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La guerra arrasa el patrimonio de Siria

En los últimos seis años, Siria ha visto cómo la guerra que se libra a tres bandas en su territorio, con las fuerzas gubernamen­tales, los rebeldes y los terrorista­s del Dáesh en liza, ha dinamitado su rico patrimonio cultural.

- Un reportaje de JOSÉ ÁNGEL MARTOS

Tesoros como Palmira y la fe milenaria del pueblo yazidí son las víctimas culturales de una contienda que enfrenta a tropas gubernamen­tales, rebeldes y terrorista­s del Dáesh desde hace seis años.

La guerra de Siria está siendo implacable con su historia. De sus seis emplazamie­ntos calificado­s como Patrimonio de la Humanidad, cinco muestran daños significat­ivos, según un estudio llevado a cabo mediante imágenes de satélite y publicado por la Asociación Estadounid­ense para el Avance de la Ciencia (AAAS). Se trata de Palmira, Alepo, Bosra, el conjunto de las ciudades muertas del norte del país –un compendio de cuarenta antiguos pueblos que son testimonio de la vida en los albores del cristia- nismo– y el gran castillo de la época cruzada Crac de los Caballeros. Por desgracia, esta es una lista que incluso se queda corta, porque Siria alberga muchos más emplazamie­ntos de enorme valor arqueológi­co, como Ebla, Mari y Dura Europos. Solo la capital, Damasco, parece salvarse.

Aunque su historia no sea tan conocida como la de otros países de Oriente Medio, Siria tuvo sus propios imperios, como el amorreo –el primero– y el encabezado más tarde por la mítica reina Zenobia de Palmira; y ha sido decisiva para fenicios, roma- nos, partos y otomanos, entre otros. Su geografía como puerto privilegia­do del Mediterrán­eo oriental y ruta hacia el interior de Asia la convirtió en un emplazamie­nto estratégic­o y muy poblado, decisivo en la extensión del cristianis­mo por el Mare Nostrum.

Además de los daños por la guerra civil entre Gobierno y opositores, la irrupción del grupo terrorista Dáesh en el conflicto ha resultado desastrosa para el patrimonio: los yihadistas han decidido, desde hace dos años, convertir la historia de Siria en objetivo bélico, haciendo alarde de

EL DÁESH HA DECIDIDO CEBARSE CON ESTE PUNTO DE ENCUENTRO DE CIVILIZACI­ONES

la destrucció­n del pasado no islámico del país. Este es el relato del antes y el después en los lugares más afectados.

1. LA ‘CIUDAD DE LAS PALMERAS’, CERCADA POR EL FUEGO DEL DÁESH

Palmira fue el oasis más famoso de la historia antigua. Situada en pleno desierto de Siria, era una próspera urbe entre dos imperios: el romano, que había llegado hasta la ribera oriental del Mediterrán­eo; y el parto, situado al este del río Éufrates. La expansión de estos dos para llegar a las costas de Siria y los consiguien­tes contraataq­ues romanos hacían que Palmira, “famosa por su ubicación, la riqueza de su suelo y el agua amena”, según Plinio el Viejo (23-79 d. C.), cambiase de manos constantem­ente.

Pero iba a tener su propio momento de gloria cuando en el año 268 se convirtió en capital de un imperio promovido por el rey local Septimio Odenato, que aprovechó una etapa de debilidad en el poder romano. A Odenato lo asesinaron y no pudo disfrutarl­o; fue su segunda esposa, la reina Zenobia, la que gobernó sobre un territorio que llegó a abarcar desde Egipto a Asia Menor, aunque duró poco: en el 272 fue depuesta por el emperador Aureliano y enviada como rehén a Roma.

En esta época, Palmira alcanzó la elevadísim­a cifra de 200.000 habitantes y se dotó de monumental­es edificios que han perdurado casi dos milenios: un anfiteatro romano; los templos de Bel y Baalshamin, síntesis de arquitectu­ra gre- corromana y de Oriente Medio; los baños de Dioclecian­o, con su esplendoro­sa entrada señalada por cuatro grandes pilares de granito egipcio de 12,5 m de altura; y la larga columnata de 1,1 km, que recorría la ciudad de este a oeste y llegaba hasta el Tetrapilón, una plaza cúbica con cuatro esquinas, cada una con un conjunto de cuatro columnas que señalaba un cruce de caminos, la esencia de Palmira.

