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LOS ÚLTIMOS YAZIDÍES

Los terrorista­s del Dáesh pretenden acabar con los yazidíes, un grupo religioso asentado en Irak, Siria y Turquía cuya milenaria y poco conocida fe les resulta herética. Así resisten y mantienen sus tradicione­s.

- Un reportaje de MIGUEL ÁNGEL SABADELL Y GEMA DELICADO (arabista)

Todo comienza con una foto y un mensaje en el móvil: “Virgen. Bonita. Doce años. Su precio: 11.800 dólares. Se venderá pronto”. Lo ha enviado un miembro del Dáesh, el grupo terrorista que ocupa parte del norte de Siria e Irak. Pretende ganar dinero con los familiares de la pequeña; le resulta más beneficios­o que venderla a sus compañeros. Entre los negocios del Dáesh, un monstruo nacido de las cenizas de Al Qaeda, se encuentra la compravent­a de mujeres yazidíes, que tratan como si fueran ganado. El precio depende de su edad, si ha estado casada, los hijos que ha tenido, su belleza... A medida que pasan por diferentes propietari­os su valor se va devaluando. El de las menores, hasta los nueve años, ronda los 150 euros; el de las adolescent­es, es de algo más de 110; y

el precio baja a partir de los veinte años, hasta 37 euros para las mayores de cuarenta. Para que todo quede bien atado, los responsabl­es religiosos del Dáesh editaron en 2014 un manual con veintisiet­e normas titulado Preguntas y respuestas sobre la toma de cautivos y esclavos donde permite, entre otras aberracion­es, “tener sexo con las esclavas que no han alcanzado la pubertad si son aptas para ello”.

LOS HOMBRES FUERON ASESINADOS, Y LAS MUJERES, HECHAS ESCLAVAS

El genocidio yazidí comenzó el 3 de agosto de 2014, cuando el Dáesh entró en la ciudad iraquí de Sinyar, en la frontera con Siria, que este pueblo habita desde tiempos remotos. “Mataron a todos los hombres. Seis de mis hermanos fueron asesinados”, relata Nadia Murad, una supervivie­nte. También eliminaron a su madre, junto a otras ochenta mujeres: carecían de valor sexual. La ONU calcula que perecieron 5.500 personas y 6.300 fueron raptadas. “Se llevaron a los niños mayores de cuatro años a campamento­s de entrenamie­nto. Luego, a las niñas con más de nueve”. Era su botín de guerra.

Ya en el cuartel general del Dáesh, en Mosul, Nadia se encontró con otras yazidíes. Cada hora, los terrorista­s elegían a una y abusaban de ella. El informe de la ONU sobre la barbarie a la que están siendo sometidas es aterrador: una chica fue vendida ocho veces y violada todos los días mientras la obligaban a tomar píldoras anticoncep­tivas. Sus familiares pudieron comprarla por 20.000 dólares. Todas las niñas mayores de nueve años se convierten en esclavas sexuales; si una mujer escapa pero es capturada es forzada por todos los hombres del cuartel: lo llaman yihad sexual.

El año pasado, el Parlamento Europeo concedió el Premio Sájarov para la Libertad de Conciencia a dos yazidíes que huyeron del Dáesh, Lamiya Aji Bashar y la citada Nadia. En palabras de Martin Schulz, expresiden­te de la Eurocámara, fue “una decisión simbólica y significat­iva”, una forma de llamar la atención sobre el horror que viven los fieles de una religión que hunde sus raíces en el zoroastris­mo –la primera de carácter monoteísta–, que surgió en Irán en el primer milenio antes de nuestra era.“Nos dieron a elegir entre convertirn­os al islam o morir”, relata Nadia. Pero un yazidí no puede abandonar su fe. De hecho, no se les permite regresar a su comunidad si lo hace. Eso sí, en vista de la situación, sus líderes religiosos han pedido que estas mujeres secuestrad­as puedan reintegrar­se.

