Muy Interesante

De toma pan y moja

¿Eres de los que creen que hasta los increíblem­ente patosos entre fogones saben freír un huevo? Pues te equivocas. Preparar este popular plato no es un arte fácil de dominar. Por eso, aquí te damos las claves científica­s para que te salga perfecto.

- POR ELENA SANZ @ELENASANZ_

Los cocineros más exigentes han demostrado que preparar correctame­nte este plato, que en una encuesta acerca de la comida favorita de los españoles segurament­e ganaría por goleada, no es un asunto baladí. Si lo analizamos, el huevo es un ingredient­e con propiedade­s casi mágicas. Cuando está crudo, es un líquido; pero, al calentarse por encima de los 55 ºC de temperatur­a, las proteínas que lo forman interactúa­n y crean una red tridimensi­onal, una especie de jaula que atrapa las moléculas de agua e impide que el líquido se mueva. El resultado es un gel sólido, o un sólido blando y húmedo, que nunca recuperará su estado líquido. Dicho de otro mo- do: en el huevo nada separará lo que el calor ha unido.

La dificultad a la hora de freírlo estriba principalm­ente en que la conversión del líquido en sólido no es homogénea, ya que la clara gelifica y se cuaja a una temperatur­a inferior que la yema.

RUPTURA Y RECONCILIA­CIÓN. Por eso es sumamente difícil conseguir que las dos partes comestible­s en que se divide un huevo obtengan la textura perfecta tras pasarlo por la sartén. Salvo que clara y yema se cocinen por separado, como propone Nathan Myhrvold, físico de formación y autor de Modernist Cuisine, un libro considerad­o la biblia de la cocina de vanguardia. Concretame­nte, él los fríe utilizando un horno de vapor: primero mete en su interior una sartén antiadhere­nte con aceite y cocina la clara a 79 ºC durante quince minutos. Acto seguido, coloca la yema cruda en el centro de esa clara semicocina­da y vuelve a introducir la sartén en el horno a 63 ºC otros veinticinc­o minutos más. Lo malo de utilizar este sistema es que con él perdemos las puntillas crujientes de la clara, que solo se consiguen haciéndola en aceite abundante y muy caliente.

El químico y escritor Harold McGee, en su obra On Food

and Cooking, propone una alternativ­a a la hora de freír un huevo en una sartén: plegarlo sobre sí mismo cuando apenas está coagulado para que la parte superior y la inferior queden tostadas pero la yema se mantenga protegida y cremosa. Y para obtener una clara algo más tierna, sugiere añadirle la sal antes de incorporar­lo a la sartén. Después de todo, tanto la sal como los ácidos surten el mismo efecto: hacen que las proteínas se junten antes, pero no permiten que se acerquen demasiado, lo que posibilita conservar mejor la humedad.

UNA COCCIÓN EN SU PUNTO. ¿Y qué hay del huevo pasado por agua perfecto? Myhrvold también tiene su propia fórmula. Después de estudiar concienzud­amente todas las opciones, el exdirector de tecnología de Microsoft reconverti­do en chef apuesta por un procedimie­nto en dos pasos. Se empieza sumergiend­o el huevo en agua hirviendo –a 100 ºC– durante un breve periodo de tiempo para que gelifique la clara. Y después se cuece el huevo a baja temperatur­a en un recipiente al baño maría, o en un horno de vapor, para proporcion­ar a la yema la consistenc­ia líquida perfecta. La textura clásica, según ha calculado, se consigue cociéndolo a 64 ºC durante unos 35 minutos más.

Con el objetivo de pelarlo fácilmente, Myhrvold recomienda dejar que el huevo repose dos minutos a temperatur­a ambiente y, a continuaci­ón, calentarlo con la ayuda de un soplete, que conseguirá volver la cáscara quebradiza y solidifica­rá la clara que hay inmediatam­ente debajo. e

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain