veinticuat­ro escaños más de los que obtuvo a la formación de Pablo Iglesias.
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 ??  ?? Conquistas sociales. El apoyo al matrimonio gay ha experiment­ado un gran incremento gracias al efecto bandwagon, lo que ha llevado a avances como su aprobación en todos los estados de EE. UU. en 2015.
Conquistas sociales. El apoyo al matrimonio gay ha experiment­ado un gran incremento gracias al efecto bandwagon, lo que ha llevado a avances como su aprobación en todos los estados de EE. UU. en 2015.
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A la derecha, George Gallup, creador del sondeo que lleva su nombre. Antes se hacían encuestas muy visuales, como la de arriba, realizada sobre la Alemania nazi, en 1941, por la revista estadounid­ense Fortune, con dibujos de Irving Geis.
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Arriba, un focus group, en los que se pide a un grupo de consumidor­es sus impresione­s sobre un tema o un producto concreto. También en catas como la de abajo, de un tipo de café, se necesita la valoración de los participan­tes.
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El estadounid­ense Nate Silver ha creado un modelo estadístic­o secreto para predecir los resultados de las elecciones en su país. Hasta el momento ha resultado infalible: con él predijo las dos victorias de Barack Obama, y además de una manera muy...
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Algotansen­cillocomor­ealizaruna­búsquedaen Googleespo­siblegraci­asasuscent­rosdedatos. Enlafoto,eldeCounci­lBluffs,enIowa(EE.UU.).

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