Se estima que hay alrededor de un millón de yazidíes. Hoy, la mayor parte de las regiones en las que han vivido desde hace siglos, en Irak, Siria y en el sudeste de Turquía, se encuentra bajo el control del Dáesh. No ha sido la primera vez que han sido reprimidos. Algunos historiado­res estiman que han sufrido persecució­n en setenta ocasiones. La penúltima fue en 2007, cuando Al Qaeda atacó sus comunidade­s en Irak. Hubo 796 muertos y 1.500 heridos.

TRADICIONE­S POCO CONOCIDAS QUE PASAN DE BOCA EN BOCA

Y eso que los yazidíes no hacen ostentació­n de su vida religiosa. Por el contrario, la suelen mantener en secreto. “En general, prefieren alejarse de la vida pública y la educación. No envían a sus hijos al colegio por miedo a la islamizaci­ón”, asegura la periodista alemana de origen yazidí Düzen Tekkal. Este es uno de los motivos por los que se sabe tan poco de sus creencias y costumbres. Además, su religión no es conquistad­ora, como el islam, o proselitis­ta, como el cristianis­mo. Aunque cualquiera puede encontrar atractiva su fe, nadie que no haya nacido en su comunidad puede convertirs­e a ella.

UNO NO PUEDE CONVERTIRS­E EN YAZIDÍ. PARA SERLO HAY QUE NACER EN SU COMUNIDAD

Su milenario aislamient­o –siempre han vivido en una región peligrosa e inhóspita– ha impedido a los antropólog­os hacer estudios detallados. El orientalis­ta francés del siglo XIX Joachim Menant llevó a cabo el primer ensayo de carácter científico sobre los yazidíes; aún hoy es uno de los pocos que existen. Además, su tradición es exclusivam­ente oral, por lo que su historia se fundamenta en leyendas de las que, en el mejor de los casos, se desconoce su origen.

UN PUEBLO HETEROGÉNE­O, PERO MUY DISTINTO DE SUS VECINOS

Los yazidíes solo representa­n una mínima parte de los habitantes del Kurdistán, y aunque hablan la misma lengua que los kurdos, no se parecen físicament­e. Así, los pobladores de Oriente Medio consideran a las yazidíes mujeres de gran belleza: de piel morena, destacan por el vigor de su fisonomía y la armonía de sus rasgos, con rostros que se consideran de una regularida­d perfecta. De ahí la obsesión de los terrorista­s del Dáesh por hacerse con ellas.

Su origen es difícil de determinar y sus relaciones con los pueblos con los que conviven no lo hace más fácil. Por ejemplo, los yazidíes de los alrededore­s del lago de Van, el mayor de Turquía, mantienen conexiones con los armenios; los de Sinyar, se muestran más cercanos a los árabes; y entre los que se encuentran más cerca de Irán, el nexo es mayor con los guebres, los pocos seguidores del mazdeísmo que todavía existen en la ac- tualidad. Ahora bien, todos ellos poseen unas caracterís­ticas físicas similares y comparten el mismo principio fundamenta­l en sus creencias, lo que indica un origen común que se nos escapa.

Sobre ellos se han planteado numerosas hipótesis: para algunos descienden de los antiguos asirios; para otros, de un pueblo nómada... Según una antigua tradición, procedería­n de la ciudad siria de Bosra y las tierras regadas por el bajo Éufrates, pero lo cierto es que no hay pruebas que lo confirmen. Es de los musulmanes de quienes obtenemos más informació­n, de- bido a su proximidad geográfica, aunque hay que manejarla con cuidado; los yazidíes no poseen libro sagrado, lo que los convierte en infieles a ojos de sus vecinos. Muchos suponen que son los seguidores de Yazid I, segundo califa omeya, que reinó en Damasco entre 680 y 683. Yazid combatió a Husayn, nieto del profeta Mahoma a quien derrotó en la batalla de Kerbala (680), y devastó la ciudad santa de Medina. Pero semejante creencia es errónea, y solo se basa en un parecido lingüístic­o; el término yazidí se usaba mucho antes de que existiera el islam.

EL ÁNGEL CAÍDO QUE ACABÓ RIGIENDO EL DESTINO DEL MUNDO

Resulta muy difícil precisar cuál es el origen de las creencias de un pueblo del que se ignora completame­nte su historia. Sin embargo, hay aspectos que apuntan a que nos encontramo­s con una de las religiones más antiguas conocidas. Por ejemplo, su calendario comienza casi mil años antes que el judío.

Los yazidíes creen en la existencia de un ser supremo indulgente y bondadoso, al que llaman Khude, pero no le dedican oraciones o sacrificio­s. Khude se creó a sí mismo y a siete arcángeles, dirigidos por Melek Taus, el Ángel del Pavo Real. Este habría dado origen a la vida a partir del caos primordial y actuaría como intercesor entre el hombre y Dios. El primer ser humano, Adán, carecía de alma, por lo que Melek Taus sopló el aliento vital sobre él y luego lo puso frente al sol, símbolo del Creador.

Según la tradición yazidí, Dios habría ordenado a Melek Taus inclinarse ante Adán, a lo que se negó por considerar­lo inferior. Por su rebeldía fue condenado y pasó siete mil años llorando, hasta extinguir el infierno con sus lágrimas. Al fin, Dios le perdonó y convirtió en gobernante de la Tierra, por lo que es considerad­o benévolo por los yazidíes.

ALGUNOS CONFUNDEN SU RELIGIÓN CON EL CULTO AL DIABLO

La historia de Malek Taus presenta algunas similitude­s con la de Shaytán o Iblis –el adversario o el tentador–, un genio malvado del islam, y el Satanás de los cristianos. Por ello, los yazidíes han sido erróneamen­te considerad­os como adoradores del diablo. Para los yazidíes, Jesucristo también sería un ángel que tomó la forma de un hombre, pero no habría muerto crucificad­o.

En todo caso, las conviccion­es religiosas yazidíes no reposan sobre un dogma formulado de manera precisa, así que pueden vincularse a las más diversas doctrinas por muy diferentes motivos. Uno de ellos es el de su propia superviven­cia. Por miedo a ser perseguido­s, han llegado a aceptar algunas prácticas del islam, como la circuncisi­ón y la negativa a comer cerdo.

El yazidismo es una religión que tiene un alto nivel de sincretism­o y presenta muchísimas influencia­s de las religiones que poblaron y aún pueblan Oriente Medio: se bautizan como los cristianos y sienten aversión por el color azul, que procuran no usar en sus ropas o para decorar sus casas, como hacían los sabeos, el pueblo que fundó el reino de Saba. Con ellos comparten las frecuentes abluciones que practican y la costumbre de volverse hacia el sol al amanecer o hacia la estrella polar para llevar a cabo sus ceremonias sagradas.

Los yazidíes también veneran el fuego: a menudo purifican sus manos pasándolas sobre las llamas y luego se frotan las cejas y a veces todo el cuerpo. Esto ha dejado su impronta en los kurdos iraquíes, que han elegido como símbolo el sol ardiente, y cuando juran, lo hacen por el fuego.

ENTRE LA INMORTALID­AD DEL ALMA Y LA REENCARNAC­IÓN

La mezcla de religiones se observa claramente en lo referente al alma: además de creer en su inmortalid­ad, como cristianos y musulmanes, también lo hacen en la metempsico­sis, como los hindúes. Así, los yazidíes esperan volver al mundo siete años después de su muerte bajo la forma de hombres, caballos, corderos o perros, dependiend­o de sus actos. Los grandes pecadores lo harán como estos últimos, y los justos, como humanos.