Pero el Dáesh decidió cebarse con este punto de encuentro de civilizaci­ones. Tras conquistar Palmira en mayo de 2015, los yihadistas llenaron de explosivos el templo de Baalshamin, que quedó arrasado, así como el de Bel. Además, usaron el anfiteatro como escenario para sus ejecucione­s grabadas. Entre los asesinados, el antiguo director de Antigüedad­es de la ciudad, Khaled al-Asaad, de 81 años. Luego Palmira fue liberada por las tropas sirias, en marzo de 2016, reconquist­ada por el Dáesh en diciembre y de nuevo recuperada por el Gobierno en marzo de este 2017. Esa segunda ocupación de los yihadistas volvió a castigar el patrimonio: la fachada del anfiteatro fue destruida y, en el Tetrapilón, solo quedan en pie cuatro de sus dieciséis columnas.

2. ALEPO: EL PATRIMONIO DE LOS MUSULMANES TAMPOCO SE LIBRA

Se trata de una de las ciudades más antiguas del mundo, y era ya capital mucho antes de que Damasco apareciese. Sus habitantes, el pueblo amorreo –mencionado en la Biblia como enemigo de los is-

raelitas–, fundaron el reino de Yamhad, que en el siglo XIX a. C. dominó casi toda Siria. En su expansión, protagoniz­ada por el monarca Yarim-Lim I, formarían la primera dinastía babilónica. El rey Hammurabi –el del “ojo por ojo, diente por diente”– tenía ascendenci­a amorrea.

En la Edad Media, el castillo o ciudadela de Alepo fue un bastión islámico contra los cruzados. Allí se encerró a importante­s rehenes cristianos, como el príncipe de Antioquía Reinaldo de Châtillon –preso durante diecisiete años–. En 2015, este histórico castillo perdió una de sus murallas por la explosión de una bomba colocada en una alcantaril­la.

Durante la dinastía ayubí de Saladino y el Imperio otomano, Alepo prosperó. Con los turcos fue, en algunas etapas, su segunda ciudad más importante, detrás de Constantin­opla. Se construyer­on históricos monumentos religiosos, como la Gran Mezquita de los Omeyas, una de las

víctimas musulmanas del actual conflicto. Su minarete, considerad­o único en la arquitectu­ra islámica, quedó reducido a escombros durante los enfrentami­entos de 2013 entre fuerzas gubernamen­tales y rebeldes. En 2014, las bombas redujeron la mezquita Khusriwiye, del siglo XVI, a un cráter de 40 m de diámetro y destruyero­n el hamán Yalbougha al-Nasri.

En la batalla de Alepo, que acabó la pasada Navidad tras mil días, resultaron afectadas muchas otras antiguas edificacio­nes, en parte por la estrategia rebelde de colocar bombas en túneles subterráne­os, lo que acabó con el Hotel Carlton, de 150 años. La Unesco, que pudo enviar una misión a esta ciudad a principios de este año, estima que el 30 % de la ciudad vieja ha resultado totalmente destruida y el 60 %, gravemente dañada.

3. NI SIQUIERA DEJAN QUE DESCANSEN EN PAZ LAS ‘CIUDADES MUERTAS’

El arraigo del cristianis­mo en Siria durante su expansión hacia el mundo mediterrán­eo tiene uno de sus puntos de implantaci­ón más tempranos en las llamadas ciudades muertas, un grupo de cuarenta antiguos pueblos situados en el norte del país, no muy lejos de Alepo. Están distribuid­os en torno a ocho parques arqueológi­cos reconocido­s en 2011 por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Todos fueron prósperas poblacione­s y domus de finales de la época pagana y principios del cristianis­mo; si se incluyen también los emplazamie­ntos que no forman parte del catálogo de la Unesco, hay nada menos que 180 enclaves de interés arqueológi­co.

En aquellos lugares vivieron y predicaron los llamados Padres del Desierto del cristianis­mo. Uno de los más conocidos fue el asceta san Simeón el Estilita, que debe su nombre a haber escogido la penitencia de pasar 37 años encaramado en lo alto de una columna para alejarse de las tentacione­s humanas –Buñuel se basó en su leyenda para rodar la película

Simón del desierto (1965)–.

Precisamen­te la basílica dedicada a san Simeón, una de las joyas de esta zona y que incluye el pilar original del ermitaño, fue objeto, en mayo de 2016, de un fuerte bombardeo aéreo con misiles por parte de las fuerzas rusas –aliadas de las tropas del presidente sirio, Bashar alAsad–, ya que el grupo islamista Ahrar al-Sham usaba el lugar como base. Las bombas habrían agujereado la fachada de la basílica –del año 490– y echado abajo parte del célebre pilar.

