Hervores en rebajas
Ni a 100, ni a 90, ni a 80. En este experimento vamos a hervir agua a una temperatura por debajo de 50 ºC, la mitad del punto de ebullición del líquido elemento al nivel del mar. Para conseguirlo, jugaremos con el vacío y la presión atmosférica.
Los antiguos griegos fueron los primeros en darle vueltas al concepto de vacío. En el siglo IV a. C., el filósofo Aristóteles sostuvo que la naturaleza lo aborrecía –es la conocida idea del horror vacui, que luego se aplicó al arte– y lo llenaba de inmediato, en contraposición a las ideas de Demócrito y otros pensadores, para quienes todo se componía de pequeñas partículas indivisibles –los átomos– que se movían en un infinito espacio carente de materia.
Casi dos mil años después, los físicos pensaban que era este horror al vacío de la naturaleza lo que permitía que las bombas de succión elevaran el agua en el aire, llenando de líquido ese espacio. Pero Galileo observó que las bombas no podían llevarla mucho más allá de los diez metros de altura. ¿Por qué razón?
BAJO UN MAR DE AIRE. El físico y matemático italiano Evangelista Torricelli halló la respuesta a mediados del siglo XVII. Sus experimentos le demostraron que “vivimos sumergidos en el fondo de un océano de aire”. Era una forma poética de definir la presión atmosférica, culpable de que el agua no ascendiera más.
La presión atmosférica es la fuerza por unidad de superficie que ejerce la atmósfera sobre la Tierra. Es clave para determi- nar la temperatura de ebullición de un líquido. Funciona como una especie de tapa que aprieta las moléculas en estado líquido y dificulta que se conviertan en gas. A más presión, más dificultad, y viceversa. Por eso, en la cima del Everest, donde la presión atmosférica es menor, el agua hierve a unos 70 ºC. Para lograrlo en el interior de una olla a presión, hay que calentarla a 130 ºC.
A nivel del mar, el agua hierve a 100 ºC, pero nosotros vamos a hacerlo a menos de la mitad de temperatura. Para conseguirlo, usaremos una bomba de vacío, un invento del físico alemán Otto von Guericke (1602-1686). Este científico no creía en el horror
vacui, y diseñó este aparato para refutar su existencia y demostrar el poder de la presión atmosférica. En un famoso experimento, usó dos grandes hemisferios de cobre que unió con un anillo que los cerraba herméticamente para formar una esfera; luego extrajo el aire de esta con su bomba de vacío. Ni siquiera dos tiros de caballos pudieron separar los hemisferios, lo que demostró las características de la presión atmosférica y el vacío.