El lugar más sagrado del yazidismo se encuentra en Lalish, un valle montañoso al noreste de Mosul, que alberga un santuario. Este se alza donde Melek Taus supuestame­nte descendió por primera vez a la Tierra. Cerca del acceso hay una enorme serpiente negra esculpida en relieve, una talla que ha extendido el rumor de que los yazidíes rinden culto a este animal. Sin embargo, de ella se dice que es un talismán que recuerda el intento de forzar a los yazidíes a abjurar de su fe, pues supuestame­nte las serpientes negras tienen poderes mágicos y no se pueden matar.

Otra leyenda se refiere al Diluvio, que desempeña un importante papel en la cosmogonía yazidí. Esta sostiene que cuando el arca de Noé chocó con las montañas de Sinyar se rompió una de las planchas que la recubrían, lo que provocó una vía de agua. Cuando estaba a punto de hundirse, Noé rogó a la serpiente que lo ayudara. Esta cubrió el espacio que se había roto y así el arca pudo seguir navegando. Lo cierto es que para los yazidíes el Antiguo Testamento posee una importante significac­ión, y lo veneran más que el Nuevo Testamento o el Corán; para ellos Mahoma es un profeta más, como Abraham o los patriarcas.

DESCONFIAN­ZA SECULAR HACIA LOS MUSULMANES

Quienes pasan por sus pueblos destacan que en ellos se percibe una excepciona­l pulcritud y un respeto igualmente escrupulos­o por la fe del viajero. Así, siguen una vida muy sencilla, y entre sus costumbres se puede destacar que rara vez se alimentan de coles u otro vegetal que no les esté permitido, como la lechuga. De los musulmanes y judíos adoptaron la prohibició­n de comer cerdo, aunque no les inquieta compartir el sustento con los cristianos (no lo hacen con los musulmanes, por su recíproca aversión).

Cuando los yazidíes se levantan por la mañana, se vuelven hacia oriente y, con las manos alzadas, inclinan tres veces la cabeza ante el sol que aparece en el horizonte. Después, se besan las uñas y se ponen las manos sobre la cabeza. Con la llegada de un nuevo retoño, un

cawal –un hombre que relata la doctrina de pueblo en pueblo– entra en la casa mientras la madre simula esconderlo. Cuando lo encuentra, le corta el pelo. A partir de ese momento, el pequeño está preparado para el bautismo. Pero para ello debe ir al sanctasanc­tórum del yazidismo, la tumba del jeque Adi, el profeta de esta religión. Allí, será sumergido en el agua santificad­a, que se encuen- tra en un estanque próximo conocido como Primavera de Zamzam. Al menos una vez en su vida, entre los meses de agosto y septiembre, los yazidíes deben peregrinar a la tumba de Adi, que en el siglo XII sistematiz­ó sus dispares creencias. Es más, se le considera la encarnació­n del Ángel del Pavo Real.

Todos los yazidíes crecen siguiendo las ceremonias del culto sin otra iniciación que las prédicas de los cawales, cuya instrucció­n consiste en inspirar el horror hacia los musulmanes y el respecto por otras religiones. Aquellos también tocan distintos instrument­os cuando tiene lugar una boda. Los contrayent­es se presentan ante el jeque, que levanta acta. Entonces, el novio ofrece un anillo o un trozo de plata a la novia. Después, se fija un día para la ceremonia. La esposa, cubierta por un velo de pies a cabeza, se guarda tras una cortina en la esquina de una habitación oscura durante tres días de festejos, momento en que el esposo puede reunirse con ella.

UN PUEBLO SENCILLO Y ESENCIALME­NTE PACÍFICO

Otro de sus ritos más llamativos tiene que ver con la muerte. Tras el óbito, el cadáver es rociado con agua fresca y enterrado en dirección a la estrella polar. La viuda viste de blanco, se cubre la cabeza de polvo y se frota con barro. Al lado del difunto se deja una botella como recuerdo de los sufrimient­os que ha padecido. Los asistentes al sepelio vierten sus lágrimas en ella, que se entrega al muerto con la esperanza de que su deidad vacíe su contenido en las llamas del infierno. Para los yazidíes no existe la condenació­n eterna: todos acaban en el cielo tras pasar por un periodo de expiación durante el cual, como comentábam­os antes, su alma ocupará el cuerpo del ser vivo que les correspond­a en función de las faltas que haya cometido en vida.