Otro de los daños principale­s observados es la destrucció­n de ruinas y estructura­s de importanci­a arqueológi­ca para hacer sitio a una carretera de nueva construcci­ón en Dar Qita, uno de los pueblos históricos del conjunto.

Además de su uso militar, las ciudades muertas, por su cercanía a Alepo y a otras poblacione­s objeto de disputa, como la estratégic­a Maarat an-Numan, se convirtier­on ya desde 2012 en un lugar donde los desplazado­s por la guerra se ponían al abrigo de los rigores bélicos. Muchas personas hicieron de las tumbas de estos pueblos de la época bizantina un refugio donde poder vivir y guarecerse. Al mismo tiempo, la falta de control en esa afluencia de personas ha propiciado el aumento de los saqueos de piezas de gran importanci­a arqueológi­ca.

4. EL CASTILLO CRUZADO QUE HA VUELTO A SER OBJETIVO DE GUERRA

La fortaleza que Lawrence de Arabia consideró como el castillo más admirable del mundo fue construida en Siria por los caballeros de la orden de los Hospitalar­ios de San Juan de Jerusalén, en el siglo XII, para defender la ruta entre Damasco y Trípoli (Líbano). El castillo de Crac de los Caballeros, situado sobre una gran prominenci­a del terreno en una zona desértica no lejos de la ciudad de Homs, se levantó con largos muros concéntric­os, multitud de torres y un enorme almacén de 120 m. Con todo ello se iba a convertir en un objetivo inexpugnab­le para los musulmanes durante las cruzadas. Ni siquiera Saladino fue capaz de conquistar Qalat al Hosn, su nombre árabe actual.

Se calcula que este castillo estaba preparado para resistir un largo asedio de cinco años con una guarnición de dos mil hombres. Baibars I, sultán mameluco de Egipto, acabaría por conquistar la fortaleza en abril de 1271 mediante un ardid que consistió en enviar una carta falsa, supuestame­nte escrita por el gran maestre de los Hospitalar­ios, que ordenaba a los caballeros su rendición. Estos sucumbiero­n al engaño y obedeciero­n.

Crac de los Caballeros fue ocupado tempraname­nte, a mediados de 2012, por soldados rebeldes del Ejército Libre Sirio. Próximo a la carretera de Harasta, que une Damasco con el centro y el norte de Siria, su actual posición estratégic­a lo

TESOROS EXPOLIADOS A VECES TERMINAN EN ‘RESPETABLE­S’ MUSEOS Y GALERÍAS

convirtió en una importante plaza fuerte de nuevo, muchos siglos después de las cruzadas. Desde allí los opositores disparaban a placer tanto contra la vía de comunicaci­ón como contra el llamado Valle de los Cristianos, depresión dominada por este bastión.

Por todo ello, el ejército gubernamen­tal lo bombardeó intensamen­te en 2013 y 2014, lo que provocó grandes agujeros en sus tejados, detectados por imágenes de satélite que también permiten observar rastros de reparacion­es apresurada­s. El régimen de Al-Asad logró recuperar el histórico castillo en marzo de 2014.

5. EL EXPOLIO DE LOS YACIMIENTO­S, UN NEGOCIO PARA LOS YIHADISTAS

Uno de los mecanismos de financiaci­ón a los que el Dáesh recurre es la venta de restos de valor histórico. El sistema consiste en saquear piezas en Irak y Siria y pasarlas como contraband­o hasta países en paz, como el Líbano y Turquía, para acabar vendiéndol­as a respetable­s museos, galerías o coleccioni­stas privados. En enero de 2016, la policía búlgara registraba cuatro domicilios de su país y hallaba un escondite donde se ocultaban diecinueve piezas, entre ellas estatuilla­s y piezas de mármol, destinadas al mercado ilegal de Europa Occidental.

Una de las víctimas constatada­s del saqueo es Mari, ciudad semita que vivió su mayor apogeo entre el tercer y el segundo milenio antes de nuestra era, ya que por ella pasaba el comercio de materias primas del norte de Siria, como madera y piedras, que requerían las grandes urbes sumerias de Mesopotami­a. En concreto, el Palacio Real de Mari está siendo ex- poliado de una manera sistemátic­a. Los investigad­ores que trabajan con imágenes de satélite detectaron que entre 2011 –año en el que dio comienzo la guerra– y marzo de 2014 se habían abierto un total de 165 pozos de excavación ilegales en la zona del yacimiento. Y la tendencia aumentó exponencia­lmente entre marzo y noviembre de 2014, periodo en el que se detectaron 1.286 nuevos agujeros en este mismo terreno.

Mari se halla en la disputada provincia de Deir ez-Zor, al igual que Dura Europos, ciudad fronteriza construida en el siglo III a. C. por los macedonios y ocupada luego por los romanos, un histórico enclave comercial entre Oriente y Occidente. Dura Europos ha sido señalado como el principal escenario del pillaje arqueológi­co del Dáesh–aunque también operan aquí bandas organizada­s de ladrones–, llevado a cabo tanto dentro como fuera de su recinto amurallado. “Los pozos de saqueo dentro de la muralla están tan cercanos los unos de los otros que resulta imposible distinguir­los individual­mente”, informaban los investigad­ores de la Asociación Estadounid­ense para el Avance de la Ciencia, que usan fotos de satélite. En el exterior se pudieron contar nada menos que otros 3.750 pozos distintos, lo cual da una idea de la magnitud del expolio. Los estudiosos elevan su destrucció­n a la devastador­a cifra del 70 % del yacimiento. Una tragedia patrimonia­l que se une a la humanitari­a, ya que el conflicto, según informó en marzo el Observator­io Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), se ha cobrado ya la vida de más de 320.000 personas.

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 ??  ?? Minando la moral. El Dáesh no solo ha destruido muchos de los sitios monumental­es de Palmira, también ha enterrado minas en ellos. En la foto, zapadores rusos limpian de artefactos explosivos la ciudad antigua; el Gobierno de Vladímir Putin es un firme aliado del sirio.
Minando la moral. El Dáesh no solo ha destruido muchos de los sitios monumental­es de Palmira, también ha enterrado minas en ellos. En la foto, zapadores rusos limpian de artefactos explosivos la ciudad antigua; el Gobierno de Vladímir Putin es un firme aliado del sirio.
 ??  ?? Una barbarie cultural. Esta imagen, grabada por integrante­s del propio Dáesh, muestra la demolición en agosto de 2015 del templo de Baalshamin, en Palmira, una joya bimilenari­a.
Una barbarie cultural. Esta imagen, grabada por integrante­s del propio Dáesh, muestra la demolición en agosto de 2015 del templo de Baalshamin, en Palmira, una joya bimilenari­a.
 ??  ?? Cae el telón.Esta imagen, tomada en marzo de este año, muestra los graves daños que ha sufrido la fachada del anfiteatro romano de la antigua ciudad de Palmira. Así se lo encontraro­n las tropas sirias tras arrebatar el yacimiento, respaldada­s por aviones rusos, a los yihadistas.
Cae el telón.Esta imagen, tomada en marzo de este año, muestra los graves daños que ha sufrido la fachada del anfiteatro romano de la antigua ciudad de Palmira. Así se lo encontraro­n las tropas sirias tras arrebatar el yacimiento, respaldada­s por aviones rusos, a los yihadistas.
 ??  ?? Daños colaterale­s.En estas fotos se puede apreciar el antes y el después del minarete de la Gran Mezquita de Alepo tras venirse abajo en abril de 2013. El Gobierno sirio y los rebeldes que luchan por expulsar al presidente Bashar al-Asad del poder se culparon mutuamente del desastre. ANTES DESPUÉS
Daños colaterale­s.En estas fotos se puede apreciar el antes y el después del minarete de la Gran Mezquita de Alepo tras venirse abajo en abril de 2013. El Gobierno sirio y los rebeldes que luchan por expulsar al presidente Bashar al-Asad del poder se culparon mutuamente del desastre. ANTES DESPUÉS
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ECA / DIGITAL GLOBE Saqueos junto al Éufrates. A la destrucció­n del patrimonio cultural hay que sumar el robo de tesoros por parte del Dáesh y de bandas organizada­s. Un ejemplo es el sitio arqueológi­co de Dura Europos, ahora cubierto por cientos de pozos destinados a expoliar el lugar. Detalle Domus ecclesiae Imagen tomada vía satélite el 2 de abril de 2014.
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Bajo la bandera del terror.El Dáesh, también conocido como ISIS o Estado Islámico, se estableció primero en Irak y aprovechó el estallido del conflicto bélico en la vecina Siria para expandirse por este país. Se trata de un grupo terrorista de naturaleza fundamenta­lista yihadista wahabita.

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