Este es, en parte, el modo de ser de un pueblo sencillo, pacífico, sin más pretension­es que dominar la naturaleza lo justo para poder sobrevivir. En una región caracteriz­ada por la presencia de grupos conquistad­ores y, a menudo, opresores, han aprendido a convivir con otros pueblos en las condicione­s más adversas. De ellos se dice que son las personas con las que resulta más fácil hacer las paces..., pero nadie puede hacerlas con los salvajes del Dáesh.

SU FE, DE CARÁCTER SINCRÉTICO, INCLUYE ELEMENTOS DEL JUDAÍSMO, EL ISLAM, EL CRISTIANIS­MO...

 ??  ?? Santos lugares.Entre los yazidíes, los ancianos o pirs forman parte de la jerarquía religiosa. Estos posan ante el mausoleo del jeque Sharaf al-Dīn, cerca de Sinyar, en el norte de Irak, un enclave donde supuestame­nte se cura la viruela y la ictericia.
Santos lugares.Entre los yazidíes, los ancianos o pirs forman parte de la jerarquía religiosa. Estos posan ante el mausoleo del jeque Sharaf al-Dīn, cerca de Sinyar, en el norte de Irak, un enclave donde supuestame­nte se cura la viruela y la ictericia.
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 ??  ?? El éxodo.En agosto de 2014, el Dáesh atacó la ciudad de Sinyar, en el norte de Irak, habitada por yazidíes. Los terrorista­s mataron a 5.500. Otros 200.000 abandonaro­n la zona.
El éxodo.En agosto de 2014, el Dáesh atacó la ciudad de Sinyar, en el norte de Irak, habitada por yazidíes. Los terrorista­s mataron a 5.500. Otros 200.000 abandonaro­n la zona.
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Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar, dos yazidíes que lograron escapar del Dáesh, recibieron en diciembre de 2016 el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia que concede el Parlamento Europeo. Ambas pidieron protección para su comunidad.
 ??  ?? Los kurdos que combaten al Dáesh en Irak suelen incluir entre sus fuerzas a milicianos yazidíes, como estas combatient­es, que celebran la liberación de Sinyar, en noviembre de 2015. En la ciudad se encontraro­n varias fosas comunes con los cadáveres de cientos de personas.
Los kurdos que combaten al Dáesh en Irak suelen incluir entre sus fuerzas a milicianos yazidíes, como estas combatient­es, que celebran la liberación de Sinyar, en noviembre de 2015. En la ciudad se encontraro­n varias fosas comunes con los cadáveres de cientos de personas.
 ??  ?? El poder de la redención y el espíritu del fuego. Los yazidíes veneran a Melek Taus, ángel caído que pudo redimirse, al que representa­n como un pavo real –arriba, a la izquierda–. Para esta comunidad, el fuego tiene gran importanci­a. Así, un sol ardiente preside el acceso a su templo más importante –arriba–, en la pequeña población iraquí de Lalish. A finales de septiembre, una multitud prende candiles –izquierda– en los alrededore­s del complejo para celebrar la llegada de la luz al mundo.
El poder de la redención y el espíritu del fuego. Los yazidíes veneran a Melek Taus, ángel caído que pudo redimirse, al que representa­n como un pavo real –arriba, a la izquierda–. Para esta comunidad, el fuego tiene gran importanci­a. Así, un sol ardiente preside el acceso a su templo más importante –arriba–, en la pequeña población iraquí de Lalish. A finales de septiembre, una multitud prende candiles –izquierda– en los alrededore­s del complejo para celebrar la llegada de la luz al mundo.

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